Los divorcios en Cuba aumentan. Cubacomenta conversó con algunos de la isla que se han divorciado en los últimos tiempos
Una de las evidencias de la debacle de la economía cubana es el número de divorcios que se registran en la isla. Aunque, como en otras partes del mundo, los matrimonios no tienen siempre un final feliz por disímiles motivos, en Cuba el tema financiero ha hecho demasiado daño en este sentido.
Liván Aguilera duró solo 6 meses de casado con su esposa luego de un noviazgo de 5 años. “¿La causa?, la convivencia”, responde el joven con rapidez. “Imagínate vivíamos con los padres de ella, y una tía solterona en un apartamento de dos cuartos donde para vestirse había que cerrar las puertas de los escaparates porque no había espacio. Estuvimos unos meses durmiendo en la sala con una cortina, pero qué va. Yo me cansé. Me sentía incómodo y no teníamos recursos para rentarnos en otro sitio. Comenzaron los problemas, ella defendía a su familia y no nos entendimos”.
Según el medio Cubadebate la proporción entre divorcios y matrimonios en Cuba casi se triplicó de 1970 a 2009. Se pasó de 22 por cada 100 matrimonios en 1970 a 39 en 1981 y 64 en 2009. No es sorpresa que el pico de este fenómeno haya estado en el año 1993, cuando la crisis del período especial estaba en su apogeo y se registró una cifra de 6 por cada 1.000 habitantes. Para el 2013 “el total de divorcios fue de 32 mil 848, es decir, 843 por encima que en 2012”.
El pasado 14 de febrero el periódico oficialista 5 de septiembre refería que solamente en la provincia de Cienfuegos, ocurrían alrededor de 600 divorcios anuales, una cantidad sorprendente al tratarse exclusivamente de este territorio de Cuba, lo cual ofrece un avance de cómo se comportará el tema a nivel nacional.
Anet Fuentes, de 32 años, asegura haber terminado con su esposo por el desgaste que ya tenía la relación, y que el factor económico tuvo un peso importante. “Los dos vivíamos de un salario y yo salí embarazada. Si antes el sueldo no alcanzaba para nada, te podrás imaginar con un niño. Él optó por trabajar en un bar de noche para suplir un poco las carencias. Entonces no teníamos tiempo para estar juntos y aparecieron otros problemas. Es cierto cuando dicen que lo importante es el amor. Pero ese sentimiento hay que alimentarlo de buenos ratos y experiencias gratas que sin dinero son muy difíciles conseguir”.
Liz Ramos también terminó hace cuatro años con el padre de su hija. “Nosotros nos queríamos y nos llevábamos bien. Luchábamos ambos para sobrevivir aquí, pero a él se le metió en la cabeza irse para Estados Unidos por un tercer país y yo no iba a arriesgar de esa manera la vida de mi niña ni la mía, y decidimos terminar. Llevábamos 10 años juntos. Nos conocimos desde que hacíamos el servicio social porque somos graduados de Economía. Yo digo que si la situación de los salarios en este país fuera distinta, mi matrimonio hubiese estado a salvo, porque él no hubiera tenido ese desespero por irse y prosperar”.
La abogada Adelaida Lemus, quien trabaja en un bufete colectivo en La Habana y asiste sistemáticamente estos casos, explica que desde su experiencia, las carencias económicas y la degradación de valores morales son las principales causas por las que terminan las parejas en la mayor de las Antillas.
“Me refiero a que rompen y no necesariamente a que se divorcien porque hay muchas uniones que a pesar de no estar asentadas en el registro civil o no haber firmado un acuerdo matrimonial, funcionan como tal. De hecho, si estas separaciones se tuvieran en cuenta a la hora de establecer estadísticas, la cifra se dispararía asombrosamente, pero de eso no es tan sencillo llevar el control”.
“En muchos de los matrimonios que he visto llegar a su fin el tema financiero ha influido bastante. Los problemas de convivencia a raíz de que las personas no tienen posibilidades materiales para independizarse, la escasez de opciones para distraerse y hacer la carga más liviana, la tentativa de salir del país como una vía para resolver algunos problemas, entre otras cuestiones, son conflictos con los que no siempre pueden lidiar los cónyuges. A eso se le suma la pérdida de valores que ha experimentado la sociedad. Como dice la frase: miseria material engendra miseria humana y, la verdad es que la concepción acerca de lo que es la familia, el hogar y los hijos se ha deteriorado. Lo peor es que esto es una cadena y si los niños ven cómo sus padres hacen y deshacen relaciones, ese será su referente”, añade la especialista.
El notario Waldo Arencibia agrega que si bien algunas de estas separaciones transcurren en buenos términos y el procedimiento se hace de acuerdo a lo que establece la ley, en otras no ocurre así. “No se trata solo del reclamo de bienes materiales y de propiedades, también está el factor de las relaciones humanas luego del divorcio. Hay casos que terminan ante un tribunal para disputarse la custodia de los hijos u otros beneficios. Son escenas lamentables que ningún menor merece vivir”.
Aun así, Arencibia subraya que otro de los elementos no menos importante, que influye en que el divorcio a veces sea visto aquí con una tranquilidad pasmosa, son las pocas obligaciones que tienen los hombres para con la familia una vez que se separan. “Es común escuchar que en otros países la gente tiene miedo a casarse. En realidad, temen a la disolución del matrimonio por los efectos que esto pueda traer, principalmente para el esposo que debe legar al hijo o a la madre, si este es menor de edad, una parte representativa de sus propiedades y una caudalosa pensión mensual. En Cuba puede decirse que esto es casi simbólico. Primero existe desconocimiento en cuanto a estas legislaciones; y, segundo las manutenciones de los padres a los hijos o a las exesposas están establecidas en dependencia del salario laboral, por lo que no son representativas. Tal vez si existieran otras obligaciones materiales las personas se lo pensaran más”.
Lucía Jerez
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