El COVID-19 ha sacado lo mejor y lo peor de la especie humana; el ingenio y la idiotez; a los héroes y villanos; a los que suman y a los que restan; a los que sienten respeto por la vida humana y a los que no. Uno de estos últimos casos parece ser que impera en Holanda y Bélgica; dos países con una cultura MUY DIFERENTE a la cultura latina donde, los ancianos, los abuelas y abuelas, son figuras veneradas. Escuchando a Neele Van Den Noortgate, la jefa del departamento de geriatría en Gante y profesora del hospital universitario de la ciudad de Gante, y al jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden, Frits Rosendaal, uno puede pensar que hay personas que estudiaron la carrera equivocada; que son lobos vestidos con piel de oveja, y que bajo la apariencia de “humanistas”, se esconden malévolas intenciones.

Lo peor es que estos criterios en Bélgica no son únicos; forman parte de una filosofía que en Europa tiene sus seguidores y que, con sus matices, ha llevado a no pocos errores; el más grave de ellos, el fascismo.

El problema, decíamos, parte – según ellos – de un matiz “humanista”.

En Bélgica, la directiva emitida por la Sociedad Belga de Gerontología y Geriatría es que “las personas mayores y más débiles que contraigan el coronavirus deben morir en las residencias de ancianos en vez de ser hospitalizadas”. No tiene muchos matices esta “orientación”. Básicamente lo que están pidiendo es que los ancianos que enfermen de coronavirus sean abandonados a su suerte; que no se les suministre la atención médica que como seres humanos merecen.

Es triste que esto sea considerado una “recomendación”; que esté publicada en el portal web de la institución, y que no pocas personas estén de acuerdo.

Según el cristal delgadísimo con que estos “especialistas en salud” de Bélgica miran la vida humana, la medida aplicaría con aquellos en quienes es evidente que la Covid-19 será fatal para ellos. En concreto: los que sufren demencia y problemas físicos que les debilitan hasta tal punto que ya tenían un pronóstico previo de muerte de hasta un año.

“En los hospitales no hay nada más que podamos hacer por ellos que brindar buenos cuidados paliativos de los que también pueden beneficiarse en los geriátricos.”, dijo la jefa del departamento de geriatría en Gante y profesora del hospital universitario de la misma ciudad, Neele Van Den Noortgate, a la prensa de Bélgica.

“Son pacientes para quienes el tratamiento puede prolongar la vida, pero que ofrecen pocas posibilidades de recuperación”, aseguró.

“En los hospitales no hay nada más que podamos hacer por ellos  Sería inhumano transportarlos al hospital para que murieran allí”, añadió Van Den Noortgate.

Según esta ¿mujer? si los ancianos sin posibilidad de sobrevivir se quedan en las residencias también se reduce el riesgo de infección del personal sanitario y se evita sobrecargar unos ahora mismo muy saturados hospitales.

En Holanda también se cuecen habas.

De igual parecer es el jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden, Frits Rosendaal.

Consultado por elconfidencial.com , el humanitario Rosendaal criticó la política de Italia y España de llevar a sus hospitales a los ancianos enfermos con COVID-19.

“Ellos admiten a personas que nosotros (en Holanda) no admitimos porque son demasiado viejas”.

Sí, el modelo holandés selecciona a los pacientes con mayores posibilidades de sobrevivir para evitar la saturación de hospitales. Esto se debe, principalmente y de acuerdo con el especialista, a la distinta “posición cultural” que ocupa la gente mayor en las sociedades española o italiana, donde se les trata de curar a cualquier precio.

Rosendaal considera que la saturación de hospitales en España se debe a que “admiten a personas viejas en la UCI”, y para los españoles no hay nada que los enorgullezca más que sus ancianos y abuelitos. Es una idiosincracia que los caracteriza.

De repugnantes fueron calificadas en su momento las palabras del jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden.

Esta “posición cultural” a la que apeló Rosendaal que permite preferir que los ancianos mueran en casa, sin atención especializada, pudiendo ser salvados en los hospitales gar fueron catalogadas de “asquerosas” por la prensa más occidental.

Las palabras del experto cayeron como una bomba y Arancha González Laya (Exteriores) respondió a Holanda de esta manera:

«Ahora todos corremos los mismos riesgos»

«Estamos juntos en el mismo barco europeo. Hemos chocado contra un iceberg inesperado», dijo González Laya en un tuit, añadiendo que ahora «no hay tiempo para discusiones sobre supuestos pasajeros de primera o segunda clase».

Por su parte, desde Portugal, el primer ministro Antonio Costa tachó de “repugnante” el discurso del ministro holandés de finanzas.

“Este discurso es repugnante en el marco de la Unión Europea. Es momento de que todo el mundo comprenda que no ha sido España la que creó el virus, ni ha sido España la que importó el virus. Este virus, nos golpea a todos por igual”, insistió Costa.

Esto, no es eutanasia.

Cabe recordar que Bélgica es uno de los tres únicos países europeos donde la eutanasia es legal, junto con Holanda y Luxemburgo, y es en este contexto donde clonfluyen las declaraciones de la especialista en geriatría belga Neele Van Den Noortgate y del jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden, Frits Rosendaal, pero esto que ellos proponen, no es eutanasia.

Tal vez por estos asuntos humanitarios relativos a la eutanasia, es que Holanda se considera un país “adelantado”.

El “adelanto” los llevó a aprobar la primera ley de eutanasia en 2002. Casi 20 años después, esta práctica se lleva a cabo en casi siete mil personas al año, unos 20 casos diarios.

Por tal motivo, en marzo de este año salió a la luz pública que Holanda estudia producir de manera masiva una pastilla – escuchen bien – para que mayores de 70 años se suiciden.

La pastilla, según señala el medio español ABC, habría sido una propuesta hecha hace cuatro décadas por Huib Drion, académico y juez del Tribunal Supremo holandés, que pidió que el Estado pusiera esta opción a la mano de quienes hubieran cumplido 70 años para que decidan en qué momento acabar de vivir.

Y aunque el Gobierno de Holanda estaría llevando a cabo un estudio para definir que tipo de personas podrían acceder a una pastilla letal, o píldora del suicido, que le permitiría acabar con su vida, pero solo si tienen más de 70 años, ¿qué garantías existen para que otras personas hagan uso de esta pastilla? Digamos, ¿la nieta o bisnieta de un anciano que tenga acceso a la pastilla en un juego infantil? ¿O un joven? O una mujer violentada por su marido que utilice a su abuelo para tener acceso a la pastilla?

El análisis de esas “intenciones humanitarias holandesas” parte de un estudio hecho en el país – un estudio hecho por humanos, una muestra segmentada – de que al menos un tercio de la población con más de 50 años tiene un “constante deseo de morir” pese a tener un buen estado de salud.

Por suerte, el ministro de Salud de Holanda, Hugo de Jonge, considera que primero debería buscarse «devolverles el gusto por la vida» a este grupo de holandeses que sumaría alrededor de 10.000 personas.

Holanda tiene 6. 584 millones de habitantes; Bélgica tiene 11 millones 455 mil. Habría que preguntarles a cada uno de ellos si quisiera que, les quitaran, así, sin más, otra persona, el derecho que ellos tienen a vivir. O que un médico decida si tú mereces vivir o no; o ser atendido por un médico o no.

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