Como el carretón de la basura hace dos meses no aparece en el pueblo cienfueguero de Constancia, proliferan las hogueras para eliminar los desechos

Los vecinos de Constancia, un pequeño pueblo de Cienfuegos, hace alrededor de dos meses no ven el carretón de la basura. Los desechos hacen ola en cada esquina. No existe siquiera un contenedor decente para depositar los desperdicios, pues el gobierno no los provee.

Con trozos de zinc y latones viejos, quienes habitan las áreas más pobladas improvisaron algunos varios años atrás. Ahora, el estado de estos contenedores es deplorable.

Según los vecinos que viven en los edificios, la situación de insalubridad es notable. “Constantemente hay moscas revoloteando por aquí. En varias reuniones del CDR hemos solicitado que se comunique la situación y se preste el servicio de basura más seguido, pues no tenemos patio. La respuesta siempre ha sido el silencio”, denuncia Maya, residente de Constancia.

Ante semejante problemática, un espacio de tierra, aunque sea mínimo, ha sido para muchos un alivio. Las familias, sin otro método para desaparecer los residuos, los queman en un lugar apartado de la casa. “Con esta acción se matan dos pájaros de un tiro, pues se alejan los mosquitos también”, dicen algunos convencidos.

Recorriendo la localidad, podemos ver en las afueras de las casas restos de ceniza. “Este fue el método que me enseñaron desde pequeña. La basura de todo el pueblo viajaba casi hasta la entrada del río, donde se quemaba en una explanada”, señala Maribel, quien tiene huellas de la última hoguera en la entrada de su casa.

En el vertedero de Constancia tampoco no se está haciendo la tarea debidamente. Quienes viven cerca arrojan sus residuos y la falta de personal ha hecho que prolifere una masa casi indescifrable en la que se mezclan tierra, maleza, basura y algún roedor, como es lógico.

Bárbara vive bien cerca del basurero con su pequeño hijo Alden. Manifiesta que si bien “el día de la quema es insoportable, pues el humo inunda la casa, es preferible eso a tener dos sacos de basura en la puerta recibiendo a las visitas”.

“Mi esposo va hasta el basurero regularmente para cuidar al niño de la humarada y el hollín. Además, para evitar que se metan los animales a escarbar y desperdiguen la basura. Sin embargo, no es una tarea fácil arrastrar las bolsas”, concluye.

Texto y fotos: María Carla Prieto

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