Al hombre, por entregar el dinero, le hicieron un pequeño regalo, pero no se supo nunca en qué consistió “la recompensa”.
Un hombre identificado como George Condash se encontró el pasado martes una caja justo al lado de un cajero automático en un Banco de Michigan. Lejos de quedarse con el dinero, el hombre entró al banco e hizo lo correcto: devolverlo.
Condash no sabía a quien pertenecía el pequeño tesoro, pero sí sabía una cosa: no le pertenecía; no era suyo.
Sabía incluso que alguien lo estaba buscando, así que su corazón le orientó que, entregar el dinero, era la mejor de todas las opciones posibles.
Primero estacionó su auto en la Westland Federal Credit Union, y luego entró al banco.
Dice que en tono relajado pidió una recompensa por devolver lo que él creyó eran $40 mil dolares, según la etiqueta que aparecía por fuera de la caja.
El dinero pertenecía a una compañía de seguridad de las que traslada dinero de un lugar a otro en vehículos blindados. Cuando en el banco revisaron las cámaras de seguridad contemplaron a un agente descargar varias cajas de efectivo y dejar una olvidada.
Según la gerente del banco, Alicia Stewart, a Condash se le dio “algo”.
“Era mucho dinero, dinero que podría haber resultado en una pérdida significativa y queríamos darle una muestra de nuestro agradecimiento”, expresó la funcionaria.
Stewart dijo que si Condash no hubiera entregado el efectivo, el banco habría llamado a la policía y rastreado la placa de su automóvil a través de imágenes de cajeros automáticos.
Condash reconoció que “la gente promedio”, se hubiese quedado con el dinero, sin embargo la gerente del banco confió en que ante casos así la gente haga lo correcto, porque los bancos tienen cámaras por todos lados y pueden rastrear la placa de un auto o incluso la cara de un individuo.
Sin embargo, no existe la necesidad de creer que no hay cámaras vigilándote. Lo más importante es, como sucedió en el caso de este hombre, su conciencia. Esa que no te permite dormir tranquilo cuando haces algo incorrecto, pero que te da un recogijo en el alma de un valor incalculable, cuando realizas un acto de bien.
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