Claro que no son las mejores, pero sí las más baratas de La Habana. Hay hasta quien se acerca a Cinecitta para comprar pizzas a los ancianos que pasan por la zona

Cinecitta es uno de los pocos lugares en La Habana donde aún es posible encontrar una pizza por cinco pesos cubanos.

Ubicado en la esquina de 12 y 23, al lado del cine Charles Chaplin del Vedado, el sitio es uno de los más populares de la zona. Su fama se la debe tanto a los cinéfilos que entre un filme y otro lo visitan, como a los transeúntes que sacian el hambre allí.

Si bien la calidad del producto es muy cuestionada, no deja de comercializarse ni merma el gentío que se acumula a las afueras. “Aunque esté lloviendo esto aquí no para. Se venden cientos de pizzas diariamente. A veces me parece que no cabe la gente en el portal”, dice el joven que despacha, mientras coloca alrededor de diez moldes en una tártara grande dentro del horno.

Para Idalia Sánchez, de 65 años, de ahí casi siempre sale su almuerzo. “El dinero de mi retiro no me permite mucho. Lo mejorcito que tengo lo reservo para la comida. Como vivo cerca, al mediodía bajo la escalera y vengo. Estoy vieja, pero no soy hipertensa, así que con seis pesos resuelvo. Compro una pizza y un vasito de refresco”.

Alina Machado comenta que además de lo asequible, la gente sigue acudiendo por lo rápida que es la elaboración. “Tú puedes mirar de lejos y pensar que hay muchas personas esperando. Sin embargo, a medida que te aproximas te vas dando cuenta de la velocidad con que avanza la cola. En realidad, el equipo está preparado para eso”.

Lalita, otra de las empleadas del establecimiento, explica que esa es precisamente la dinámica, “trabajar para un público que está apurado, que a medida que camina, pasa, compra y continúa. Procuramos mantener ese ritmo”.

Entre la multitud que cada día se acerca a Cinecitta  puede hallarse con frecuencia un señor que peina muchas canas y viste bata blanca. “¿Ya comieron?”, pregunta a los ancianos que pasan por la calle.

“Habrá mejores pizzas, no te digo lo contrario, pero a mí me hace feliz comprarles algo a muchos viejitos que andan por esta zona y se pasan el día sin comer. Eso solo lo puedo hacer aquí, que es barato”, cuenta sonriendo.

Texto y fotos: Lucía Jerez


 

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