Neurólogos y geriatras hablan sobre los enfermos de Alzheimer en la isla: actualmente uno de cada 10 cubanos  padece esta dolencia

A fines del pasado año Niurka Cascudo, directora del Centro de Alzheimer de La Habana, alertaba que en Cuba una de cada 10 personas padece de Alzheimer y que para el 2030 la cifra de enfermos podría llegar a los 273 mil. La alarma crece luego de que medios oficialistas admitieran que “Cuba es uno de los países más envejecidos de América Latina, y definitivamente para el año 2050,  será una de las naciones que mayor número de adultos mayores tendría en el mundo”.

Para el neurólogo cubano Julio Ortega, el mayor factor de riesgo es el envejecimiento. “Podría decirte que una gran parte de las personas que he tratado con ese mal excede los 65 años y es precisamente una tendencia relativamente invariable a nivel internacional. Esto pone un foco de atención sobre el panorama cubano si analizamos que más del 20% de los habitantes ha vivido más de seis décadas”.

Luis Sarmiento, geriatra en la provincia de Mayabeque, añade que en los últimos años el sistema de salud de la isla ha concientizado el Alzheimer como lo que es, un problema que está y estará afectando a una parte considerable de la sociedad cubana y del mundo. “Tal es el caso que a finales del pasado año se inauguró el único centro en Cuba para diagnosticar y darle seguimiento a esta enfermedad, que la acompaña también el desconocimiento. Aprender sobre ella es fundamental tanto para prevenirla como para tratarla en caso de que la sufra algún familiar. El Alzheimer no se cura, pero sí puede evitarse el avance acelerado en los pacientes. Es una patología que afecta tanto a quien la padece como a quienes lo rodean”.

Isabel Fort recuerda que el peor día para ella no fue cuando murió su madre, sino el día en que esa señora, de entonces 76 años, la miró y tardó un buen rato en recordar su nombre. “Yo estaba regando las plantas del balcón y ella me empezó a llamar. Me gritaba “oye, oye”, pero tenía la vista perdida y me daba cuenta que no recordaba mi nombre. Al rato me dijo, “ay, chica, esta… Isabel”. A los pocos días la llevé al médico, pues temí que le hubiese dado alguna isquemia, porque se quedó en blanco. Luego de varias pruebas le detectaron Alzheimer. Hacía tiempo venía con problemas para memorizar números de teléfonos y nombres de los vecinos, pero se lo achacábamos a la edad y a la vida tormentosa que siempre tuvo. Fuimos 8 hijos y ella nos tuvo que criar sola. Con el transcurso de la enfermedad fue perdiendo facultades, el habla, el caminar, hasta que comenzó a tener problemas renales y terminó con una insuficiencia crónica”.

La historia de la familia de Sandra Gómez no es menos dolorosa. “Mi abuelo padeció Alzheimer. Recuerdo estar becada en la Lenin y ver a todos en casa paralizados de miedo y sufrimiento, ante sus manifestaciones violentas cuando llegó a la fase final de la enfermedad. Mi tía decía que hubiera preferido perder ella la memoria antes de verlo así. Ahora es mi padre quien tiene ese mal y sus capacidades disminuyen de una forma abismal. Ya no puede anotar frases de canciones, ni poner en la tabla los nombres de mis hijos, por orden de edad; he dejado de ponerle música, una terapia que me recomendaron. Siento que hace rato se fue de aquí”.

Andrés Rodríguez, médico general integral que cursa la especialidad de Geriatría, apunta a que la genética es un factor a tener en cuenta cuando de Alzheimer se trata. “Son muchos los estudios y las estadísticas internacionales que evidencian que los antecedentes familiares son un elemento de riesgo importante, que aumenta, sobre todo, cuando más de un miembro de la familia ha sufrido la enfermedad”.

“A ciencia cierta no existen causas exactas del Alzheimer, es un mal que no deja de sorprender y sobre el que aún queda mucho por investigar. No obstante, es bastante probable que una vejez sosegada, donde se priorice la buena alimentación y el descanso, combinado con la ejecución de actividades cotidianas que mantengan la actividad física y mental, pudieran ser cuestiones muy favorables para, al menos, retener su aparición”, agrega González.

Según subraya el especialista, “en este sentido, a Cuba le falta mucho por hacer. La percepción sobre la tercera edad aquí, es un poco desalentadora. Si bien los ancianos, generalmente, permanecen bajo el cuidado de los familiares y conviven con ellos, cuestión favorable, existen muy pocas opciones para el esparcimiento y el disfrute de ellos. Una parte se contenta con el banco del parque y la gran mayoría se jubiló para hacer colas en la bodega, en la farmacia, en la Oficoda, en los policlínicos y en los bancos financieros. Por otra parte, ni las escaseces, ni el retiro permiten la alimentación que requiere esa etapa de la vida”.

Lucía Jerez

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