La Fortaleza de la Cabaña acoge la Feria Internacional del Libro de La Habana. Pero es más bien una feria artesanal, con parque de diversiones y variadas ofertas gastronómicas

Cada año, febrero anuncia la Feria Internacional del Libro de La Habana. Este espacio, idóneo para disfrutar de una buena lectura y adentrarse en el mundo de los libros sin mayor preocupación que la de escoger un buen título a tono con la tarde, ha perdido su verdadera esencia.

Desde hace un tiempo el evento fue obviando su corte intelectual y bohemio para convertirse en la mezcla de una feria artesanal, con parque de diversiones y desfile gastronómico.

“Aquí se ve de todo”, dice una señora mientras hace la cola junto a su nieto para que este juegue en un trampolín instalado en la Fortaleza San Carlos de La Cabaña. “La entrada principal, la que conduce a los libros, tiene menos personas que las que se dan cita en los alrededores para despejar un rato y olvidarse de los problemas. Los quioscos de comida no dan abasto”.

Como en cada ocasión, la fecha está dedicada a un país invitado y a personalidades de la cultura cubana. Vietnam es el elegido para la reciente 29 edición, así como los intelectuales Ana Cairo Ballesteros y Eugenio Hernández Espinosa. El stand de Vietnam, de acuerdo con un artículo de 14ymedio, apenas es visitado.” Volúmenes con el rostro de Fidel Castro y otros de alabanzas al Partido Comunista del país asiático cortan el entusiasmo rápidamente”, refiere la colega Luz Escobar.

Hasta el momento, según informa el sitio oficialista Cubadebate, se han unido alrededor de 200 invitados de 44 países.

La mayoría de los libros en la Feria se venden en CUC. Las tarifas están casi siempre por encima de los 2 CUC, lo que implica más de 50 pesos cubanos. Comprar supone varios minutos e incluso, horas de análisis.

Susana viene año tras año con su hijo de seis años. “Desde pequeño le compro un libro de regalo para que le quede de recuerdo. Solo pide libros para colorear y las agendas con calcomanías. En esa bobería se van 20 CUC, sin contar los demás gastos del día”.

“Juguetes, mochilas, merenderos, pomos de agua, libretas y forro para libretas, lápices, colores, pegamento, los útiles de la escuela es lo que me llevo a casa. En las tiendas ya no se ven. Aquí cada utensilio trae muñecos, barbies, colores llamativos. Mis hijos piden eso, más que libros”, asegura Blanca.

Bertha, trabajadora de la feria, cree que el sitio ha perdido su naturaleza. “A las presentaciones no entra nadie, solo la prensa, los autores y algunos invitados. El público prefiere seguir mirando los stands con objetos importados. Además, las obras más vendidas suelen ser las de autoayuda, los horóscopos, y los libros minimalistas, de bolsillo. Estos últimos con un exorbitante precio de 6 CUC cada uno pero a las personas les gusta, principalmente para decorar”.

Ana Laura está al frente de un stand. Comenta que “los autores nacionales más aclamados son Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, los que una vez en Cuba fueron censurados. Su costo es asequible pues saben que la demanda es alta. Oscilan entre 20 y 30 pesos cubanos. Con respecto a autores internacionales, El diario de Ana Frank, El Principito, los de Paulo Coelho y Gabriel García Márquez son los más cotizados. Pueden valer desde 10 hasta 20 CUC, pues su editorial no es cubana”.

La concurrencia no disminuye a pesar del paso del tiempo. Cada cual busca su rincón para sentirse afín con el entorno que le rodea. Mauro tuvo que caminar casi toda la Cabaña para encontrar el suyo. “El ruido de las bocinas de música portátiles, la gente y los vendedores me desconcentraban”. Tumbado encima de la hierba casi a las afueras de todo el bullicio habitual ríe con una novela que decidió comprar, y se lleva las miradas asombradas de muchos que no creen que todavía haya quienes sí vengan a leer.

“Casi nunca compro libros porque están muy caros, pero aprovecho para pasarla en familia. Mientras mi esposo y yo nos sentamos a despejar, ver la gente y comer algo, los niños juegan alrededor”, declara Aleida.

A la salida, pocos bolsos se van cargados de libros. Con los años queda claro que es una feria, lo cuestionable es si de libros.

Texto y fotos: Vladia Rosa García

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