Aprendió hasta el más mínimo detalle de cómo comportarse, hablar, moverse, hacer las cosas, y pudo penetrar en la Cosa Nostra. Este reconocido agente del FBI es un orgullo cubano.

O si no, uno de los mejores. Esta es la historia de Joaquín “Jack” García, el cubano que logró engañar a la mafia; que vestía ropa fina y ostentaba un reloj de lujo y que manejaba un carro que pocos, podían darse el lujo de manejar. Uno de las leyendas del FBI que se jugó la vida en las calles, codeándose con lo más selecto del bajo mundo y que luego, “volvía a la realidad” y actuaba como actúan los hombres de bien.

No se sabe como fue que Joaquín “Jack” García fue aceptado en el selecto grupo de “los mafiosos”. Se desconoce además como pudo estar tantos años dentro de una organización sin despertar sospechas. No pocos agentes del FBI perdieron la vida intentando siquiera, llegar a uno de los primeros “anillos”. Lo de “Jack”, quien se convirtió en uno de los mejores agentes encubiertos en la historia del FBI, es toda una leyenda.

Llegó con 9 años de la mano de su familia al Bronx neoyorquino. Allí, entre negros e italianos, creció el pequeño Joaquín hasta que dejó de ser pequeño, y llegó a los 193 cm de altura y 176 kg de peso; unas medidas y un peso más que suficientes para el fútbol americano, pero que también le sirvieron para ganarse el respeto en tan complejo lugar y tan compleja época.

Por el fútbol recibió una beca completa para estudiar en diferentes universidades, incluidas Richmond, la West Texas State University y el Westchester Community College, pero el joven cubano asentado en EE.UU., tras terminar la Universidad en el 1975, no siguió los caminos del deporte y se enroló en la academia de Quántico, en la cual se graduó en mayo del ’80 y entró ya a trabajar como agente especial.

Se cuenta que saneó no pocas ciudades del este de los EE.UU. de políticos corruptos. Bajó hasta la Florida e hizo lo mismo. También en Puerto Rico dejó su huella. Pasos previos a terminar siendo “el gángster Jack Falcone”; un perfil creado especialmente para él por el FBI. Con este nombre fue designado para infiltrarse en la familia Gambino.

Fue su colega y amigo Nat Parisi sú entrenador y único contacto en dos años y medio en que duró el entrenamiento para convertirse en “infiltrado”, dentro de la Cosa Nostra.

Aprendió hasta el más mínimo detalle de cómo comportarse, hablar, moverse, hacer las cosas.

Parece “de película”, pero Jack aprendió a ser italiano y mafioso viendo viendo programas de cocina italiana en la televisión durante varias horas al día. Así aprendió todo sobre la “cucina italiana”, lo cual además le dio el acento.

Llegó el año 2002 y Jack Falcone entró en escena como un inversor en un club nudista que administraban los Gambino. Vestía de Brioni y Zegna. Manejaba un auto de lujo y llevaba en la muñeca un Rolex President. Su Curriculum Vitae decía que era “ladrón de joyas y extorsionista.”

De casi dos pies de estatura, forrado en plata, se relacionaba con todos y a todos les sonreía.

“Siempre representé el papel más importante. Mi mantra era ‘piensa en grande, sé grande’. Y resultó que yo era capaz de ser el tipo de persona de quien no hubieran sospechado ni en un millón de años”, contó en una entrevista a CBS News en octubre de 2008.

Fue así como se fue ganando la confianza y el respeto de la gente, que no dudaron en promoverlo a “planos superiores”.

Con el apoyo del FBI del otro lado, sus negocios dentro de la organización, marchaban mejor que ningún otro, y se ganó el “honor” de ser considerado hábil e imprescindible.

Su “papel” duró tres años. En el 2005, sus superiores del Buró Federal de Investigaciones (FBI) determinaron que ya tenían causa probable, argumentos y pruebas para enjuiciar a los miembros del grupo. Fue así como se cerró una compleja operación que culminó con el arresto de 39 personas.

“Falcone”, salió de la clandestinidad en el 2008, después de haber estado 26 años al servicio del FBI. Ese mismo año publicó sus memorias en Making Jack Falcone: An Undercover FBI Agent Takes Down a Mafia Family (Creando a Jack Falcone: Un agente encubierto del FBI derrumba una familia de la mafia), libro que se convirtió en best seller de The New York Times y que, incluso, llevó al director Steven Soderbergh a plantearse llevar esta historia a la gran pantalla, con Benicio del Toro como protagonista.

De esos 26 años que este cubano estuvo dentro de las filas del FBI, estuvo 24 como infiltrado y participó en más de un centenar de operaciones encubiertas.

No por gusto es considerado como el agente encubierto más exitoso en los casi 112 años de existencia de esa rama del Departamento de Justicia.

con información de Cubalite


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