Reportera de Cubacomenta busca pollo en varias tiendas de La Habana, y solo se topa con neveras vacías

Los cubanos no están dispuestos a renunciar tan fácilmente al pollo. Pero tras largas caminatas por las tiendas, solo encuentran neveras vacías

Dunia se ríe cuando le pregunto si ha visto pollo: “seguro que por allá por La Habana, que sacan de todo”. Pero no está. Hace algunas semanas, el economista cubano Pedro Monreal advertía de una posible escasez de este alimento.

Una reportera de Cubacomenta se dispuso a recorrer el mayor número de tiendas posibles y constatar la disponibilidad de pollo en neveras.

En muchas tiendas encontré a quienes, como yo, habían gastado “el pedacito y lo necesitaban imperiosamente”. Yanet, por ejemplo, porque es la manera más barata de preparar la papilla de su hija. “Mi esposo siempre me compra las cajas grandes, de 24 CUC, para hacer las comidas de la niña”. Con un bebé de nueve meses, la joven madre y su pareja se enfrentan a la escasez.

“Comprar viandas se ha vuelto un lujo, pues el precio es altísimo. Aun así, intentamos tener una cantidad variada para mezclar con verduras como zanahorias, lechuga, acelga. Incorporar eso por separado en la dieta de un niño es complicado, entonces la madre le hace el pollo bien sazonado, para cambiarle el sabor. Hoy comerá con picadillo y mañana no sé”, explica el desesperado padre.

La isla de Cuba, La Habana Vieja

Otros encuentran en las hamburguesas un paliativo aunque, en honor a la verdad, no hay bolsillo que aguante: “Cada una te cuesta 0.45 centavos, así que puedes comprar una cantidad limitada y mucho menor de lo que comerías en pollo. Además, debes servirlas por unidades, mientras con lo otro puedes hacer un arroz, desmenuzarlo, cocinarlo con papas, y te cunde muchísimo más”, diserta Cristina, mientras me acompaña en la fila para entrar al establecimiento La isla de Cuba, en La Habana Vieja.

Adentro el panorama es el mismo. Las neveras están, incluso, desenchufadas. Las tiendas de las calles Galiano y Neptuno, en Centro Habana, fuero también intentos fallidos para comprar pollo. Finalmente, me voy hasta el Vedado. En 11 y 4, una dependienta aburrida, rellena papeles. En la tablilla del exterior, raquítica, figuran cuatro productos. Adentro, la mayor parte de las neveras están abiertas y vacías.

La muchacha no se molesta en levantar la vista. Cuando le pregunto, solo atina a responder “¿Pollo?” y vuelve absorta a su labor. Le da igual que haga fotos o videos. En su rostro puedo percibir el mismo cansancio de todos.
La Tienda tiene un panorama aun peor. Además de las neveras vacías, ostenta buena cantidad de estanterías en la misma condición.

Las personas ya entran y salen, solo confiados en el azar. “Es muy común que haya o no productos de cualquier tipo. No sé por qué pero, para ser un establecimiento céntrico, siempre está pelao. Debe ser que lo hicieron muy grande y en Cuba hay poco para ofertar”, sostiene Jessica, vecina del lugar.

La vendedora de Línea y 12 me deja hacer algunas fotos: “¡Total!”. Como otras responsables del área de cárnicos en la ciudad, tiene poco que hacer.

Panamericana de Línea y 12

“Nosotros va para un mes que no recibimos pollo en esta unidad, y al paso que vamos no lo haremos. Lo malo es que no tenemos ni siquiera una disculpa para el cliente; por eso muchas veces nos insultan y terminamos pagando nosotros los platos rotos, cuando somos simples ciudadanos como ustedes”, se queja.

17 y L, Vedado
Solo hamburguesas en las neveras de 11 y 4

Sigo mi peregrinar hasta Galerías de Paseo. Allí discuto con el responsable. Me espeta de mala gana que no puedo hacer fotos.

Ni siquiera el tuit de la Ministra de Comercio Interior Betsy Díaz Velázquez, en el cual autoriza a los clientes a tomar fotos de los precios y artículos de su interés, logra convencerlo. “Vete a hablar con la gerencia” es lo último que le escucho. Él sabe bien que, a las 4:30, la responsable se marcha, y deja el lugar descabezado hasta la hora del cierre, cerca de las ocho de la noche. Se salió con la suya.

Desgraciadamente, las muchachas del servicentro Tángana tampoco me dejan hacer fotos. Aunque saben que estoy en mi derecho, me piden no hacerlo por no ser pertinentes.

“¡Mi amiguita, figúrate! Tú sabes bien como está la cosa con la comida; si te dejo fotografiar algo, nos metemos en una candela, porque puede ser motivo de crispación popular”. Al parecer, fue un acuerdo interno al que se llegó, para evitar problemas.

La duda que asalta a muchos es ¿cómo es posible? “En la Feria del Libro estaban vendiendo pollo frito por cantidades a uno o dos CUC. Los más baratos eran la posta natural, los otros eran trozos empanizados”, nos cuenta Diana, quien acudió al evento acompañada de su novio.

Entretanto, ninguno de los negocios de pollo chiflado de La Habana se han detenido. Los propietarios no quieren revelar de dónde se abastecen: “¿Estás loca? No ves que después se ponen para eso y se fastidia uno”, me dice el dueño de la cafetería ¡Ahora qué!, a un costado del Palacio Central de Computación.

Mi desesperación me hace llamar a una amiga de Guanabo. Aun con lo engorroso del transporte, estoy decidida a transportarme hasta zona de playa, con tal de obtener uno o dos paquetes. Ella se demoró en responderme. Cuando lo hizo, me envió estas fotos, correspondientes a la tienda Caracol de 182 y 5ta Avenida. Tampoco hay pollo.

Tienda en Guanabo
Pescado y camarones en las neveras de tienda de Guanabo

Texto y fotos: María Carla Prieto


 

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