Aun cuando su valor arquitectónico e histórico es incuestionable, el edificio López Serrano fue sometido por última vez a una restauración de envergadura en 1978
Bajo la inspiración del emblemático Empire State de Nueva York, se inauguró en La Habana en el año 1932 un edificio bautizado como López Serrano. El nombre lo debe al magnate que hizo el encargo: José A. López Serrano. Aun cuando su altura es mucho menor que la del rascacielos neoyorquino, para los habaneros siempre ha sido el Empire State de la capital.
Con una estructura de 10 pisos y una torre de cuatro niveles, es obra de los arquitectos Ricardo Mira y Miguel Rosich y se encuentra en la esquina 13 y L del Vedado capitalino.
Para el ingeniero civil Antonio Santana, la edificación es una de las más nombradas en la isla cuando se habla de estilo Art Deco. “Además de una estructura sui géneris con indiscutible influencia americana, llama la atención los muros enchapados en mármol rojo en el vestíbulo. A juicio de algunos expertos fue traído de Marruecos. Igualmente, en su interior figuran relieves en níquel y plata del artista Enrique García Cabrera”.
Demetrio Alonso, reside en 13 y M, y recuerda las historias de su tío sobre personalidades que habitaron algunas de las viviendas del llamado rascacielos. “Por ejemplo, recuerdo que me contaba que en uno de sus pisos vivió Eduardo Chibás, dirigente del Partido Ortodoxo. Tanto mi tío como sus amigos disfrutaban de relacionarse con figuras del momento y comentaban con orgullo que saludaban al joven político al coincidir en las proximidades de la instalación. Ahora la vivienda que antes fuera de Chibás es una como otra cualquiera, donde vive una familia, ni siquiera la conservan como un sitio de interés histórico”.
Aun cuando su valor arquitectónico e histórico es incuestionable, el edificio López Serrano sucumbió en las manos del abandono y la desidia. Hace alrededor de cinco años que profesores y estudiantes de la Facultad de Arquitectura del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría (CUJAE) llevaron a cabo un proyecto para su reparación. Sin embargo, el presupuesto aprobado no alcanzaba para sanar todo el deterioro.
“Creo que fueron 10 millones de pesos cubanos lo que destinaron pero qué va, eso es una cifra risible ante esta majestuosidad”, cuenta Isabel Paz, quien vive en el inmueble. “Por tanto todo quedó en papeles y palabras”.
Alfredo Ochoa habita uno de los apartamentos hace más de 30 años y asegura que la última reparación seria que tuvo el edificio fue en 1978 a propósito de un “Festival de la Juventud y los Estudiantes” celebrado en esa fecha. “A ver, peligro de derrumbe no hay, al no ser que ocurra un terremoto. Estas columnas tienen dentro vigas de acero y la fortaleza de las paredes es asombrosa, pero existen muchos detalles que necesitan ser enmendados”.
“Las instalaciones eléctricas e hidráulicas de los apartamentos son un desastre. Son de cobre y galvanizadas; es impresionante cuánto se han corrompido por el salitre. Estamos muy cerca del mar”, añadió.
A juicio de Teresa Montes, son los propios vecinos quienes han venido reparando poco a poco sus viviendas como han podido y gracias a eso la cosa no ha ido empeorando. Todos procuran no romper los rasgos originales como el suelo de mármol granito. Aunque a veces es difícil. Michas instalaciones se hallan por debajo del piso”.
El problema de la electricidad al que hacen referencia los moradores ha dejado en desuso un gran número de lámparas que antiguamente, mantenían iluminado el lobby y las zonas comunes. Hoy una penumbra sobrecogedora insiste en resguardar las famosas paredes de mármol rojo, y los tallados del vestíbulo.
Texto y fotos: Lucía Jerez