El reconocimiento de la existencia en Cuba de los revendedores, no es una justificación al hecho, es una verdad, que le duele a los más vulnerables, entre los que destacan los jubilados y gente de bajos ingresos.

Una cubana identificada como Liliana Cordero, denunció mediante una queja que expuso en un grupo de Facebook, los altos precios que los revendedores imponen a productos que ellos logran comprar en las tiendas, a veces por cantidades, y dijo que hay quienes “no se pueden lavar los dientes porque el tubo de pasta te lo revenden a 15 y hasta en 20 CUC”.

“Que vergonzoso… como se aprovechan de la situación por la que estamos atravesando! Comprando en las tiendas de USD para revender después en CUC a precios inalcanzables por algunos! Es una falta de respeto que un jubilado no se pueda comprar un pomo de Shampoo porque cuesta 15 dólares el pomo! Que no se puedan lavar los dientes porque el tubo de pasta te lo revenden a 15 y hasta en 20 CUC… señores un tubo de pasta … no es momento de criticar al país y al gobierno… es momento de ayudarnos, para salir adelante! Por favor!!! Un poco de sentido de humanidad !!! vamos a ayudarnos y no a destruirnos!!!”, expresó Liliana.

El post se convirtió en viral y acumula en un día casi 3000 reacciones, además de alrededor de 700 comentarios y 250 shares.

Sobre el tema de las reventas de mercancías, hemos hablado aquí reiteradamente, como reiteradamente también ha sido el análisis en la prensa oficialista.

Hoy, el portal Juventud Rebelde llamó a los coleros y revendedores “plaga a la vista pública”, además de “desfachatados” y “exprimidores”.  En un artículo titulado La desfachatez de exprimir al necesitado, el periodista Nelson García Santos volvía a poner el dedo sobre la llaga, o herida vieja; ¡vamos, que también el Estado impone precios que se las traen!

Sin embargo, la más justa verdad es que, si los precios del Estado son altos, incompatibles en todos los casos con los salarios que paga el gobierno, más abusadores son quienes lo revenden muy por encima; exprimiendo, “lógicamente”, al prójimo.

“Llegan al extremo de querer justificar su negocio ilícito con la desfachatez de que le resuelven un problema a la gente cuando, en realidad, esa práctica perjudica el mercado oficial, a la población y manifiesta un irrespeto inadmisible a la Ley”, señala Nelson en su artículo, en el cual expone además que estas personas, estarían muchas veces actuando con el apoyo tácito de los empleados de los establecimientos, y que incluso “captan gente, peso por medio, para convertirlos en coleros y revendedores, preferiblemente mujeres, personas de edad avanzada y hasta discapacitados.”

“Recapitulemos: ese andamiaje posee sus categorías. El de mayor jerarquía resulta el gran acaparador, mas están los coleros, que operan por su cuenta, y los asalariados del maceta, que pone la plata para que acopien y luego le da una ganancia por realizar la reventa,” explica, para luego decir que el pueblo cubano quiere “mano dura” contra los practicantes del “oficio”.

“El pueblo quiere, incluso, que contra todas esas acciones ilícitas endurezcan más las leyes para que lo piense tres veces aquel que tenga la idea de lanzarse al oscuro laberinto de vivir al margen de la legalidad. Así de lógico, así de sencillo”.

¿Quince CUC y veinte por un tubo de pasta? Sí, es un verdadero abuso.

En días pasados semejante denuncia nos hacía desde Cienfuegos la siempre atenta y colaboradora nuestra identificada como “Lis” quien nos describía cómo los pomos de Champú Sedal se venden a precios de L´Oreal en las calles.

La verdadera tristeza radica en un hecho insoslayable: siempre los períodos de crisis económicas generan actitudes “lucrativas”.

El reconocimiento de la existencia en Cuba de los revendedores, no es una justificación al hecho, es una verdad. Una verdad que parece nos acompaña desde hace muchos años y que ahora, con esta crisis provocada por el coronavirus, se ha incrementado.

¿Soluciones? Las esperamos; pero el verdadero actor aquí siempre será el ser humano; y lamentablemente en la sociedad cubana desde hace muchísimos años se ha generado un sentimiento de “sálvese quién pueda” del que parece no poder escapar nadie.

por Ariel P.

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