Ya se conoce “la tajada” que el Estado cubano cobrará por permitir y “ayudar” a que los privados exporten sus productos al extranjero: un 20 por ciento
Cuando en días pasados se anunció que el gobierno de Cuba permitiría la exportación de artículos a los integrantes de las llamadas “formas no estatales de producción”, que no es otra cosa que un eufemismo para nombrar a cuentapropistas -o emprendedores privados- sus funcionarios fueron hábiles en ocultar cuánto cobrarían ellos, generosos, por “la ayuda”. O por “la puñalada”, como se diría en el argot popular.
Por aquellos días, el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, se limitó a decir que “si hay formas de gestión no estatales en capacidad de producir competitivamente, que tienen productos que pueden colocarse en los mercados internacionales, tenemos que buscar las facilidades para que esa competitividad se aproveche, esos productos puedan exportarse y buscar incentivos para que la divisa que entra al país por esa exportación vaya a esa forma de gestión no estatal”. Nunca antes, en más de 60 años, el gobierno cubano había admitido esa posibilidad.
Como quiera que, de pronto, el Estado se asumió “garante comercial” para esta “novedosa oportunidad de negocios”, surgieron las críticas. Para acallarlas, salió el mentiroso de Rodrigo Malmierca, quien ya una vez dijo sin sonrojarse siquiera que “nada impedía a los cubanos invertir en Cuba” para, ahora, volver a engañar al pueblo cubano mientras expresaba -perdón, aseguraba- que “en ninguna parte del mundo las pequeñas empresas, o incluso las personas que no tienen aún una empresa, hacen este tipo de gestión.”
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“Siempre se apoyan en empresas especializadas”, dijo Pinocho Malmierca sobre algo que el destino ya había trazado sus pautas. Ahora, tras publicarse la Gaceta Oficial el pasado 17 de agosto, ya se conoce que ellos -el gobierno- se quedará con una buena tajada del ingreso: el 20 por ciento.
20 por ciento por no producir nada. ¡Todo un negocio! Apenas “manichear” el papeleo -algo que pudiera hacer un buen abogado- ; negociar precio con los clientes, contactarlos, y “proveer” una entidad exportadora. Es decir, bien poco.
Según puede leerse en el artículo 17.3 de la Resolución 315/2020 del Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), “del saldo resultante de la operación comercial, la empresa exportadora transfiere el ochenta por ciento (80%) a la cuenta en moneda libremente convertible de la forma de gestión no estatal que tiene habilitada a esos efectos”, por lo que se deduce que el 20 por ciento restante se transfiere a una cuenta estatal en pesos convertibles, de las tantas que controla el gobierno.
Una lectura del documento recoge claramente cómo el precio de venta de exportación se acuerda por las entidades exportadoras con el cliente externo. Es decir: el cuentapropista no interviene en el proceso.
El cuentapropista, con cualquiera de las 36 entidades exportadoras que, controladas por el gobierno, este último “pone en su manos”, apenas acuerda un precio de adquisición del servicio o mercancía una vez descontados del precio de venta de exportación los gastos en que se incurra por la transportación nacional, flete, seguro, operaciones aduanales, margen comercial y otros gastos que correspondan, hasta que se produzca la entrega al cliente extranjero.
Para negociar el precio “con el extranjero”, entiéndase “el comprador”, se utilizará como referente el precio del producto ya existente en el mercado; al menos en cuanto a otros productos similares. Pero si en el transcurso de la entrega del “Estado” al comprador, surge un boom en la venta del producto, el verdadero productor no se beneficiaría de este “beneficio mercantil”, toda vez que ya el precio ha sido fijado con anterioridad.
Que el trabajador por cuenta propia no decida el valor de su mercancía, o que reciba un incentivo por un “repunte” del precio de la mercancía vendida al Estado, es otra de las muchas “sutilezas” que el “benévolo” socialismo cubano a través de sus funcionarios no explicó en días pasados, cuando dio a conocer “la novedad”. Una novedad que hasta hace dos semanas parecía “contraria a los principios socialistas” y que, a consecuencia de la pandemia del coronavirus y su impacto directo en la poca liquidez financiera, ahora aparece como “forma no estatal”.
¿Para qué? Pues para “salvar el socialismo”.
por Ariel P.
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