Los protectores de animales en Cuba han sido criticados; sin embargo, animalistas canadienses reciben apoyo de las autoridades

Como cada año, los miembros de Spanky Project están por llegar. Con residencia en Canadá, esta organización sin fines de lucro arribará a la isla durante este mes de febrero para realizar una campaña de esterilización y desparasitación masiva de mascotas.

Entre los días 24 y 29 próximos, los dueños podrán llevar sus mascotas a las sedes de La Quinta de los Molinos o el barrio del Santo Ángel, donde además sucederán conversatorios sobre tenencia responsable a cargo de los animalistas de Spanky Project.

Algunas instituciones cubanas han dado el visto bueno a la iniciativa. La Oficina del Historiador de la Ciudad en varias provincias respalda este trabajo; de hecho, para los amigos canadienses se preparó un local y se habilitaron números de atención a la población, para que los interesados puedan hacer una inscripción previa con vista a las operaciones.

En noviembre pasado, incluso, el Dr. Eusebio Leal enviaba una carta de agradecimiento al director de Spanky Project.

La noticia deja un sabor agridulce en los animalistas cubanos. Por una parte, “la ayuda es siempre bienvenida. Ellos traen material apropiado para las intervenciones y se valen de la ayuda nuestra; entonces trabajamos juntos, creando una experiencia bonita en beneficio de los animales, que es lo importante”, describe Beatriz, miembro de Protección Animal en Cuba (PAC).

Sin embargo, la problemática se complica si tenemos en cuenta las actuales condiciones del activismo social en este sentido. “Cada campaña de esterilización que intentamos hacer debemos cancelarla, pues nos ponen mil trabas por la procedencia de la anestesia, la legalidad del hecho en sí, etc. Cuando realizamos una, no lo hacemos en las condiciones idóneas por no contar con un lugar específico, y llegamos cada vez a menos personas pues la difusión se hace de boca en boca”, refiere Carlos, miembro de la red de Bienestar Animal en Cuba (BAC).

¿No es acaso esta otra muestra de hipocresía por parte de las autoridades de la isla? ¿Por qué mostrarse solícito con el de afuera, cuando sofocas una labor similar del nacional? La imagen del país proyectada para Spanky Project es confusa, más teniendo en cuenta que el gobierno cubano no mueve un dedo en materia de protección animal.

“Los actos crueles contra las mascotas siguen sucediendo: las peleas de gallos y perros siguen ocurriendo debajo de las narices del gobierno sin que se tome alguna medida; cada vez son más los casos de personas abusando de los animales por hobby, como el perrito arrastrado en La Hata, a plena luz del día, o la quemada en Santa Clara. Esto sigue sin castigo”, refiere Anabel, activista.

Quede claro en todo momento: son las organizaciones independientes las encargadas de velar por las mascotas en el país, en la mayoría de los casos sin el beneplácito de los decisores. Refugios, rescates, tratamiento médico y comida corren a cargo de estas personas.

“Se nos ha tachado de extremistas, demonizando nuestra labor en ocasiones. Desde la huelga que hicimos frente a Zoonosis, las autoridades nos tienen en el punto de mira. Nuestra voluntad siempre fue de colaboración, y ahora somos un peligro”, declara la protectora Susana.

Realizar una campaña con todas las de la ley es bueno, llega a más gente y debe impulsarse sin importar quiénes son los interesados en hacerla.

“Desgraciadamente, en Cuba son poquísimas las instituciones gubernamentales interesadas en la protección animal y me atrevo a decir que casi ninguna toma acciones concretas. La responsabilidad lleva años recayendo en ciudadanos comunes: nosotros los activistas”, concluye Susana.

María Carla Prieto


 

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