El ministro uruguayo de Relaciones Exteriores, Ernesto Talvi, se ha expresado con relación al caso del cubano Lidier Hernández Sotolongo, “regulado” en la isla
SECUESTRO. Esa es la palabra, y no otra, cuando uno mira de arriba a abajo el caso de Lidier Hernández, el cubano residente legal en Uruguay que viajó a la isla a visitar a su madre y que no ha podido regresar a su país de residencia actual, Uruguay, porque simplemente a las autoridades cubanas no les ha dado la gana.
Parece un caso irreal, pero es tan real como que carbono al combinarse con óxigeno, da dióxido de carbono.
Oxigeno es lo que reclama Lidier, y dióxido de carbono es lo que le devuelve el Estado cubano.
El cienfueguero no ha cometido delito alguno. No tiene causa pendiente ante la justicia en la isla. No se le investiga por ningún delito, pero -escuchen bien- “alguien” se opone a que salga del país, país donde ya no reside, alegando motivos de seguridad nacional. Por supuesto, nadie sabe quién es ese “alguien”, pues “alguien” no ha dado la cara.
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Claro, se sabe, este es el castigo que Lidier Hernández está pagando por su participación en un acto de protesta frente a la embajada cubana en Montevideo. O sea, el Estado que tanto reclama la extraterritorialidad de la Ley Helms-Burton, aplica una sanción a un cubano por un hecho que ni siquiera es delito en el país donde “lo cometió”.
Lidier, en todo este torbellino de injusticias, perdió su trabajo en Montevideo, al no poder incorporarse a tiempo. Se le venció, además, su cédula de identidad. Sin estar actualizada, ni siquiera podía entrar a Uruguay.
La cancillería le prorrogó el documento; lo incluyó además en un vuelo humanitario, que desde La Habana volaría hasta Uruguay la pasada semana. Sin embargo, Lidier Hernández no pudo traspasar la llamada “última frontera”. Esa de los regulados. Los regulados que dice el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla él no sabe por qué están regulados.
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Ahora, por suerte, porque la justicia tarda pero llega, han llegado para beneficio de Lidier Hernández Sotolongo, las palabras del ministro uruguayo de Relaciones Exteriores, Ernesto Talvi.
Este publicó en la red social Twitter una breve declaración sobre el caso del ciudadano cubano retenido en contra de su voluntad -o sea, secuestrado- por las autoridades de la isla.
“El 13/06 al ciudadano cubano residente en Uruguay, Lidier Hernández, no se le permitió abordar el vuelo de Copa en La Habana y regresar a Uruguay a reunirse con su esposa,” expresó el canciller, y más adelante añadió: “Uruguay ha manifestado su preocupación a las autoridades cubanas y trabaja intensamente para posibilitar su regreso”.
El 13/06 al ciudadano cubano residente en 🇺🇾,Lidier Hernández, no se le permitió abordar el vuelo de Copa en La Habana y regresar a Uruguay a reunirse con su esposa. Uruguay ha manifestado su preocupación a las autoridades cubanas y trabaja intensamente para posibiltar su regreso
— Ernesto Talvi (@ernesto_talvi) June 15, 2020
Con estas medidas, y ahora con el espaldarazo del canciller Telvi, lo que pudiera suceder es que una multitud de uruguayos y de cubanos residentes en Uruguya se levante, y a base de protestas y denuncias en medios públicos se genere un estado de opinión negativo en contra de la isla. Uruguay pudiera hasta tomar “represalias” por lo acaecido.
Tal vez no, porque Lidier Hernández no es aún ciudadano uruguayo, pero tan solo el malestar que provoca el hecho, puede socavar la edulcorada idea que algunos tienen en Uruguay sobre una Cuba “solidaria” y “defensora de los derechos humanos”. Por lo pronto, ya la noticia ocupó plana en el diario más importante de la nación latinoamericana.
No olvidemos que Uruguay vivió una cruel etapa de reinado cívico-militar, también conocida como la dictadura uruguaya, que gobernó en el país durante 12 años, desde el 27 de junio de 1973 hasta el 28 de febrero de 1985. Un período que ellos se han empeñado en rechazar, no recordar, y cualquier atisbo u olor de represión, incluso en el extranjero, contra el extranjero, se lo sienten en sus propias costillas.
por Roberto A.
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