Con miel, limón y aguardiente se prepara la mejor canchánchara. Este trago, a pesar de los siglos, sigue siendo preferido por muchos
La mezcla de dos cucharadas de miel de abejas, dos onzas de ron (preferiblemente aguardiente) y un poco de zumo de limón, hace la canchánchara. Era un trago que los mambises cubanos utilizaban para calentarse en las noches más frías de la manigua y ahora, con algunas variaciones, se ha convertido en una bebida de gran aceptación.
Dicen los que saben que en sus orígenes se tomaba caliente. “La probé de casualidad, por unas amistades de Baracoa. En la reunión donde estábamos esa era la bebida, al strike. Al principio tardé para que la garganta se acostumbrara pero después, ¡que venga canchánchara! No emborracha, es lo mejor”, aclara Samuel.
“En la actualidad se le agregan unos cubos de hielo, para atraer más la atención de los visitantes foráneos pero en pocos lugares se oferta al turismo”, explica Daniel, dependiente de un restaurante en San Ignacio, en la provincia de Guantánamo.
“Fría es más refrescante, baja mejor y para ofertar como trago se acepta más. Se puede encontrar sobre todo en negocios particulares, y no en muchos, sino que algunos guías lo piden a determinados sitios para mostrar esa parte de la cultura a los viajeros”, asegura.
Rosa Elena, una joven estudiante villaclareña, nos cuenta que bebiendo canchánchara aleja el insomnio en las noches de estudio. “Preparo en un pomo, siempre con poco de alcohol pero que tenga gusto. No hay manera de dormir con ella en las sangre. Da energías y además es saludable”, afirma.
Sin embargo, lo más molesto del trago es su dificultad para conseguir los ingredientes. “La miel cuesta 4 CUC en las tiendas y la libra de limón está a 40 CUP. Creo que por eso se ha perdido un poco la tradición”, argumenta José Antonio, natural de Guantánamo y cantinero. “Por mucha aceptación que tenga y cualidades que van más allá de lo delicioso de su sabor, te frena en el momento de reunir las pocas cosas necesarias para que salga como debe”.
No pocos cubanos asocian el término canchánchara con las aventuras del Elpidio Valdés y aquella señora gorda de tez oscura que daba a los convalecientes una vasija rústica con un líquido capaz de “levantar hasta al más enfermo”. Así también lo aprendió Antonio de su abuelo. “El viejo tenía prohibido tomar ron debido a sus problemas de salud, pero con ella se le quitaba el catarro. Remedio santo me decía después del primer buche, y era cierto que al otro día no tenía ni tos. Desde entonces con eso curamos la gripe”.
La canchánchara en Cuba continúa sorprendiendo. Con los siglos, a pesar de su sencilla preparación, ha pasado a estar nuevamente entre las preferencias de muchos, y aunque no es producto común de bares y cantinas, lleva la esencia de la cultura más criolla.
Vladia Rosa García