No corren buenos tiempos para la economía cubana, lastrada por sus propias deficiencias, los problemas estructurales, la dificultad para adquirir materias primas y por la COVID-19, circunstancias que presagian un futuro complicado para el país y sus ciudadanos cuando pase la pandemia.
Aunque la solución del problema se antoja complicada, no vendría mal al gobierno escuchar la voz de destacados economistas cubanos radicados dentro y fuera de la isla, quienes analizaron en los últimos días el escenario pre y pospandemia, y sugirieron algunas medidas que ayudarían, a largo plazo, a transformar la dura realidad.
En una amplia conversación, trasmitida de forma simultánea a través de las páginas de Periodismo de Barrio y elTOQUE en Facebook, los doctores en Ciencias Económicas, Pedro Monreal y Omar Everleny Pérez, diseccionaron la “nueva normalidad” económica y los posibles escenarios pospandémicos en Cuba.
Cuando se piensa en la recuperación económica, inevitablemente se dirigen las miradas hacia el turismo, uno de los motores que ahora están detenidos por el cierre de fronteras, pero Monreal y Everleny alertan que la crisis sorprendió a Cuba sumida en intentos de transformaciones, y que la escasez y el desabastecimiento fácilmente rastreables hoy, no tiene nada que ver con la pandemia. Por lo tanto, el cambio era necesario desde muchos antes, y la actual situación no puede sostenerse en el futuro.
“En términos de estructura, obviamente, una estructura económica que invertía la tercera parte en una actividad, básicamente el turismo, no puede permanecer en la nueva normalidad”, afirma Monreal.
“Esa nueva normalidad tiene que ser distinta. El turismo era la locomotora que abarcaba todo el país y arrastraba muchos sectores de la producción, pero ya el turismo no va a ser masivo. Hay que reconsiderar el plan de construcción de instalaciones hoteleras, en un mundo donde tienes que invertir en la industria y la agricultura por seguridad alimentaria. Si no tienes dinero para importar, tienes que producir alimentos”, dijo Everleny.
Los economistas cubanos hablan, pero muchas veces no son escuchados, y esto no parece que vaya a cambiar. El diario Granma, bajo el título “La «bondad» neoliberal de los entusiastas consejeros”, dejó una frase que parece señalar el camino a los decisores: “la economía es una cosa muy seria para dejársela a los economistas, que solo proponen en términos exclusivos de su disciplina”.
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En este artículo descalifican a quienes han apuntado a los éxitos de China y Vietnam como referencias para el cambio, y a las bondades probadas de las pequeñas y medianas empresas como derroteros para encontrar soluciones. El medio oficialista le cierra la puerta a todo debate, afirmando que “Cuba debe ser creación heroica y riesgosa, sí, ni calco ni copia”.
Pero lo que proponen muchos de estos conocidos especialistas no es copiar completamente nada, sino aplicar transformaciones que en ambos países –que el oficialismo llama “amigos”- han sido extremadamente productivas, y que permitieron saltos económicos hoy visibles.
En una Cuba postpandemia es más necesario que nunca liberar las fuerzas productivas, dar facilidades al sector privado, reconocer las Pymes y diversificar las inversiones en sectores más allá del turismo sobre el que, afirma Monreal, “incluso si es un turismo modificado, tiene un futuro en el desarrollo de Cuba, sin duda. El cuestionamiento al turismo es a corto plazo. El turismo que existe en el país es básicamente de sol y playa y de ciudad de alto estándar, básicamente La Habana. Ese turismo aparentemente va a demorar.”
La llamada locomotora de la economía cubana tiene cientos de millones “enterrados en forma de hoteles, infraestructura y equipo”, con los cuales, explica “se corre el riesgo de que se haya hecho una inversión que nunca se vaya a recuperar o que se va a recuperar en un grado muy bajo, ese es el reto que tiene el turismo”.
En este caso, Monreal afirma que se puede “reemplazar con actividades importantes como la agricultura y la agroindustria, que es el sector empleador más grande de la economía cubana y, al mismo tiempo, el sector con la más baja productividad. Un incremento en la productividad de la agricultura haría crecer el PIB de Cuba”.
Mientras Everleny, investigador sobre el papel de la inversión extranjera en Cuba, explica que “muchas de las exportaciones cubanas tendrán una recuperación más lenta. El efecto que va a tener esto en todo lo que esté conectado al turismo será devastador. El país tendrá que reinventarse. Todo lo que dependa de hacer encadenamientos internos, con bajo nivel de importación, tiene que estar con mucha fuerza en la recuperación; es el caso de la industria y la agricultura”.
Para el también Dr.C Juan Triana Cordoví, no empezar nuevas inversiones en turismo posibilitaría destinar parte de ese dinero a “la creación de poderosos de sistemas de producción de alimentos, donde todas las formas productivas tengan participación, creo que se ayudaría mucho a reducir aquella dependencia”, según escribió en un reciente artículo en OnCuba News.
En las explicaciones de estos especialistas no escuchados se encuentran inestimables sugerencias para intentar encarrilar la economía cubana. Por ejemplo, un antiguo reclamo de muchos trabajadores por cuenta propia en Cuba, la aprobación de las Pymes, pudiera ser fundamental, pero la lentitud palpable en las reformas en la isla las convierten en un sueño, al parecer, lejano.
“Si un porciento de las personas del sector privado se pasara al sector de la pequeña y mediana empresa, simplemente porque eso ofrece un mayor techo de productividad, se podría obtener entre 1,5 y 1,7 % adicional de PIB”, dice Monreal.
Para Everleny, hay otro importante elemento a resolver para destrabar el embrollo cubano: “la lentitud que existe todavía para aprobar una empresa extranjera. ¿Por qué –sin obviar el bloqueo de Estados Unidos, que es un aspecto importante y no podemos decir que no frena el desarrollo– cuando una empresa extranjera decide venir nos demoramos en darle la aprobación?”.
Triana Cordoví recuerda en su trabajo que “tenemos tierras que pueden ser licitadas a empresas extranjeras y a empresas cubanas no estatales para el fomento de la producción agrícola y de la exportación de esos productos”, y que “es posible fomentar empresas acopiadoras y distribuidoras que con capital propio puedan “competir” con nuestra eterna “Acopio”.
Además, se pregunta: ¿Por qué mantener dos ministerios para atender un mismo y único problema? ¿Por qué no dejamos que nuestros campesinos, los que puedan, importen directamente los equipos que necesitan? ¿Cuándo cambiará la política de precios a los productores para estimularlos mejor?”.
Pero por más que se levanten las voces, poco se sabe de qué hará el gobierno una vez pase la pandemia para reactivar la trastabillante economía cubana. Para Elías Amor, de Diario de Cuba, “por supuesto que se puede hablar de “actualizar” políticas e instrumentos, pero hay que ir más allá. Sabiendo lo difícil que eso puede ser en un país dominado por la ideología comunista, que ha transformado antropológicamente a los cubanos, vale la pena apostar por algo realmente nuevo y así superar el bache provocado por la Covid-19 y la herencia de 61 años de fracasos económicos”.
El país precisa cambiar, pero aplicando otras medidas que den algún tipo de resultados, porque las que se implementan hace tantos años no lo han hecho.
Hace tiempo, los dirigentes casi no mencionan ya su pasado lema de “próspero y sostenible”, porque las evidencias que muestra la calle, día tras día, contradecirían estas “aspiraciones”. Cabría repetirles las preguntas que Triana se hace en su artículo de OnCuba: “¿Puede ser próspero un país que no alcance a satisfacer adecuadamente las necesidades de alimentos de su población? ¿Puede ser próspero un país donde sus ciudadanos dediquen la proporción mayor de sus ingresos a adquirir alimentos?
Omar Cortázar