Los primeros testimonios conseguidos hasta ahora para esta serie eran de médicos que ya no residen en la isla. Pero un doctor graduado en 1983, que estuvo en Nicaragua y que vive en Cuba rompe el silencio
El silencio impuesto o autoimpuesto, según se vea, es una de las peores trabas para contar todas las aristas de una historia. Los periodistas muchas veces debemos enfrentarnos a este obstáculo.
Desde que comenzamos esta serie sobre las brigadas médicas cubanas intentando conseguir la mayor cantidad de testimonios de los protagonistas -los galenos formados en la isla-, había sido hasta el momento imposible poder hablar con algún médico que aún viviera en Cuba, de tú a tú; incluso cuando solo revelamos el año de graduación y la especialidad, con el propósito de proteger la identidad del entrevistado y de sus familiares.
Finalmente un doctor con amplia experiencia, graduado en la isla en 1983, accedió conversar con Cubacomenta. Actualmente ejerce como psiquiatra y formó parte de brigadas médicas en Nicaragua.
El médico cubano comienza diciéndonos: “Esta profesión la escogí con amor, la he llevado como un sacerdocio y aún lo hago; todo lo que he realizado ha sido por convicción, estuve en la misión sin ser obligado, nunca me he doblegado, soy un irreverente. Sí te puedo comentar que en los 3 años de misión percibía el equivalente a un dólar mensual, eso no me importaba. Mi presencia salvó muchas vidas, ese era mi objetivo, lo que pudiera estar de trasfondo político no me interesaba. Guardo hermosísimos recuerdos de esa época de utopías. Creo que para cualquier profesional, la misión es una experiencia excepcional, te hace mejor ser humano, creces espiritualmente. Todos los seres humanos -independientemente de raza, sexo, ingresos económicos- tienen derecho a recibir atención médica; en las naciones tercermundistas no es así”.
Y agrega: “Soy honesto, no soy comunista, soy humanista y para mí lo que importa es que a donde llega un médico cubano -da igual la razón que esté detrás- se salvan vidas”.
Los “tesoros” de las misiones
Ha pasado tiempo desde que este médico cubano graduado en 1983 estuvo en Managua trabajando. Tiene recuerdos de vivencias en la capital nicaragüense que a todas partes lleva consigo: “Donde consultaba era en un barrio marginal de extrema pobreza: San Luis Sur. Frente a la Policlínica habían varios puestos en los que vendían jugos, masas de cerdo con yuca con un mono, maduros con queso. Mono es una hoja de plátano; todo era primitivo, las cazuelas sobre carbón, mujeres vestidas con una pobreza que lacera el corazón. Me llevaba súper con todas, me regalaban la comida. Cuando enfermaban, las atendía y les sacaba los medicamentos a mi nombre; porque a los internacionalistas nos los daban gratis. Así los curaba, con lo que ellos vendían no tenían dinero para curarse”.
“En otra ocasión atendí a un gerente de una fábrica de zapatos del gobierno; se llamaba Sandac. El hombre me fue a regalar tres pares de zapatos de distintos modelos. Le expliqué que no podía aceptarlos porque mis compañeros no podían tenerlos. Sandac se sorprendió y me dijo: daré a sus compañeros, vamos a concertar el día; le daremos dos pares a cada uno. Éramos 72 en la brigada y así fue”, rememora el galeno de su estancia en Nicaragua como parte de una brigada enviada por el gobierno de la isla caribeña.
El único médico de la isla que ha participado en misiones, que aún reside allí y que no cree en manto de silencio alguno y habló con Cubacomenta concluye: “En la guagua que me transportaba pusieron a manejar a un joven, le decíamos cachorro. Había pasado el servicio en las montañas y en el sombrero de camuflaje llevaba ese nombre. Nos hicimos amigos. Un día cuando bajó de la guagua, le vi sus botas y llevaba los dedos fuera. Lo llamé, lo llevé a mi cuarto. Usábamos el mismo número. Allí abrí mi maleta y le di una de las zapatillas que me habían dado en esa fábrica. Pruébatelas; lo hizo y le quedaron perfectas. Le dije: Cachorro, son tuyas. Me respondió: doctor, no se burle de mí, cómo me las va a dar. Porque eran mías y ahora son tuyas, le solté. Salió llorando del cuarto. A mí se me hizo un nudo en la garganta. Esas son las cosas bellas, esos son mis tesoros”.
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