El humorista cubano Ulises Toirac anunció este domingo en sus redes sociales el fallecimiento de su padre, con unas sentidas palabras que demuestran claramente quién era este anciano que según el propio Toirac, partió en silencio.
Desde días anteriores conocíamos que el anciano se encontraba sumamente delicado de salud. Toirac hijo, nuestro Matute y Chivichana, lo había revelado hace pocos días.
Toirac padre falleció en horas de la madrugada de este 10 de mayo, rodeado de sus seres queridos y en paz, como tanto había pedido su hijo que ocurriera.
“Yo tenía mi Trespatines particular,” comenzó diciendo Ulises Toirac sobre su progenitor.
“Al viejo las palabras le “sabían” y así mismo las disparaba. No me explico por qué, porque fue un lector consumado. Fue el quien me inculcó el hábito de leer mucho y yo recuerdo haber ido a la playa con un libro de Julio Verne o Emilio Salgari siendo un piojo, así que tengo que haberlo visto leer desde mi edad más temprana. Creo que la sordera que padecía (y que he ido heredando) era en parte culpable de sus “trespatinadas” con las palabras.
Fue un hombre hecho para situaciones extremas. Cierta tarde-noche y disponiéndose a cocinar preparó las papas y se dispuso a freírlas. Caldero a la candela, se agachó y recogió lo que creía era la botella de aceite y con suma maestría, desde un pie y algo de altura de la sartén, vertió el líquido, pero… no era aceite… el alcohol rebotó en la sartén y algunas gotas “olieron” las llamas de la hornilla. En menos tiempo del que Usain Bolt emplea en dar sus tres primeros pasos en una carrera, aquella llama subió de la hornilla hacia la boca de la botella convirtiéndola en un lanzallamas casero.
“- Quédense ahí -nos dijo a mi hermano y a mí que observábamos aterrados y maravillados el espectáculo.
Y con el mejor de sus aplomos (y el mejor de sus camina’os) salió hasta el más lejano extremo del patio y con igual tranquilidad depositó cuidadosamente la botella-antorcha de pie. Aún le dio tiempo a ajustarse los pantalones a la cintura para echar a andar nuevamente hacia la casa. No había andado tres pasos y aquel cóctel molotov estalló. Cinco pasos después (sin haber escuchado y sin virarse) nos preguntó caminando hacia nosotros:
– ¿Explotó?
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Y continuó diciendo:
“Por eso siempre me han causado risa las películas en las que Bruce Willys camina hacia cámara y en su espalda, a toda cámara, explota el auto sin que se le mueva una ceja al actor que sigue acercándose imperturbable.
Mi hermana Tania nació en casa y él fue el partero. Lo recuerdo nítidamente porque ya yo tenía 10 años y fue una madrugada marcada con hierro de ganados en mi cerebro.
– ¿Y ahora qué hago? -preguntaba ecuánime en la medida que recibía el parto. Mi madre aullaba las respuestas transida de dolor y al ratico escuchaba su tranquila voz entre los gemidos y gritos apagados de mi madre: – ¿Y ahora…?
Me enseñó mis primeros chistes. Aun sin conocer yo el significado de muchos de ellos (quiero pensar que eran “calientes” y malhablados) me hacía repetirlos en medio de una fiesta. Todavía recuerdo esas primeras carcajadas y mi asombro infantil.
Esta madrugada se fue. Tranquilo, en silencio, sin sufrir. Como yo rogué que sucediera. En medio de un aguacero interminable al comenzar un Día de las Madres. Le gustaba complicarle la vida a la gente. Debe andar su alma libre mirándonos a todos y caga’o de la risa. Genio y figura hasta la sepultura.”
Llegue desde Cuballama nuestro más sentido pésame a Ulises Toirac.
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