El presentador de programas culturales en la televisión cubana, Oni Acosta Llerena, y devenido escritor en el Granma de Culturales ante la ausencia de ese grande que es Michel Hernández, se llenó de valor este jueves y dijo que Celia Cruz fue callada en Cuba por “la máquina del odio“.
Por supuesto, su “valentía” se quedó ahí, no dijo más, porque no es periodista. O porque no es valiente.
Lo digo, porque otro cualquiera tal vez, al menos, quién sabe, hubiese mencionado a Heberto Padilla, probablemente a Armando Hart, que ya está muerto y no puede defenderse, pero Acosta Llerena no es tan lanzado y arrojado; se quedó en lo de “la máquina del odio”, sin decir nombres, y puso EE.UU. en minúsculas, así, “ee.uu”, aunque claro, ese error le atañe a los editores y correctores del Granma que el otro día se dejaron colar unos “fly” que todavía no han caído en el terreno.
En fin, que entre incongruencias en la redacción y la ortografía, los lectores han tenido que zamparse este artículo del Granma para intentar tener una visión de Celeste Mendoza, pero de la mano de Oni Acosta Llerena, aunque tal vez los lectores cubanos deberían conocer de la mano de Oni qué fue lo que sucedió con Celia Cruz en Cuba.
Acosta Llerena no sabe explicarse qué fue lo que sucedió con Mendoza, pero arroja pistas; dice que su caso fue o fatalismo geográfico o raseros políticos.
La llama “gran dama mestiza, humilde y santiaguera que vistió la rumba de mujer sin pensarlo dos veces, abogando por la igualdad de género, no con diatribas vacías o ataques virulentos, sino con su propia obra musical”, y explica desde el comienzo quíen es Mendoza al decir: “Cuando se escribe sobre nuestra música hay nombres y tendencias imposibles de dejar a un lado.”
“Siempre he valorado la valentía de las mujeres en nuestra música en pasadas épocas, donde la discriminación y la extorsión musical eran reales y no dardos sin rumbo: María Teresa Vera, Guillermina Aramburu, Rita Montaner, Merceditas Valdés, La Lupe, Moraima Secada, Enriqueta Almanza, Isolina Carrillo, Celeste Mendoza y muchas más. Todas irrumpieron en escenarios bien complejos y nada complacientes, transgrediendo el discurso reservado para hombres en cuanto a géneros musicales y, siendo sinceros, en muchos casos fueron ellas las innovadoras y visionarias. Otros nombres a destacar son Olga Guillot y Celia Cruz, por ejemplo, que aunque optaron por el exilio no deben olvidarse sus inicios y éxitos en Cuba, lo cual ha sido callado infinidad de veces desde la industria del odio, para dar a entender que eran desconocidas antes de radicarse en ee. uu.”
Dice Acosta que muchos otros artistas debieron pagar un alto precio por quedarse fuera de Cuba después de 1959.
“El silencio –y desprecio– conque el mercado internacional bañó a esos artistas, ha sido y continúa siendo brutal, amañado por prohibiciones para favorecer a quienes la industria necesitaba posicionar en el incipiente mercado cubano, pero sin Cuba,” señala el experto y se pregunta:
“¿Qué hubiera pasado si Celeste, con su hondura y talento rumbero, hubiera podido grabar con Fania u otro sello disquero? ¿Qué fenómeno musical hubiera provocado el apreciar a aquella mestiza desbordante de música en grandes circuitos como Metropolitan Opera House, o quizás Broadway?”
“Nunca lo sabremos, se contesta; “solo puedo apelar a una nostálgica imagen, pero si tenemos en cuenta la edulcoración musical de moda en la Cuba republicana –que causó no pocos estragos además de imposiciones y clichés– no sería difícil imaginársela en un cénit virtuoso y merecido.”
Y así, terminó Oni Acosta – entiéndase Granma – sin explicarnos a las claras por qué Celeste Mendoza no fue ¿tan inmensa? aunque sin dudas achacándole “casi” toda la culpa a “el otro”; al “extranjero”, al que acusa de “racista” o de tener “raseros políticos”, aunque Celia Cruz, negra que se quedó en EE.UU., triunfó a pesar de su raza y de raseros políticos en la isla en la cual nació.
por Roberto A.
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