Dos días después de verse emplazados públicamente unos funcionarios estatales en la prensa oficial, se solucionó un asunto que demoró 10 meses en resolverse; pero el anciano reclamante murió unos días después. Esperaba por su dinero desde hacía meses, y no vio un centavo nunca.

La vida nunca podrá decirnos si en la muerte de Santiago Ruiz Beltrán tuvo algo que ver o no, el hecho de que este trabajador incansable de los campos cubanos estuviese esperando su pensión de jubilado. El anciano murió en diciembre del 2019 y desde enero de ese año se encontraba reclamando su jubilación.

Sería especulativo afirmar que sin su dinero, Santiago Ruiz Beltrán no se pudo alimentar mejor; o que tal vez no pudo pagar por debajo del telón una de las tantas medicinas que están en falta en las farmacias del país. No, no se puede afirmar tal.

Tampoco se sabe, ni se sabrá, si tanto stress o preocupación influyeron en su deceso. Lo que sí se puede decir a las claras es que el anciano murió esperando por el dinero que justamente le correspondía, y la burocracia cubana nunca se lo pagó.

El caso, doloroso e injusto, vio la luz en la prensa oficial. Específicamente en la columna Acuse de Recibo. Debe haber sido indignante para Pepe Alejandro escribir la nota periodística mientras rememoraba los sucesos.

Cuenta Pepe que el 3 de noviembre de 2019, sensibilizado él con ese hombre de campo escribió: «La morosidad en la jubilación solicitada es una falta de respeto para Santiago Ruiz Beltrán, un hombre de trabajo que ha dejado una vida de esfuerzos y sacrificios en el campo, bajo sol, sereno y agua».

Y lo hizo consciente, porque desde el 7 de enero de 2019, le habían dicho “que todo estaba listo para recibir su pensión” de jubilado, pero que debía esperar. Santiago se cansó de esperar. Y falleció diez meses después.

El anciano estaba asociado a la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) 24 de Febrero, en Baire, municipio santiaguero de Contramaestre. Cuando se retiró y vio que no le pagaban, Santiago fue varias veces a la Dirección Municipal de Trabajo; llamaba a la Dirección Provincial de Trabajo, allí le decían que todo dependía de una firma en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, en La Habana. Mientras, el pobre jubilado, vivía con apenas “lo justo”, digamos, sus ahorros.


Desde el momento en que Santiago escribió su queja narraba sus dolencias.

«Soy un hombre con tratamiento oncológico, refería, que tiene que viajar más de 80 kilómetros para recibir los sueros y otros medicamentos. ¿De qué vivimos mi esposa y yo, cuando todos sabemos los gastos que eso requiere? Lo que exijo es mi derecho como trabajador agrícola, lo que me he ganado con mi sudor».

Meses después, llegó la respuesta de parte de Ana M. Martín, directora de Políticas y Proyecciones del Instituto Nacional de Seguridad Social (Inass), adscrito al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS).

La funcionaria puso al corriente a Pepe Alejandro de lo sucedido: Santiago, el anciano jubilado que esperaba desde enero por el dinero de su retiro, había fallecido el 16 noviembre. Trece días después de ver su caso reflejado en la prensa oficial.

El porqué no se le pagaba lo resumió la funcionaria así: no se había podido implementar la aplicación del Decreto Ley 351 de 2017: Del Régimen Especial de Seguridad Social de los Cooperativistas de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa.

Sin embargo, luego de hecha pública la queja “al amparo de su Disposición Especial Primera, que faculta a la Ministra de Trabajo y Seguridad Social para conceder excepcionalmente, pensiones sin sujeción a los requisitos, términos y cuantías establecidos,” dos días después de publicada la queja en el Juventud Rebelde, “mediante Acuerdo 132 del 5 de noviembre de 2019, en consulta realizada a los miembros del Consejo de Dirección del MTSS, le fue aprobada a Santiago una pensión ascendente a 385 pesos mensuales.”

Lamentablemente Santiago no pudo disfrutar de la “excepción” que habían hecho en su caso. Tras varios meses desamparado, dos días después de ser emplazados los funcionarios en la prensa nacional, resolvían mediante un decreto todo un entuerto que tuvo al pobre anciano durante meses sin cobrar un centavo.

Pero este, murió, repetimos, sin ver un kilo de su jubilación.

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