Trabajar o vivir cerca de un organopónico representa en Cuba, una ventaja, porque puede garantizar la presencia en la mesa de “alimentos perdidos” u otros que aparecen, pero a muy alto precio.
En un país en el que a cada rato un alimento u otro desaparece vivir al lado de un organopónico representa “una ventaja”. Al menos así lo creen Esperanza, Armando y David, vecinos del reparto Deportivo en la ciudad de Las Tunas.
Uno vive en los alrededores del Estadio Chiquito, otro cerca de la Universidad de Ciencias Médicas, y otro más en la avenida 30 de Noviembre, antes de la escuela Máximo Gómez; todos tienen un organopónico cerca, y también les queda cerca uno ubicado en las áreas del Doce plantas.
Los tres agradecen que en las mesas de sus casas puedan poner, a cada rato tomate, col y aguacate, cuyos precios en otros lugares rozan con la desconfianza en el bolsillo propio. Otro desaparecido, el pepino, también pueden darse el lujo de consumirlo.
Dicen que ahora andan “a la caza” de otros alimentos más raros aún, y mencionan la acelga, el perejil y la espinaca.
En un país donde se sobran los espacios y solares yermos, no pocos “campesinos urbanos” se han dado a la tarea de producir alimentos en lugar de esperar que les caigan del cielo. Sin embargo, y a pesar del esfuerzo de estos hombres que viven con la guataca en la mano, la provincia de Las Tunas, al menos en el 2019, no mostró resultados alentadores, un hecho que reconoce Víctor Santos Ramírez, quien se desempeña al frente del movimiento en la provincia.
«Tenemos una perspectiva de ir recuperando parcelas, patios, organopónicos y huertos intensivos para cumplir con las expectativas de lograr 10 libras de hortalizas o condimentos frescos para cada habitante.
«Aquí hay que trabajar con más intención los subprogramas de suelos y abonos orgánicos, el de lucha biológica y el de ganado menor porque hoy es necesario incrementar los niveles de ovino-caprino y conejo. Claro, además de las aves y los cerdos que se crían en los patios. Y se volvió a rescatar el programa de acuicultura familiar».
Un buen ejemplo a imitar es el organopónico Victoria de Girón. Su directora es una mujer, Yudisleidis Silva Olazábal, y ella asegura que el éxito radica en el trabajo intenso, “en las mañanas y las tardes”, y en hacerlo unidos.
Mientras, dice el portal Tiempo21, “las principales autoridades políticas y administrativas han insistido frecuentemente en la necesidad de destinar una pequeña parcela en cada finca, cooperativa o tierra en usufructo, para la siembra de ají, cilantro, ajo y otros condimentos frescos”.
El problema parece ser el mismo que existe en toda Cuba; no hay mucha voluntad de convertirse en “agricultor urbano” y trabajar bajo el Sol para procurar los alimentos. No pocos, repito, esperan que los alimentos les caigan del cielo.
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