Una encuesta en el portal Cubahora dice que al 67,8% de los cubanos les gusta ver a sus Ministros en la Mesa Redonda. Fidel Castro los tenía escondidos; lejos de preguntas que no fueran las suyas.
En el año 2008, durante un encuentro en la Universidad de las Ciencias Informáticas, un jovencito cubano que hasta ese año no había destacado fuera de su ámbito estudiantil, “le propuso” al entonces Presidente del Parlamento Cubano, Ricardo Alarcón de Quesada, que los ministros cubanos comparecieran de manera regular ante el pueblo, y que allí, “delante de todos” expusieran sus ideas; dieran a conocer sus logros y derrotas como gestores al frente de los Ministerios.
La idea expuesta hace 12 años por el entonces estudiante de la UCI, Eliécer Ávila Cicilia, y su pregunta de por qué un cubano con dinero bien habido, logrado honradamente trabajando en el campo, no podía viajar a Bolivia, por ejemplo, a rendirle tributo al Che Guevara, sacaron a Alarcón de Quesada de circulación. Las patéticas respuestas de este último provocaron que, casi de manera inmediata, fuese enviado a cumplir la honrosa tarea del Plan Pijama y puso, evidentemente, al estudiante preguntón en el lado, sino de los “contrarrevolucionarios”, sí de los “incómodos” al sistema.
Hace doce años, y antes, jamás un cubano se le había ocurrido hacer semejante propuesta. Que los Ministros acudieran a una especie de “debate” presencial ante el pueblo fue una idea que ni medianamente habría sido aceptada por Fidel Castro. El propio Eliécer Ávila, al dejar a Ricardo Alarcón de Quesada como un total inepto, había dado, con su propuesta, un tiro al sistema; y el sistema se descubrió disfuncional.
Si el propio Alarcón de Quesada, ex diplomático, hombre de vasta cultura fallaba así de manera tan escandalosa ante un estudiante veintiañero, para más señas, “un guajirito del campo”, como a menudo lo señalaban peyorativamente para disminuirle importancia al asunto, ¿cómo se vería un Ministro respondiendo ante gente con más “experiencia” en la vida que un estudiante universitario?
Lo cierto es que jamás se vio ni el más mínimo interés en exponer a un ministro a un foro público.
Pasada la tormenta “Castro”, con un Fidel que solo quería hacer las preguntas él, ahora, con el “abierto” Miguel Díaz-Canel al frente del país, otro gallo al parecer ha cantado, y los ministros tienen en la Mesa Redonda, casi que una obligación asistir si son llamados.
Funcionarios en la Mesa Redonda
No podemos decir que sea lo ideal. De hecho, los debates ni existen; ni siquiera la prensa extranjera y muchísimo menos la independiente, tienen acceso a los ministros. Apenas a los primeros, se les permite un Bruno Rodríguez Parrilla que, cuando se ve acorralado, suele decir “Yo no sé”, “Habría que preguntar”.
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Si ha ocurrido algún tipo de foro ha sido online; a no dudarlo, con moderadores que “clasifican” las preguntas. Si algún “incómodo” se ha colado con alguna pregunta “incómoda”, ellos han sido hábiles en no hacerla; en esquivarla.
“En vivo” no ha ocurrido nada, y todo lo que ha ocurrido, ha sido divulgado y controlado por los medios nacionales. Eso sí, las ganas del pueblo de saber y preguntar no se las quita nadie.
Las tenía en el 59´, claro. Las tenía en el 61´, cuando Girón; en el 70´, con la zafra de los 10 Millones; en el 80´, cuando el Mariel; en el 90´, con la llegada del período especial y en el 93´cuando comenzó aquella famosa “Operación Maceta”.
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A decir verdad el pueblo siempre ha tenido su opinión, pero a sus más altos dirigentes no les ha importado conocerlas si son contrarias al status quo. A menudo, no pocas preguntas sinceras y valiosas, han sido calificadas como “contrarias al proceso”, y quien la ha hecho, ha sido puesto en tela de juicio por “divergente”. Lo más curioso es que la historia, con ese afán que tiene de poner las cosas en su justo lugar, ha puesto años después al “desafecto” como “profeta”.
En la más descarada violación de derechos, a menudo el gobierno se hace el de la vista gorda con el parecer de la población, y en no pocas ocasiones aluden a un “sentir de la población” que no es otra cosa que el sentir de ellos mismos. Cuando “el sentir de la población” es contrario a ciertos pareceres de quienes ostentan el sartén por el mango -llámese equipo unificado de béisbol, reinserción de deportistas emigrados a equipos nacionales, matrimonio igualitario, ley de violencia de género, ley de maltrato animal- el castrismo ha sido hasta hábil en ocasiones para torcer la manija e intentar solucionar “el problema” desde el poder, con los mismos cuadros, funcionarios y dirigentes que durante años no han aportado solución alguna al problema.
Es por ello que, por ejemplo, podemos ver a un Higinio Vélez sonriente intentando darle un abrazo a “Pito” Abreu, Brayan Peña, Alexei Ramírez y Yasiel Puig, años después de desbarrar de ellos llamándolos, como mínimo, traidores. Es por ello que usted ha podido ver cómo, descaradamente pasan sobre el ostracismo al que sumieron figuras como Celia Cruz, Bebo Valdés, Meme Solís, y luego hablan de ellos en la prensa como si nada hubiese pasado.
Es por ello que no hablan de la UMAP, campos de concentración donde fueron enviados miles de homosexuales y religiosos -algunos se suicidaron- y si habla, lo hace la mentirosa de Mariela Castro para compararlo con una escuela al campo.
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Es por ello que nadie habla de “vidas adolescentes marcadas” bajo el supuesto estigma del “diversionismo ideológico”, que las hubo y por miles, por tan solo escuchar una emisora extranjera, por tener el pelo largo, un arete, un tatuaje. Es por ello que una persona como José Ramón Machado Ventura, que se ha opuesto a toda señal de progreso dentro del Comité Central del Partido, homófobo por naturaleza propia y hombre que ha visto fantasmas contrarrevolucionarios hasta en el contén de la acera de su casa, sigue ahí, como diría Manolín el Médico de la Salsa, “encima de la bola”; juzgando con los mismos preceptos arcaicos de siempre fenómenos como la internet, a la que en su momento calificó de “muy peligrosa”, por donde se podía colar la contrarrevolución enemiga; y desde la cual “el imperialismo yanqui” podía sabotear la economía cubana. Si ese dinosaurio de la política cubana fuese el encargado de la Internet en Cuba, a no dudarlo, la tuviese más restringida que en China.
El único contacto cercano del pueblo cubano: los delegados de circunscripción
El pueblo cubano hubiese querido tener Internet hace 10 años; y si le hubiesen preguntado, con gusto, hubiese sido abrumador el reclamo.
Tanto como, desde siempre, hubiesen querido a sus ministros “dando la cara”. No ahora, que Díaz-Canel casi que los ha obligado a algunos; algunos de los cuales hubiesen querido seguir estando en el anonimato; algunos de los cuales ni siquiera tienen habilidades para tratar con el pueblo.
No todos los funcionarios a comparecer ante el pueblo, en la Mesa Redonda, son un Ministro de Transporte (Eduardo Rodríguez); no todos son una Betsy Díaz Velázquez (Ministra de Comercio Interior); no todos son cracks, como Jorge Luis Perdomo Di-Lella (Ministro de Comunicaciones); Ministros de los que usted puede tener un criterio en contra y expresárselo, y jamás sentirse ofendidos por la respuesta.
Los hay también, los ha habido, y tal vez Fidel Castro por eso siempre quiso evitar de verlos compareciendo en la TV, tontos, belicosos y lerdos como para expresarse medianamente convincentes de lo que dicen. Volátiles en Twitter, como el viceministro de Cultura, Fernando Rojas; “bloqueadoras” de todo criterio ajeno, como la Ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella; de pocas entendederas, como Pedro Ross Leal que, ¡gracias a Dios nunca fue Ministro de nada!
Sin embargo, de que el pueblo los quiere en la TV no hay dudas. Y si le preguntaran al pueblo si los quisiera “más abiertos y espontáneos”, respondiendo preguntas verdaderas y no “filtradas”, de seguro el pueblo respondería abrumadoramente que sí.
Solo que, hay cosas que a veces no quieren escucharse, para no responderse. Cosas que no quieren ni saberse, ni que la gente sepa.
Lo único que se les permitió al pueblo tener cerca, para evacuar las dudas, hasta hace muy poco, fueron los delegados de circunscripción. Una especie de clon desinformativo de Pedro Ross Leal.
por Roberto A.
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