Tal parece que en la Cuba post 59 siempre hay un enemigo contra el que hay que combatir. Ahora son los coleros, y dentro de 20 años serán los marcianos.

Cuba, desde el año 1959 hasta la fecha, parece tener siempre en la mira un enemigo interno. Un responsable de sus males. Ya sean político-ideológicos o sociales. Y todos, según lo cuentan, son contrarrevolucionarios, desviados ideológicamente, desafectos, contrarios al proceso, enemigos. Si vamos a la prensa más reaccionaria y a los llamados artículos de opinión encontraremos frases como “lacras”, “lúmpenes” o “aves de rapiña”. Gente que vive en el fango o en el estiércol.

Los primeros enemigos fueron los religiosos católicos. Castro, desde su mismo comienzo como Primer Ministro -en la práctica era más que eso- fue implacable contra ellos y, desde el mismo 1959, no pocos obispos debieron salir del país acusados de ser lo peor de lo peor.

Luego vendrían los “mercenarios de Playa Girón”. Vinieron en barco, igual que Fidel hizo en el 1956, a combatir al poder de facto, pero nunca los llamaron “héroes del desembarco”.

Luego vendrían los pepillos elvispreslianos y caminando por la historia aparecieron, con igual estigma, los que oían música de Los Beatles; los rockeros, los del pelo largo y/o el pantalón campana. Los que alguna vez se hicieron un tatuaje, eran presidiarios.

Cuando el Mariel, eran gusanos y en el 80´, los enemigos eran los macetas. En los 90´eran las jineteras y los jineteros. Ahora, son los coleros.

“El pueblo”, esa definición etérea que usa el oficialismo a conveniencia para definir “la masa”, o “el todo” -la modernidad lo define como sociedad civil- ha luchado contra todos y parece, según lo miro yo, que seguirá luchando por los siglos de los siglos sin que -a excepción de los que desembarcaron por Girón- salga alguien a gritar: los derrotamos.

Todavía hay macetas; incluso dentro del gobierno. Los que gustan del rock ya no son desviados ideológicamente y por tanto, dejaron de ser enemigos. La fe es permitida; cualquiera se hace un tatuaje, viste como le da la gana, tiene el pelo por donde desea, y casi todos quieren irse del país.

Bueno, algunos prefieren quemarse. Perdón, quedarse.

Si usted no vivió ninguna de esas épocas y se lamenta de no haber combatido en ninguna de esas batallas, ahora tiene su oportunidad. El enemigo de hoy son los coleros.

El NTV anunció ayer que “cada nueva medida del gobierno cubano significa perfeccionar la obra de la revolución” y expresaron que “el enfrentamiento contra los coleros, es una de ellas.”

Los definen como “un grupo de personas que realmente hay que eliminar”, porque lo que no se puede permitir es que “el colero” explote a otra persona; sin que hablemos de salarios y los precios en las tiendas, por favor.

Si usted es de los que piensa que se están equivocando, “los medios” le responden que cada una de esas medidas que ha tomado la revolución es una medida correcta; y todos los cubanos deben enfrentar y combatir a los coleros, como si estos viniesen del planeta Marte y no fueran “el producto” que una situación X ha generado.

Por todos lados, prensa, televisión y redes sociales, se dice que “hay muchas quejas de la población” -eso ha sido siempre- y que hay muchas personas vulnerables (desde toda una vida).

En Santiago de Cuba y en Camagüey, repite el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, “el pueblo” está contento con las medidas.

“El combate del pueblo contra las ilegalidades ha sido esencial para identificar a personas inescrupulosas que se enriquecen a cosa del bolsillo ajeno y no permiten que trabajadores y personas vulnerables adquieran los productos de primera necesidad”, reza un reportaje desde Santiago de Cuba, en el que se da cuenta de que autoridades gubernamentales, jefes de las FARC y el MININT “intercambiaron con integrantes del grupo de enfrentamiento en la sala principal del Teatro Heredia acerca de las acciones y estrategias que se implementan para erradicar a los culeros y revendedores”.

En otros países a esos mismos grupos los llaman “paramilitares”, y uno de estos expresa que esta “es la posibilidad que tenemos todos de participar en una lucha común donde nunca es tarde, cuando la dicha es buena”, y señala que “es un momento oportuno porque a medida que ocurren las situaciones le tenemos que dar respuesta.”

En fin, que si usted no se enfrentó a los pepillos elvispreslianos del 70´, a los gusanos del Mariel, a los macetas de los 80´y los jineteros de los 90´, ha llegado su turno. Ya tiene ahí a su enemigo público número uno: los coleros.

usted tendrá también la oportunidad de “pensar como país”.

por Roberto A.

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