Cuando llegan los quince las familias no escatiman en gastos: sesiones de fotos, alquileres de traje, dulces, música. Cada fiesta es un acontecimiento

Desde que supo que estaba embarazada de una niña, Yamilé puso encima de su mesita de noche un cerdito de barro, la clásica alcancía. Ahí iban a parar los ahorros de toda la casa, el menudo que sobraba a fin de mes y los regalos de los allegados.

Cuando la pequeña nació, el cerdito siguió creciendo; primero para el bautizo, luego para el primer año, después para el comienzo de la escuela y así sucesivamente, hasta que llegó el momento de recaudar para los quince. Y entonces, cualquier depósito parecía ínfimo. “No solo le regalamos un álbum de fotos que nos costó 3 mil pesos cubanos, también alquilamos un equipo de audio e hicimos una fiesta muy grande en la calle, frente a la casa, vino todo el pueblo”, cuenta con orgullo la madre.

En Cuba y en otros países del mundo algunas familias celebran la llegada de los 15 años a lo grande. En la isla no son pocos los que, obviando sus necesidades básicas, gastan todo lo que tienen en sesiones de fotos, alquileres de traje, dulces, música y hoteles, algo que está muy de moda.

Algunos argumentan que es una tradición porque se festejan una sola vez en la vida, como si lo mismo no sucediera con los dieciocho, o con los veinte, o con cualquier otra edad. Lo cierto es que en varios casos se ha vuelto, incluso, una cuestión de competencia entre las jóvenes.

 

Cuando llegó su cumpleaños, Beatriz Díaz seleccionó un paquete entre las opciones que ofertaba un estudio de fotografía en la capital. Su módulo constaba de 40 fotos y un video modelando todos sus conjuntos de vestuario. “Me hice 20 tomas en exteriores y lo disfruté muchísimo. El fotógrafo ponía los trajes, yo solo tenía que escoger o pagar 40 CUC si deseaba usar más de tres vestidos”.

Aparte de la memoria fotográfica, que constituye una buena parte de toda la inversión, las personas asumen casi siempre una celebración que no suele ser discreta. Lejos de ser una reunión íntima se convierten en una actividad pública a la que puede acceder cualquiera que lo desee. Fuera de La Habana a veces se cierran las calles con un permiso del gobierno local o se alquila un círculo social. En la capital algunos optan por rentar espacios y, los más adinerados han llegado a reservar bares y salones de hoteles.

Para Damarys Allende estos festejos se han convertido en un indicador para medir el nivel adquisitivo de las familias, aunque lo que se quiere aparentar se vuelve una cuestión importante. “Conozco personas que carecen de muchas cosas, que han pasado hasta hambre. Y aun así se empeñan en hacer fiestas suntuosas, como si al día siguiente la vida no continuara o los problemas no siguieran estando ahí”.

Esta tendencia ha generado diversos negocios. Cada vez aumentan los que se dedican a las fotografías, al alquiler de vestidos, y a la decoración de espacios. Yander Valdés expresa estar muy feliz con su trabajo. Hace cinco años retrata a quinceañeras y la ganancia ha sido considerable. “Tenemos una agenda y los turnos se nos agotan. Diariamente atendemos a chicas. El paquete más barato es de 300 CUC y si quieren filmarse un video, el costo aumenta en 150 o 200”.

Pablo Sánchez considera que en la mayor de las Antillas muy pocos profesionales pueden subirse a este tren de gastos y de aparentar. “Aunque quieran, no les da la cuenta. Entonces tienen que educar a los hijos desde otra perspectiva. Enseñarle desde pequeños lo que realmente importa y prepararlos para que se defiendan en una sociedad que seguramente los juzgará por no sumarse al estilo de la mayoría”.

Texto y fotos: Lucía Jerez

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