“Bañarse en Varadero ya es posible, con disciplina“, expresa desde la Agencia Cubana de Noticias la colega Yenli Lemus Domínguez al anunciar la víspera que Matanzas entró en la fase uno.
Lemus Domínguez entrevistó a Ivis Fernández Peña, delegada del Ministerio del Turismo en Matanzas, quien aclaró que “el pueblo puede bañarse en la playa de Varadero siempre que se mantenga el distanciamiento físico requerido.”
Aunque la funcionaria no lo explicó claramente, el “distanciamiento físico requerido” incluirá, como es sabido por todos los cubanos que sucede en Varadero, mantener la distancia de los hoteles donde se hospedarán próximamente los turistas extranjeros, una vez que Cuba decida reabrir sus puertas al turismo internacional.
La funcionaria resaltó que la playa tiene una alta demanda, por lo que “el gobierno adopta medidas para no sobresaturarla en el verano”, algo que sin dudas no será muy difícil hacer porque existe un solo punto de acceso por tierra al lugar, y porque los policías cubanos son expertos y cuentan con todo un manual de procedimientos ya puesto en práctica desde hace ya 20 años para restringirle el acceso a la playa a los propios cubanos.
La funcionaria expresó además que ya se ha comenzado a vender en los buró de turismo reservas para hoteles de Islazul y Gran Caribe enclavados en la ciudad balneario, entre los que mencionó los ya añejos Kawama y Tortuga. Al menos para los cubanos que tienen dinero y pueden darse “ese lujo”.
Todavía, y para evitar la propagación de la Covid-19, se mantendrán las medidas decretadas en mayo último a propuesta del Consejo de Defensa Provincial en Matanzas, las cuales tienen establecido el límite del acceso a la zona.
Sin embargo, la apertura de Varadero permitirá al país ir engrasando la maquinaria con el turismo local, antes de la llegada del flujo de turistas extranjeros que deberán limitarse a la playa y nada más, toda vez que aún el tránsito entre provincias está restringido.
Nada de La Habana y Trinidad. Y tampoco la visita al Mausoleo del Che Guevara en Santa Clara.
por Roberto A.
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