Los problemas de corrupción que vinculan a la hija del ex presidente de Angola, Isabel dos Santos, son noticia en el mundo entero, menos en Cuba.
Alguna deuda pendiente tiene el oficialismo cubano con su pueblo cuando, las noticias relacionadas con la confiscación preventiva de los bienes de la hija del ex presidente de Angola José Eduardo dos Santos, el “heredero” de Agostino Neto, y la confirmación días después que sí, que Isabel dos Santos era toda una dama de la corrupción, no han salido en el Granma, ni en ningún otro medio oficial.
La Habana, no tengan dudas, teme a que el pueblo conozca por boca de ellos mismos que esta mujer, de la cual se especulaba que incluso podría llegar a ser la presidenta de Angola en un futuro no muy lejano, estaba embarrada de m…onedas hasta el cuello; m…onedas no muy bien habidas. En fin, una corrupta desde la punta del más largo de sus cabellos hasta la uña del dedo gordo del pie derecho. O el izquierdo, si hablamos de la manera “ideológica”.
Considerada no solo la mujer más rica de Angola, sino también de toda África, Isabel dos Santos, dice el diario español El País, “tenía una red internacional de abogados y banqueros que la ayudaron a amasar una fortuna de 2.000 millones de dólares”.
Dos Santos, continúa diciendo el diario español “construyó su fortuna gracias al nepotismo y la corrupción”, según detalla un dossier, “publicado por el Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ) en colaboración con 36 medios de comunicación, está basado en más de 715.000 documentos confidenciales y centenares de entrevistas.”
A finales de diciembre del 2019, los medios en La Habana al parecer no se enteraron que un tribunal angoleño ordenó congelar de manera preventiva los bienes de la hija de papá Dos Santos. Ahora, ni el lunes (ayer) ni hoy martes, tampoco se han hecho eco de la investigación del ICIJ.
Es poco probable que La Habana, tan proclive a explicar otros entramados de corrupción en otros países del mundo que involucran a no pocos funcionarios corruptos de derecha, no haya encontrado las claves informativas para explicar cómo, la hija del ex presidente de Angola, pudo beneficiarse de varios contratos públicos, algunos de ellos facilitados por su padre, y de no pocas “ventajas fiscales, licencias de telecomunicaciones y derechos para la extracción de diamantes.”
Desde diciembre se sabía en el mundo entero, y los diarios del mundo entero lo reflejaron en sus rotativos y páginas digitales que “la hija del ex presidente angoleño y su marido están al frente de un gran imperio empresarial de más de 400 empresas y filiales -muchas en paraísos fiscales- y disponen de exclusivas propiedades alrededor del mundo, incluida una mansión de 55 millones de dólares en Monte Carlo, un yate de 35 millones y una residencia de lujo en una isla artificial de Dubai.”
Sin embargo, como es comprensible, dado el nivel de “bloqueo” al que vive sometido Cuba, en La Habana nunca se enteraron que, en la nación donde más de 2700 cubanos perdieron la vida para construir un estado socialista en África por los humildes y para los humildes, la hija del ex presidente angoleño, en mancuerna con su marido, Sindika Dokolo, utilizaron una red de compañías tapadera para evitar ser descubiertos, evadir el fisco, e invertir en más y más negocios, amparados claro está por el poder que in haerentia le otorgó su padre, quien dejó el poder en 2017 tras casi cuarenta años al frente del poder en Angola.
José Eduardo dos Santos, al ser interrogado por la BBC negó cualquier delito.
Sobre esto último, al parecer, tampoco se enteró La Habana.