La Comisión que investigó el brote epidemiológico de coronavirus, en el Hospital Faustino Pérez, encontró que “los indios” hacían más de lo que podían, y que “los cowboys” de Salud en la provincia conocían de los problemas en el Hospital.

Un artículo aparecido esta mañana en el diario matancero Girón, nos confirma la historia: la culpa de lo sucedido en el Hospital Faustino Pérez, donde de pronto aparecieron 46 personas contagiadas con coronavirus no era toda de “los indios”.

Titulado “Hospital Faustino: Causas y azares“, el texto desmenuza una por una las causas – o azares- que llevaron a convertir esta instalación de salud en un foco de la pandemia. Antes de enumerarlas, conviene explicar esto de “los indios”.

“Los indios” de este cuento fueron aquellos médicos señalados como “indisciplinados” y responsables del brote por parte de “los cowboys” -entiéndase cuadros y funcionarios del Hospital provincial Comandante Faustino Pérez- que raudos y veloces acudieron a señalar a estos como “culpables”, cuando el tema era mucho más complejo.

Poco a poco, las peras y papas podridas del saco fueron saliendo y se supo, entre otras cosas, que los galenos de ese centro asistencial llevaban más de 40 días luchando contra la escasez de agua en la instalación. En medio de un brote epidemiológico, no tener agua con la que lavarte las manos y lavar el uniforme sanitario, es un pecado; pero el Hospital siguió funcionando, y esa decisión no fue responsabilidad de “los indios”.

Todavía ningún jerifalte ha renunciado. Al Ministro de Salud de Cuba no se le ha ocurrido siquiera remover a “los cowboys” del Faustino; y a Díaz-Canel tampoco se le ha ocurrido remover de su cargo, al cowboy de Portal Miranda.

Hecha la explicación, pasemos al Girón, y lo que nos explica sobre el brote en el hospital Faustino Pérez de Matanzas, Cuba.

Causas del brote en el Hospital Faustino Pérez.

“En la segunda semana de mayo, cuando la curva alcanzaba su punto de inflexión más bajo y en proporción aumentaba la esperanza de los cubanos de un regreso a la “normalidad”, un brote epidemiológico en el Hospital Clí­nico Quirúrgico Comandante Faustino Pérez impactó contra los buenos au­gurios; en sí, el contexto temporal ha provocado que el suceso del centro hospitalario más importante de la provincia quedara expuesto ante los reflectores de la opinión pública.”

Como bien señala Girón, se trataba del segundo caso de contagio dentro de un centro de Salud en la provincia. Más o menos lo mismo, aunque con menos repercusión, sucedió días antes en el Hospital General Docente Julio M. Aristegui Vi­llamil, de la ciudad de Cárdenas, durante el pasado mes de abril. Girón señala que otro evento similar, ocurrió en un hogar de ancianos de Villa Cla­ra, y otro en el Centro de Protección Social del Cotorro, en La Ha­bana.

“Causas y azares se han unido para dar origen a este evento que hasta el miér­coles, 20 de mayo, acumulaba 46 po­si­tivos al Sars Cov-2. Según cifras ofrecidas por Haydeé Linares Sosa, jefa del De­par­ta­mento de Epide­mio­logía Hospitalaria de la institución mé­dica, siete corresponden a pacientes, 15 a familiares o acompañantes y 24 son trabajadores, entre médicos, enfer­me­ras, secretarias de sala, tecnólogos de rayos X, auxiliares de limpieza, estu­dian­tes internos, entre otros.”

Según se explica en la nota, “fue una mujer que llegó con neo­plasia de mama, insuficiencia renal y problemas urológicos, lo cual hizo que transitara por varias especialidades. La enferma no exhibió ningún síntoma propio de la Covid-19 al arribar al cen­tro, solo al final del día al realizarle una radiografía de tórax se de­tecta una neumonía y se evalúa como caso sos­pe­choso”.

Así lo explica Andrés La­mas Acevedo, director ge­neral del Faustino Pérez.

Lo peor llegaría después. La mujer fue remitida inmediatamente al Hospital Militar Doctor Mario Muñoz Monroy pero, inexplicablemente la ambulancia del Sistema In­te­gra­do de Urgencias Médicas (Sium) demoró 14 horas en llegar. 

Haydeé Linares Sosa re­co­noce que “este servicio en Matanzas dispone de muy pocos medios de transporte y eso dificulta la rigurosidad en el cum­pli­miento del tiempo de permanencia de las personas en el hospital”.

Fue una interna de Urología, una de las que atendió directamente a la paciente y quien trabajó ade­más en la sala de Terapia Inter­media” la que al parecer “pudo haber servido de puente para la transmisión”.

Se incumplieron pro­to­colos, cometieron indisciplinas y hubo baja percepción de riesgo en algunos trabajadores, pero ¿y lo demás? ¿de quién es la culpa?

Una comisión del Mi­nisterio de Salud Pública descubrió que, si bien “se incumplieron pro­to­colos, cometieron indisciplinas y hubo baja percepción de riesgo en algunos trabajadores”, y como resultado hubo “violaciones higiénico-epi­­­de­miológicas, indisciplinas del personal médico y acompañantes, entre otras,”, no toda la culpa recayó en los trabajadores.

“Los indios” de este cuento se defendieron ante la comisión, y esta supo que, el león – o el mono – tenía cola. Y no estaba amarrado, aunque había una cadena.

Laudelino Fernández Medina, jefe del Servicios de Ur­gen­cia y Emergencia del hospital Faustino Pérez, le preocupaba desde finales del mes anterior la posibilidad de que se produjera un fenómeno parecido al de Cárdenas.

“Al surgir el brote de contagio en ese hos­pital se decide cerrarlo y con ello se in­cre­men­tó el flujo de pacientes hacia el ‘Faustino’ proveniente de áreas activas de trans­mi­sión, a lo que se añade el hecho de que aún hoy recibimos a muchos casos con enfermedades respiratorias de toda la provincia, cuando la orientación oficial es que se dirijan directo al Hospital Mi­litar”.

Dice el Girón que en medio de tantas complejidades, el centro comenzó a recibir casos del Hospital Militar con PCR negativos, y por si fuera poco, comenzaron a asumir servicios que correspondían al hospital de Jo­ve­llanos.

Una residente en Oftalmología no se anduvo con medias tintas y dijo a la comisión que ellos – los indios – “no contaban con los medios de protección adecuados”.

“Es cierto que en este aspecto debemos ser más auto­críticos y celosos con el cumplimiento de las estrategias de seguridad in­dividual, pero en la práctica, el personal de este centro se ha cuidado con lo que ha tenido y como ha podido.

La mujer reseñó algo que parece inaudito

“(…) a mí en todo este tiempo me han dado solo dos nasobucos N-95, los recomendados, que son dese­cha­bles, y algunos de tela para nada idó­neos, por lo que el riesgo siempre está latente”, destacó.

Y siguió cantándole las cuarenta a “los cowboys”

“En el tratamiento a pacientes con ven­tilación que se deben chequear cada tres o cuatro horas, muchas veces se tenían que reutilizar los guantes, entonces, con todo este panorama no resulta para nada descabellado pensar que pudiese existir algún contagio. Eso, quienes trabajamos allí, lo sabemos”, agrega la joven interna.

Laudelino confirmó lo dicho por la joven:

Los guantes que yo uso para examinar a los pacientes son los domésticos, de goma. Luego del evento de transmisión se recibió un nuevo lote, pero hasta hacía muy poco esa era una de las principales preo­cu­pa­ciones para el servicio que dirijo.

Car­los Sanz Horta, re­sidente de primer año de Terapia In­ten­siva, uno de los trabajadores infectados y que ahora se en­cuentra in­gresado en el Hospital Ma­rio Muñoz como caso positivo explicó a la Comisión:

“En nuestro caso, las caretas que nos repartieron se encontraban tan mal fabricadas que se rompían con facilidad y no nos dejaba una visión nítida. De esta manera, continuamos los pro­cedimientos habituales como la entu­bación y los abordajes venosos pro­fundos”.

“La cowboy” Hay­deé Linares Sosa dijo que el hospital Faustino Pérez no fue concebido para el trabajo directo con pacientes de la Covid-19, por lo que como es lógico los medios de protección se priorizaron para otras entidades.

Así y todo, acataron una decisión a todas luces “venida de arriba”, cuando nadie mejor que ella conocía que:

  • Una de la situaciones más críticas la tenía la Terapia Intermedia, principal foco de la infección, que desde hace más de un año permanecía sin agua corriente.

El director del hospital, Lamas Acevedo, confesó que esta situación era conocida por los pa­cientes, por él mismo y que otros directivos del hospital se la habían hecho saber a las autoridades de Salud Pública en la provincia.

A todo ello hay que sumarle el incum­pli­miento en algunas áreas del hospital de normas de bioseguridad como la utilización adecuada de los medios de protección, el rigor en el lavado fre­cuente de las manos u otras medidas sanitarias.

La limpieza del hospital

La escasez de personal de limpieza, algo que ocurre en todos los hospitales de Cuba, es tal que “sigue siendo insuficiente si se tiene en cuenta la cantidad de áreas, departamentos, salas y servicios que tiene la institución.” confirmó una de las entrevistadas.

“A mí, como a muchos, me afecta el tema, por­que sostener la limpieza del hospital no es limpiar una vez al día, un hos­pital necesita un equipo fijo para estas funciones y eso es lo que no te­ne­mos.

Yo llevo cuatro días limpiando con ayuda de mi personal,” aunque algunos organismos es­tén cooperando. Por lo menos para mantener las condiciones, requerimos de un equipo permanente”, comentó la epidemióloga Fernández Medina.

Conclusiones

Girón cierra su nota diciendo que “causas y azares provocaron el brote epidemiológico en el Faustino Pérez y sus consecuencias se han sentido en el país”.

“Ahora solo que­da continuar los es­fuerzos para contener la expansión del virus y que episodios así no se repitan en el futuro,” reseña.

Lo sucedido es res­pon­sabilidad de quienes vio­laron el protocolo, pero, ¿y la de quienes debieron velar porque esto no su­cediera? ¿Acaso el primer evento en Cárdenas no alertó suficiente a las au­toridades para encauzar y prevenir lo ocurrido?

Se pregunta el medio, y todavía queda saber si cuando se pongan todas las cartas sobre la mesa, seguirán pagando su culpa “los indios”, o si algún “cowboy” verá rodar su cabeza.

por Roberto A.

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