De la prensa oficialista cubana uno puede esperar cualquier cosa. Puede esperar que, por ejemplo, salgan a reseñar diez días después -y más- un hecho que sacudió la sociedad cubana -real y virtual- y que lo hagan, una vez más, chapoleteando, reculando o simplemente no aportando nada nuevo. Al final estamos acostumbrados a que llamen “campaña contra Cuba” a cualquier cosa que sea contrario a sus intereses hegemónicos por controlar todo lo que se dice en la isla.
Sí, porque en la isla, todos los medios están en poder del Estado. Un Estado que gestiona y alimenta a un grupo de cuadros encargados de discernir qué se publica y qué no se publica. En el caso de lo que se publica, tiene que ser cómo lo orientan ellos. Y si no es así, que lo digan Leticia Martínez y Boris Fuentes. A la primera, Machado Ventura mandó a quitarle un texto y modificarlo; al segundo, lo bajaron del equipo de reporteros “presidenciales”, acusado -vox populi- de ser el culpable de todo el trajín que se le vino encima a Díaz-Canel por haber pronunciado la frase: “la limonada es la base de todo”.
Ahora, nos llega, desde Sancti Spíritus, Enrique Ojito. Un viejo periodista oficialista muy conocido que, repito, diez días después de la muerte del joven Hansel Ernesto Hernández, ha venido a decir lo que pienso, sin pensar lo que dice (parafraseando al maestro Joaquín Sabina).
Ojito, que al parecer no ve muy bien las cosas a pesar de su apellido, cataloga como una “campaña contra Cuba” las protestas virtuales en contra de la muerte de Hansel Ernesto. Y digo virtuales, porque el MININT, la PNR y la Seguridad del Estado cubanas se encargaron de que no fueran físicas.
Es curioso que Ojito acuse a las personas molestas, que llame “especulaciones y mentiras” de las redes sociales y otros medios contra la “revolución”, al intento de búsqueda de una verdad sobre un hecho que no ha sido aclarado del todo, y a la que él llama “campaña contra Cuba”.
De hecho, se trata de un suceso, muy raro, y si hay un responsable, es el Ministerio del Interior, que desde un inicio debió haber publicado una NOTA OFICIAL -no cuatro días después- sobre lo sucedido. Y exponer las pruebas, algo que tampoco hizo 96 horas después cuando, abrumada por tantas denuncias, salió a explicar lo que -escuchen esto- es “la verdad”; una verdad similar a la que había divulgado un supuesto Youtuber y que los medios oficialistas en un caso inédito y lamentable en la historia del periodismo cubano, dieron como la única verdad de lo sucedido.
En realidad, no es interés mencionar todo lo que el cegato Ojito dijo hoy, pues volvió con el viejo cuento del Lobo y la Caperucita Roja de los “tanques pensantes”; del “programa subversivo contra Cuba”; de los “millones” y de una “confabulación anticubana”.
Si Ojito fuese un periodista serio y objetivo, debió haber admitido antes de escribir, en primer lugar, que ni él ni nadie tiene pruebas testimoniales, más allá de lo que dijo el policía y dijo la policía -y la Seguridad del Estado- sobre el suceso. Un periodista medianamente inteligente debería admitir siempre que las pruebas son la base de todo -no la limonada- y que como bien dice el refrán: “vista, hace fe”.
Por lo pronto, y para no seguir discurriendo sobre un asunto que está muy claro, le dejo a Ojito una tarea. Que explique cómo una bala de 9 mm de pistola Makarov puede entrar “por encima de una nalga, golpear el hueso de la cadera por dentro, desviarse en su trayectoria, recorrer 30 centímetros entre tripas e intestinos, atravesar la durísima caja torácica y salir por el pecho de un ser humano”.
Si me responde eso, más allá de su “campaña”, prometo enviarle un par de espejuelos.
por Roberto A.
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