Pese a su rareza, no muchos turistas se aventuran a conocer Bibijagua. Esta playa de la Isla de la Juventud, para muchos un paraíso, tiene arenas negras

Bibijagua es un lugar diferente, extraño para quienes lo visitan por primera vez. Ubicada en el municipio especial Isla de la Juventud, es una de las playas más raras del archipiélago cubano, única de su tipo en el país por el color negruzco de sus arenas.

Ocho kilómetros separan a Nueva Gerona de Bibijagua. Los locales acostumbran a viajar en guaguas para disfrutar de un chapuzón. La distancia que separa los horarios de los recorridos y la poca disponibilidad de ómnibus, obligan a veces a tomar otras iniciativas. “Carretón de caballo o bicicleta, así el viaje se hace más interesante. La merienda en la mochila, el pomo de agua y andando”, afirma Ulises.

Este paraíso local aparece al final de una carretera que guía igualmente a otras cuatro playas. Sin embargo, Bibijagua, a pesar de su lejanía, se lleva las preferencias de los pobladores debido a la tranquilidad de sus aguas, el paisaje y las condiciones actuales que garantizan una mejor estancia.

“Todas las vacaciones venimos a pasarnos una semana y el primer sitio que visitamos es este. No tiene grandes lujos pero el contacto con lo natural es lo más atractivo. Una sábana tendida debajo de una palma, la música ambiente y el aire de mar, nada comparado con eso para compartir en familia”, comenta Elena, natural de Pinar del Río.

Una de las cuestiones más llamativas del lugar son las características del suelo arenoso. Acostumbrados al blanco tradicional de las costas, el negro del litoral local deja boquiabiertos a los forasteros. “Cuando me lo dijeron pensé que sería como fango o algo así, pero es impresionante, dentro y fuera del agua, la arena es igual. Todavía tengo en mi casa un pomo con un poco que me llevé la primera vez que fui”, cuenta Laura.

La recreación en el pequeño municipio es de las cuestiones que más afecta, por eso durante los meses de verano, el espacio se convierte en un centro de esparcimiento. “Montas a caballo, juegas fútbol, voleibol, incluso hasta una profesora de aeróbicos ponen en la orilla para dar secciones diarias de ejercicios”, aclara Patricia, pinera.

A pesar de sus potencialidades, le queda mucho por explotar en el apartado turístico. En los alrededores no cuenta con ninguna zona hotelera; solo con un campismo popular cuatro kilómetros más lejos y un motel, que carece de las condiciones mínimas para ls estancia.

“Para pasar el día, el entorno es agradable. Pero para quedarse por largo tiempo no. Al caer la tarde las plagas de insectos comienzan y es muy incómodo durar hasta la noche. Además las actividades son durante el día, luego es metido en una habitación sin televisor y nada mejor que hacer”, explica Diego, quien se hospedó en el campismo.

Debido a esto, la afluencia de extranjeros es escasa y muchos coinciden que quizás esto sería la inyección necesaria para realzar las potencialidades de la zona que aún se mantiene virgen.

Aunque en la memoria de algunos, la Isla de la Juventud sea un territorio olvidado o poco interesante, cuando pones un pie en lugares como estos vale la pena replantearse dónde radica la verdadera belleza.

Texto y fotos: Vladia Rosa García

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