La imagen de un “verdadero santo” habita por estos días las páginas de la prensa oficialista en Cuba. De Fidel Castro solo se puede hablar bien, más ahora que está muerto
Casi desde el inicio de agosto, la prensa oficialista cubana se ha encargado de “engordar” la visión edulcorada de Fidel Castro. Es una especie de homenaje adelantado, por el que sería su 94 cumpleaños.
Basta con ojear algunos de los títulos en las primeras planas de los diarios: “El eterno cumpleaños” (Juventud Rebelde); “Gracias, Fidel, por ser, ante todo, humano” (Granma); “Argentina: último viaje de Fidel al exterior”(Cubadebate); “La cultura le rinde tributo a Fidel” (Trabajadores) o “El hermoso vuelo del pájaro azul” (Tribuna de La Habana). Todo son elogios para el hombre que decidió que Cuba era suya, hace más de seis décadas. Mucho se oculta de la verdadera biografía del que se hacía llamar Comandante en Jefe. Algunas de esas fotos de viejito agotado de los últimos años son solo un espejismo.
Castro podría decirse que aun después de muerto es casi tan odiado como venerado. Y hasta algunos que “disfrutaron” de su amistad o fueron cercanos, se le han virado. Si se revisan las páginas de la historia de la isla caribeña desde enero de 1959, los ejemplos abundan.
El hombre que siempre vociferaba que en Cuba no habría culto a la personalidad, es objeto de uno muy enquistado. Y no tuvo que morir, desde antes. Dentro y fuera de la isla, muchos no lo creen ni lo creyeron nunca capaz de una mala acción. Pero ciertos hechos funcionan como un desmentido irrefutable.
Por estos días en un grupo de WhatsApp de amigos salió a relucir la amnistía con que fueron favorecidos Fidel Castro y otros de los asaltantes al Cuartel Moncada. De una condena de 15, Castro solo cumpliría dos.
Era 1955 y Rafael L. Díaz-Balart, alguien que lo conocía muy bien -fueron amigos y él además era el hermano de Mirta Díaz-Balart, la primera esposa de Castro– desde su puesto en el gobierno explicó ante la Cámara de Representantes de la República de Cuba por qué había votado en contra de la amnistía.
Rafael L. Díaz-Balart inicia así su intervención: “No me han convencido en lo más mínimo los argumentos de la casi totalidad de esta Cámara a favor de esa amnistía… una amnistía debe ser un instrumento de pacificación y de fraternidad, debe formar parte de un proceso de desarme moral de las pasiones y de los odios, debe ser una pieza en el engranaje de unas reglas de juego bien definidas, aceptadas directa o indirectamente por los distintos protagonistas del proceso que se esté viviendo en una nación. Y esta amnistía que acabamos de votar desgraciadamente es todo lo contrario. Fidel Castro y su grupo han declarado reiterada y airadamente, desde la cómoda cárcel en que se encuentran, que solamente saldrán de esa cárcel para continuar preparando nuevos hechos violentos, para continuar utilizando todos los medios en la búsqueda del poder total a que aspiran. Se han negado a participar en todo proceso de pacificación y amenazan por igual a los miembros del gobierno que a los de oposición que deseen caminos de paz, que trabajen a favor de soluciones electorales y democráticas, que pongan en manos del pueblo cubano la solución del actual drama que vive nuestra patria”.
Quien era en 1955, cuando se aprobó la amnistía, el líder de la mayoría y presidente del comité parlamentario de la Cámara de Representantes de la República de Cuba, prosiguió su intervención con otras razones para luego concluir:
Creo que esta amnistía tan imprudentemente aprobada, traerá días, muchos días de luto, de dolor, de sangre y de miseria al pueblo cubano, aunque ese propio pueblo no lo vea así en estos momentos.
Pido a Dios que la mayoría de ese pueblo y la mayoría de mis compañeros Representantes aquí presentes, sean los que tengan la razón.
Pido a Dios que sea yo el que esté equivocado.
Por Cuba.
Quienes han tenido vida suficiente para padecer los destinos de la isla desde aquella amnistía, serán sacudidos seguramente con estas últimas palabras. Fidel Castro llegó al poder para acabar con la dictadura de Fulgencio Batista y armado con promesas.
Muchos de los cubanos de hoy, los que viven allá o donde sea, se cuestionarán seguramente qué motivos hay para celebrar este 94 cumpleaños y por qué alguna prensa insiste en contar solo una parte de la historia de Cuba, y en convertir en casi “santo” a un hombre que siempre se guió únicamente por su ego e intereses muy personales. Solo hay que rascar un poco, y todo sale.
Discurso íntegro de Rafael L. Díaz-Balart
Señor Presidente y Señores Representantes:
He pedido la palabra para explicar mi voto, porque deseo hacer constar ante mis compañeros legisladores, ante el pueblo de Cuba y ante la historia, mi opinión y mi actitud en relación con la amnistía que esta Cámara acaba de aprobar y contra la cual me he manifestado tan reiterada y enérgicamente.
No me han convencido en lo más mínimo los argumentos de la casi totalidad de esta Cámara a favor de esa amnistía.
Que quede bien claro que soy partidario decidido de toda medida a favor de la paz y la fraternidad entre todos los cubanos, de cualquier partido político o de ningún partido, partidarios o adversarios del gobierno. Y en ese espíritu sería igualmente partidario de esta amnistía o de cualquier otra amnistía.
Pero una amnistía debe ser un instrumento de pacificación y de fraternidad, debe formar parte de un proceso de desarme moral de las pasiones y de los odios, debe ser una pieza en el engranaje de unas reglas de juego bien definidas, aceptadas directa o indirectamente por los distintos protagonistas del proceso que se esté viviendo en una nación.
Y esta amnistía que acabamos de votar desgraciadamente es todo lo contrario. Fidel Castro y su grupo han declarado reiterada y airadamente, desde la cómoda cárcel en que se encuentran, que solamente saldrán de esa cárcel para continuar preparando nuevos hechos violentos, para continuar utilizando todos los medios en la búsqueda del poder total a que aspiran. Se han negado a participar en todo proceso de pacificación y amenazan por igual a los miembros del gobierno que a los de oposición que deseen caminos de paz, que trabajen a favor de soluciones electorales y democráticas, que pongan en manos del pueblo cubano la solución del actual drama que vive nuestra patria.
Ellos no quieren paz. No quieren solución nacional de tipo alguno, no quieren democracia ni elecciones ni confraternidad. Fidel Castro y su grupo solamente quieren una cosa: el poder, pero el poder total, que les permita destruir definitivamente todo vestigio de Constitución y de ley en Cuba, para instaurar la más cruel, la más bárbara tiranía, una tiranía que enseñaría al pueblo el verdadero significado de lo que es tiranía, un régimen totalitario, inescrupuloso, ladrón y asesino que sería muy difícil de derrocar por lo menos en veinte años. Porque Fidel Castro no es más que un psicópata fascista, que solamente podría pactar desde el poder con las fuerzas del Comunismo Internacional, porque ya el fascismo fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial, y solamente el comunismo le daría a Fidel el ropaje pseudo-ideológico para asesinar, robar, violar impunemente todos los derechos y para destruir en forma definitiva todo el acervo espiritual, histórico, moral y jurídico de nuestra República.
Desgraciadamente hay quienes, desde nuestro propio gobierno tampoco desean soluciones democráticas y electorales, porque saben que no pueden ser electos ni concejales en el más pequeño de nuestros municipios.
Pero no quiero cansar más a mis compañeros representantes. La opinión pública del país ha sido movilizada a favor de esta amnistía. Y los principales jerarcas de nuestro gobierno no han tenido la claridad y la firmeza necesarias para ver y decidir lo más conveniente al Presidente, al Gobierno y, sobre todo, a Cuba. Creo que están haciéndoles un flaco servicio al Presidente Batista, sus Ministros y consejeros que no han sabido mantenerse firmes frente a las presiones de la prensa, la radio y la televisión.
Creo que esta amnistía tan imprudentemente aprobada, traerá días, muchos días de luto, de dolor, de sangre y de miseria al pueblo cubano, aunque ese propio pueblo no lo vea así en estos momentos.
Pido a Dios que la mayoría de ese pueblo y la mayoría de mis compañeros Representantes aquí presentes, sean los que tengan la razón.
Pido a Dios que sea yo el que esté equivocado.
Por Cuba.
Neus Francino
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