En Cuba, la jabita de nylon tiene insospechados usos. Es como una especie de ícono entre quienes nacimos en la isla

Si se fueran a enumerar todos los usos que se le dan en Cuba a las bolsitas de nylon, la lista sería demasiado larga. Basta con apuntar que cargar la compra es solamente una de sus funciones y desde ese momento comienza su extensa vida útil. Para guardar el pan, echar la basura, amarrar tuberías, confeccionar carteras y sombreros artesanales, transportar artículos, envolver productos cárnicos en el congelador, son solo algunas de las finalidades con las que se utilizan.

Perfil de TW Luz Escobar

Probablemente, en pocos países del mundo se laven las jabas de nylon y luego se pongan a secar como si se tratase de una pieza de ropa. “Mientras no se rompan las reutilizamos, una y otra vez. Las frotamos con agua y detergente y quedan como nuevas”, dice Ana Luján, quien tiene la costumbre de ponerlas en la tendedera y sujetarlas con palillos para que permanezcan aireadas.

En la isla, estas bolsas no solo se conservan, sino que se compran como cualquier otro artículo. Hay personas incluso que destinan una parte de su salario a acaparar más de una docena, por si en algún momento llegaran a perderse. “Supuestamente en las tiendas en divisa te las deben dar gratis junto con lo que llevas, pero eso sucede raras veces. Casi siempre los dependientes dicen que se agotaron. Lo simpático es que luego, fuera del local, ves a los revendedores que las tienen a un peso en moneda nacional. Ese es el momento en que, si tienes el dinero, aprovechas y adquieres unas cuantas, pues es probable que cuando regreses otro día al mercado tampoco las hayan suministrado”.

Baltasar, anciano que durante algún tiempo se dedicó al comercio clandestino de estas jabitas, cuenta que “en ocasiones los mismos trabajadores de establecimientos estatales se las negociaban a él por 0.50 centavos en moneda nacional. “Yo salía rápido de ellas porque me sentaba en lugares estratégicos, afuera de los puntos de venta, de las bodegas. Las vendía a un peso. Les ganaba la mitad. Pero después los proveedores me las empezaron a cobrar a 0.65 centavos y se puso dura la cosa. Quedaba poco para mí”.

Nicolás es chofer estatal y asegura que cada mes designa 30 pesos para las bolsas. “Es que solamente en la basura ya se gasta muchísimo. El pan también lo guardamos ahí, aunque tratamos de usar la misma y cambiarla solo en caso de que se deteriore demasiado. Ojalá y no aumenten de precio porque entonces sí se complica la cuestión”.

Las jabas de nylon, un contaminante común en las playas

A inicios de este mes de enero varios países del Caribe prohibieron los plásticos de un solo uso. El Caribe es, según la agencia de noticias EFE, la región que más contamina per capita del mundo. Si bien varios medios oficialistas de la isla se hicieron eco de la iniciativa, Cuba estuvo entre los estados que no levantó la mano para unirse a esta campaña que pretende evitar el deterioro de las costas y los recursos marítimos ante el aumento de la contaminación.

Para Raisa Cuello, quien se ha involucrado en varias actividades ambientalistas, “aunque no se dio ningún argumento al respecto, la respuesta pudiera estar relacionada con que el gobierno no tiene recursos para unirse a esta estrategia. No tiene o no destina presupuesto para adquirir materiales ecológicos y poner fin, por ejemplo, a las jabas de nylon que pululan por todos lados y que cumplen funciones sorprendentes. Lo cual es reflejo de la carencia y de las soluciones que busca la gente”.

“¿Es que si prohíben las bolsas de nylon que van a poner? Porque ya ni papel cartucho hay en este país”, se cuestiona Carlos, estudiante de turismo.

Laura Díaz, activista ambiental, comenta que en las limpiezas a playas y zonas costeras a las que ha asistido es impresionante la cantidad de jabas que se encuentran. “Puede que sea de los contaminantes más comunes y más peligrosos también, pero en realidad, es muy difícil trazar una política encaminada a su prohibición, cuando son tan empleadas y cuando no existe otro elemento para sustituirlas”.

Texto y fotos: Lucía Jerez


 

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