Javier Alejandro Larrea es el ideólogo de la Red Bienestar Animal en Cuba, en la que cualquiera puede aportar. El proyecto prioriza el trabajo comunitario con los animales de las respectivas zonas

Javier Alejandro Larrea Formoso comparte su espacio con dos animales. Para él, la vivienda donde vive es una zona de amor profundo hacia estos, casi igual que el que siente por Bariay, el lugar en el que pasó su infancia.

“Mi amor por los animales surgió a través de mi abuelo materno, quien desde mi niñez me mostró todo lo relacionado al cuidado y a la protección de estos. Mis primeros recuerdos son con él, rescatando perritos o cualquier animalito en peligro de la zona. Más tarde, busqué la relación con personas cuyo sentimiento era el mismo. Ver cómo desarrollaban ese trabajo, me hizo interesarme en realizar una labor más activa”.

A día de hoy, el estudiante de Derecho se convirtió en el ideólogo de la Red Bienestar Animal en Cuba (BAC), cuyas filas engrosan cada vez más personas. BAC tiene sus inicios en la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu.

“En la escuela, junto a un amigo, creamos el proyecto Bienestar Animal en Cuba (BIENAC), centrándonos en el colegio, los alrededores y la comunidad de estudiantes en general. Contábamos con la colaboración de los alumnos de Veterinaria y fue un primer intento institucionalizado, bien estructurado, de organización. Por ahí empezó mi activismo”.

Actualmente, este joven villaclareño prefiere hacer libremente. “Ayudo en todo lo posible a los grupos animalistas, pero me gusta mucho el trabajo independiente, lo que se puede hacer desde la experiencia personal de cada quien. Es esa la fundamentación principal de BAC: cualquiera puede aportar”.

“El éxito de la red radica, específicamente, en la inclusión: no se trata de que cada quien adopte 200 perros ni ayude en 300 esterilizaciones. Se busca el trabajo comunitario con los animales de las respectivas zonas: darles agua, comida, atención médica, tratar de encontrarles un hogar. No es la idea interferir en el tiempo de trabajo o estudio de nadie, sino lograr una labor sistemática y complementaria a las agendas diarias de cada cual”, señala.

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En medio de la lucha ciudadana para la aprobación de una Ley de Protección Animal en Cuba, el apoyo no se hizo esperar. Muchas han sido las personas interesadas en pertenecer a la red, cuyo desarrollo es ya muy avanzado en varias provincias del país.

“Ya tenemos los grupos de La Habana, Santa Clara, Matanzas y Cienfuegos; estoy coordinando los viajes para reunirme con los colaboradores de estas ciudades, a fin de fundar oficialmente la red. Me admira el número de personas sumadas a esta iniciativa. Casi siempre, la gente se siente excluida porque teme no tener el tiempo para participar en todas las labores de rescate, carecer de espacio para un perrito en adopción, capacidad o las condiciones. La protección animal va más allá de los activistas: alimentar un animalito, darle agua, compartir los casos en las redes sociales, servir como casa de tránsito hasta que se encuentra un hogar definitivo; son estas iniciativas personales un tanto opacadas por el activismo”, advierte.

La labor no siempre ha sido fácil. Aunque ahora reciba las felicitaciones de cientos de personas, Javier ha debido lidiar con una difícil situación en su Villa Clara natal. “La problemática de los animales callejeros aquí es bastante crítica dado que las personas no han asumido la importancia de la esterilización como método contra la sobrepoblación. Gracias a la labor de muchas personas, especialmente estudiantes, hemos logrado que las personas comprendan la importancia de ese tema”.

“Casi todos los protectores y activistas tienen una consideración especial conmigo por el tema del estudio; hay quienes son protectores a tiempo completo, una labor digna de admirar. Me siento honrado de recibir su ayuda. Diariamente, recibo peticiones y mensajes de personas haciéndome llegar casos horrendos para que me pronuncie. En la medida de lo que puedo y sin afectar mi carrera, asumo la defensa de quienes no tienen voz”.

El machismo también atenta contra la educación popular, según refiere. Para no pocas personas resulta extraño que un hombre rescate animales en las calles y, en ocasiones, su sexualidad ha quedado en entredicho. “El amor por otras especies no me hace menos masculino. Generalmente, una muchacha tiene mayor apoyo en estos aspectos. Contrario a esta idea, me he topado con muchos hombres interesados en colaborar”.

Aunque aun no cuentan con el financiamiento necesario, la red ya se mueve con esfuerzos propios. Las puertas no están cerradas para cooperaciones nacionales y foráneas “siempre que vayan encaminadas al objetivo fundamental: los animales”.

Por último, Larrea se refirió al papel del Derecho en esta lucha: “Ahora mismo, el bienestar animal es un tema muy sensible en la ciudadanía, y necesita ser regulado. La existencia de un vacío legal para normar los aspectos fundamentales en cuanto a la manera de coordinar bases, principios, cuáles serán las actitudes reguladas y las tipologías de maltrato animal a sancionar teniendo en cuenta un futuro decreto ley, forman parte del reclamo popular”.

“Como estudiante de Derecho, ha sido decisivo involucrarme en este tema y aportar desde ciencias como la veterinaria, el derecho y la sociología. De acuerdo con esta última, el maltrato animal tiene un enlace directo con la violencia familiar, que puede reflejarse en actitudes propias de hechos delictivos con un alto índice de peligrosidad social”, finaliza.

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Javier acaba de llegar a casa. Este joven, quien no se considera un protector a tiempo completo, acaba de participar en una operación de cuatro horas, y lleva un perro en brazos. Ahora deberá alimentar a sus familiares de cuatro patas para luego estudiar buena parte de la noche. Mañana será otro día para salvar vidas.

María Carla Prieto


 

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