Parecía que todos los problemas de la anciana terminaban el pasado 18 de mayo cuando llamó al Consejo de Defensa, pero otra vez volvieron a pelotearla.
Una anciana nombrada María Lourdes Díaz Andrade vive encerrada en su casa, con sus 68 años a cuesta, y esperando que su problema algún día tenga solución.
Sobreviviente de cáncer de mama, con secuelas dejadas por la quimioterapia como bronquiestasia, asma bronquial y neumonías a repetición, la mujer lleva dos meses sin cobrar un centavo de su jubilación.
Por si fuera poco, tampoco puede recibir dinero desde Chile, donde vive su hijo. En ambos casos porque dos tarjetas mágneticas, una en pesos cubanos y otra en CUC tramitadas por ella hace dos meses, andan viajando, sabe Dios entre que organismos y gavetas, pero a sus manos no han llegado.
Con un país cerrado por el coronavirus, la anciana ha tenido que zapatear como ha podido sus derechos; pero vive entre un peloteo aquí y otro allá, sin facilidades para resolver su problema.
A ello súmele que no puede salir a la calle, porque es una anciana, vulnerable a la covid-19.
Por suerte, “encontró la luz” y le escribió a Pepe Alejandro, en el Juventud Rebelde.
Su misiva es todo un rosario de vicisitudes; como una bitácora de problemas que ha encontrado desde el pasado 6 de marzo entre:
- Banco Popular de Ahorro del reparto 13 de Marzo.
- Banco Principal del BPA
- Filial del Inass
- Fiscalía Municipal
- Consejo de Defensa Municipal
Parecía que todos los problemas de la anciana terminaban allí pero, cuando el pasado 18 de mayo ella llamó al Consejo de Defensa, de ese lugar la remitieron a la Zona de Defensa.
Su caso sería analizado por “un compañero que tiene 76 años”. Es decir: otro anciano vulnerable que no sale a la calle.
A pesar de todo eso, el hombre le prometió que “discutiría su caso en el Consejo de Defensa”, pero se reconoció “sin medios para resolverlo”.
“Colgué el teléfono, y aquí estoy pasando mi problema”, confiesa la mujer en su misiva.
“Hace dos meses que no puedo cobrar mi jubilación, ni podría tener ayuda de mi hijo. Mi Presidente todos los días recalca que nos cuidemos, que los ancianos no salgan. ¿Y por qué no me ayudan a cuidarme? ¿Por qué es tan difícil, por ejemplo, que esas tarjetas sean traídas a mi casa? Estoy segura de que soluciones existen. Todo es querer, se preguntó la anciana.
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