Quedó patente que el gobierno de Cuba teme a 90 segundos en la voz de Ariel Ruiz Urquiola. Si nada tienen que esconder, hoy en la ONU todo hubiese sido diferente… ¿o no?

El representante de Cuba -secundado por el de la República Bolivariana de Venezuela, el de China, el de Eritrea y el de Corea del Norte- boicoteó en reiteradas ocasiones la intervención del activista Ariel Ruiz Urquiola ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Ni 90 segundos puede tolerar el gobierno de la isla de una voz que los cuestiona, que presenta ante el mundo otra verdad y no la que ellos vienen contando.

Era esperado, conociendo las técnicas para silenciar -desde hace seis décadas- a todo el que piense diferente. Esta vez se notaba el miedo, los nervios, del funcionario cubano. Tenía órdenes precisas: Ruiz Urquiola no podía hablar. Había que interrumpirlo cuántas veces fuera necesario, y con los argumentos más fatuos y ridículos.

De los presentes en la plenaria, solo la representante de Australia defendió que el activista cubano pudiera realizar su pactada exposición de 90 segundos, en el lugar cedido por la organización no gubernamental UN Watch.

Si reprobable es la actitud del gobierno de Miguel Díaz-Canel, igual ha quedado en evidencia la incompetencia de las Naciones Unidas como organismo internacional que debe velar, en el caso que nos ocupa, por los derechos humanos de todos los habitantes de este planeta, sin importar raza, orientación sexual o afiliación política.

Quienes siguieron en vivo la sesión 44 de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU habrán notado el marcado contraste entre la determinación y la serenidad de Ariel Ruiz Urquiola y el histerismo del lenguaje verbal y corporal del representante de Cuba. En determinado momento sonó incluso como que usaba un tono amenazante cuando se dirigía al moderador y le exigía que aquello no podía continuar.

Lo más escandaloso es que la ONU cedió al boicot. Sin embargo, ante el mundo quedó muy claro que un gobierno que ha sometido al silencio a su gente por más de seis décadas -solo se puede decir lo que ellos quieren escuchar, lo que los presente ante el planeta como salvadores y solidarios-, teme y mucho a 90 segundos de una voz que disiente.

Desde La Habana, Omara Ruiz Urquiola -la hermana de Ariel- se refiere a la visibilidad que han logrado con el mensaje que se quería transmitir: “Se trata de que logró llegar a la ONU, arriesgando su vida, y lo que tenía que decirles es tan brutal que tenían que impedirlo a toda costa”.

Michelle Bachelet, la alta comisionada de la ONU para Derechos Humanos, ha dado la espalda a una parte de los cubanos que pedían que la denuncia de Ariel Ruiz Urquiola fuera escuchada. Ha traicionado lo que debe defender; ha optado hoy por alinearse con sus viejos amigos del gobierno de la isla. Parecen importarle poco entonces los derechos humanos de algunos.

 

Ania Liste

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