De seis o siete pesos en moneda nacional, ahora la libra de frijoles se consigue a 20 pesos

Los frijoles no son solamente un plato típico de la cocina de Cuba. Ante las escaseces también se han convertido en una opción fácil y barata a la que pueden acceder los cubanos de a pie. “No importa si no hay carne. Unos frijolitos bien hechos resuelven siempre el problema y calientan el estómago”, dice Angela María, de 65 años.

Sin embargo, el grano que de tantos apuros ha sacado a las familias, se encuentra ahora en un período gris. La baja en la producción de frijoles lo ha convertido en un producto difícil de conseguir y con altos precios en agromercados y puntos de venta en divisas.

“Siempre la libra de frijoles ha oscilado sobre los seis o siete pesos en moneda nacional. Hace unos meses subió a 10 y ahora llega hasta 25 pesos. Un núcleo que se mantenga con su salario no lo podrá mantener en su dieta diaria”, comenta Eliezer Domínguez, vecino de La Habana Vieja.

Luis Sardiñas, campesino mayabequense, considera que las lluvias y el abandono de las instituciones estatales condenaron el pasado año la cosecha de frijoles. “Al Estado no le interesa que se pierdan las siembras. No nos venden nada a los agricultores para poder trabajar la tierra. El abono y las fumigaciones, por ejemplo, indispensables en el cultivo de este grano y de muchos otros alimentos, lo tenemos que comprar nosotros mismos por la izquierda a precios altísimos. Todo eso para no perder lo poco que tenemos”.

Por su parte, Jorge Medina, pequeño agricultor artemiseño, opina que la falta de combustible también hizo mucho daño a la temporada de siembra. “Imagínate al no haber petróleo, a veces no se podía trasladar la cosecha. Había que dejar el frijol ahí, pudriéndose”.

Entretanto, en los agromercados los tarimeros y vendedores justifican los precios culpando a los proveedores e intermediarios. “Aunque no es menos cierto que la cadena es larga, ellos también se aprovechan de la crisis para subir el importe”, añade Caridad Valdez, vecina del establecimiento ubicado en Gervasio y San Rafael, Habana Vieja.

“Nunca pensé que en los puntos en CUC y en los mercados agropecuarios una bolsita de frijol iba a tener el mismo precio. En este país las sorpresas para mal no desaparecen”, admite Silvia Ferrán.

La canasta básica también ha disminuido la distribución de este producto. “Ni en las bodegas se ve”, comenta Nancy García. Lo menos que podía pedir uno era un platico de arroz y frijoles. Eso es comida de pobres y ahora está comenzando a ser un lujo”.

Texto y foto: Lucía Jerez


 

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