Solo el 17% de las urbes europeas tiene un plan para adaptarse a este desastre climático y mitigar las consecuencias, expresa una periodista española.
Tal vez ya se han comenzado a sentir los primeros síntomas del “desastre climático” y las personas no están conscientes de ello, es la respuesta que no pocos entendidos en el tema, analistas y científicos en general, tras ver las señales de alarma que por estos días ha estado enviando la llamada pachamama a sus habitantes.
Olas de calor como nunca antes en Europa el año pasado; olas entre 14 y 16 metros de altura, como nunca antes en el Mediterráneo; incendios como nunca antes en Australia; lluvias de granizos como nunca antes en Australia también. Olas de frío continuadas en Europa y muy bajas temperaturas hasta en el Caribe, pudieran ser señales de que sí, que el cambio climático es real a pesar de lo que pueda decir el presidente de los Estados Unidos, quien les aseguro no sabe nada de clima, y no pocos otras personas, científicos incluso.
La era de la crisis climática pudiera ya estar aquí mismo, si nos guiamos por el aumento de la frecuencia y la intensidad de los eventos meteorológicos extremos.
Solo el 17% de las urbes europeas tiene un plan para adaptarse a este desastre climático y mitigar las consecuencias, expresa en El Periodico, la periodista Valentina Raffio.
Raffio asegura que “en los últimos 20 años, 12.000 fenómenos meteorológicos extremos han dejado su rastro en prácticamente todos los rincones del planeta”, y menciona desde lluvias torrenciales hasta sequías, pasando por inundaciones, olas de calor y los huracanes de siempre.
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Según cifras que recoge en su artículo, tomadas del Índice de Riesgo Climático Global de Germanwatch, estos eventos se han cobrado la vidaa de 495.000 personas “y han dejado a su paso unas pérdidas de 3,54 billones de dólares”.
En el caso europeo, menciona uno que ahora mismo está teniendo lugar en la península ibérica: la gota fría.
“También conocidos por las siglas de DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), explica Ruffio, estos han provocado la crecida del río Francolí, en Tarragona y las inundaciones de Sant Llorenç, en Mallorca.
“Los intensos aguaceros vividos este otoño, los más abundantes de los que se tiene constancia en el último medio siglo. La ola de calor que este verano ha ahogado una Península ya en riesgo de desertificación dejando récords de temperatura históricos (…) escenifican estos extremos.”
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Sin embargo, José Manuel Gutiérrez, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Física de Cantabria, explica que no hay modo de conectar estos episodios “a la alteración del clima causada por la acción humana”, y lo que indican los modelos de pronósticos es que seguirán sucediendo; y la gente cada vez más expuesta.
La cresta final de la ola supera la altura del Hotel existente en Cala Marçal-Porto Colom #Mallorca y estaríamos hablando de más de veinte metros. Algo casi inimaginable. Casetas de barcas de pescadores rotas con unos portones de madera que habían resistido más de 100 años pic.twitter.com/AjQjJyTwSr
— Toni Tugores (@tugyto) January 23, 2020
El trabajo de Ruffio recoge no pocos testimonios de desastre climático que nos hacen llegar a una verdad incuestionable: la gente no tiene claro el peligro; otros no saben cómo conciliar el desarrollo sin “utilizar” el planeta. Y lo que es peor: Nadie, absolutamente nadie, está preparado para enfrentar lo que se avecina en unos años.
El 21 de enero, olas gigantes y vientos huracanados azotaron la isla de Mallorca, provocando daños en numerosos negocios y restaurantes de la costa. #Internacionales
Vía: @ActualidadRT pic.twitter.com/uD2jX1HD5h— UNICA RADIO USA (@UNICAESRADIO) January 22, 2020
Si deseas conocer más sobre el tema te invitamos a leer el artículo publicado en El Periódico, aquí