“La locomotora me pasó por arriba hasta la mitad de su largo”, recuerda el muchacho, que desde que tuvo el accidente lo llaman, no Perico, sino “el hombre del milagro del tren”.

La historia de un cubano, que más que la historia de un cubano X parece ser la viva reencarnación de la historia de Perico, el sordo, cuenta hoy en el diario Juventud Rebelde “su hazaña”: el hombre fue golpeado por una locomotora que, después, le pasó por arriba.

No muy diferente a Perico andaba el joven Adrián Díaz Rojas el día 13 de septiembre de 2018 tras bajarse del tren Bayamo-Camagüey. Si el Perico de la canción era, como se dice, “sordo de cañón”, Adrián lo estaba también pero por culpa de unos audífonos que tenía puestos. Además andaba ensimismado con su celular. Ambas cosas por poco le cuestan la vida.


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Cuenta el joven que al bajarse, siguió caminando por la línea del tren -otra imprudencia- y no sintió la mole de hierro que detrás le pitó varias veces. ¡Igualito a la canción!

“Andaba tan entretenido con el teléfono que seguí caminado por la vía principal del tren. Todos me dicen que el tren venía pitando y frenando como loco, pero yo no escuché nada, pues estaba hablando a través del manos libres con los audífonos puestos y sin tocar el teléfono”, relata el joven ahora, años después de haber “vuelto a nacer”.

“Cuando escuché lo que venía ya era tarde… El golpe me lanzó unos metros en la línea, al tiempo que logré virarme para sentir cómo la locomotora me pasó por arriba, por lo menos unos seis metros.

“Cerré los ojos porque temí que el líquido o aceite caliente de los frenos me dejara ciego, y me protegí la cabeza de los golpes de las mangueras hasta que la locomotora se detuvo. Fue un momento espantoso. Aún escucho el chirrido de los frenos sobre mi cabeza y las voces de socorro de algunos vecinos y los maquinistas, quienes al ver lo que me había ocurrido corrieron hacia el lugar gritando desesperados: ¡¿Está muerto?!”

“Cuando pude responder les dije: Estoy vivo…”, y entonces se formó el corre-corre. Los vecinos me auxiliaron; incluso uno de ellos se metió bajo la locomotora y me sacó con mucho cuidado. No sentí nada, mi cuerpo estaba como muerto, pero el conocimiento nunca lo perdí”.

“La locomotora me pasó por arriba hasta la mitad de su largo”, recuerda el muchacho, que desde que tuvo el accidente lo llaman, no Perico, sino “el hombre del milagro del tren”.

Cuenta “la leyenda”, que Adrian fue llevado al hospital Amalia Simoni de la ciudad de Camagüey. Presentaba un cuadro de paraplejia: solo movía sus ojos, dedos y boca. Por pura casualidad, no tenía traumas internos, ni sangramiento.

Adrián presentaba fracturas severas en su columna espinal.

“Quedó parapléjico a causa del fuerte golpe de la locomotora, que le fracturó las vertebras L2 y L3, además de destruir en ese segmento toda la lámina y el pedículo, estructuras que unen las vertebras”, dice el médico que lo atendió.

“Esta lesión requirió de un injerto a pie de obra: tomamos huesos de la pelvis, de su cresta ilíaca, para conformar de nuevo el canal medular, que protege las estructuras neurológicas necesarias para la funcionalidad y sensibilidad de los miembros inferiores”, describió el galeno.

Su columna debió ser estabilizada, descomprimida y recanalizada para lograr equilibrio y fortaleza en su raquis o zona inferior. Para lograrlo, se le colocaron ganchos y barras metálicas.

Ya a los 15 días Adrián manifestó sensaciones en su cuerpo y hasta cuenta que unos días después, tuvo una erección.

“Lo que me hizo muy feliz”, narra el muchacho.

A los 5 meses caminaba apoyado en las barras paralelas de la Sala de Rehabilitación del hospital. Un año y medio después, ya daba pequeños pasos en su casa.

Ahora, el próximo mes de septiembre  los médicos volverán a estudiar su caso.

Así lo confirma el doctor José García Fernández: “En septiembre se le realizará un nuevo estudio tomográfico para decidir la desinstrumentación de los ganchos de su columna y la implantación de células madre directamente en las estructuras del cono medular, porque la práctica de la medicina regenerativa permite, según la evolución del paciente, continuar con nuevos ciclos. Incluso más adelante hay que operarle un pie para estabilizarlo completamente”.

La anécdota de este muchacho es agridulce. Por un lado nos reconforta que no haya perdido su vida y que además, ya pueda caminar; pero nos habla también de cuan peligrosos pueden ser esos aparatos, como los teléfonos celulares, que parecen controlar y dirigir la vida de las personas.

Por uno de esos, Adrián estuvo a punto de perder su vida. Lo de él fue una locomotora, y está vivo; pero otras muchas personas, han caído en un hueco y han sido aplastadas por autos, ómnibus y camiones, mientras cruzan la calle.

por Ariel P.


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