Esta vez ha sido el diario español El País, quien ha revelado más detalles sobre una “mafia” que opera de manera silenciosa en Moscú: cubanos estafando a cubanos.
Sí, porque los cubanos que en días pasados entrevistara la colega Natasha Vázquez para el portal Oncubamagazine, esos que revelaron haber sido víctimas de engaños y estar viviendo en condiciones deplorables – en casuchas de madera o en la parte de abajo de un edificio, debajo de la escalera – no son los únicos que están en sumidos en el desespero y con la necesidad urgente de una solución a su lamentable situación.
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En realidad son muchos más, y en contraste con la labor humanitaria que hicieran unos cubanos en Perú que lograron sacar de la calle y darle un techo a un padre y su hijo – cubanos ambos – estos otros “coterráneos” en Rusia, se dedican a engañar y estafar a gente de su misma tierra.
Les pintan Villas y Castillos; les dicen que en un mes pueden conseguir trabajo; que todo es fácil, que todo está a disposición de ellos para triunfar; que existe “el sueño ruso”, que los cubanos son muy queridos por los rusos, y que en un par de meses ya podrá estar viviendo tranquilamente, con trabajo, legalizado y mandándole dinero a su familia en Cuba.
Al menos eso es lo que le dijeron y es lo que pensaron los muchos cubanos que han sido entrevistados por el diario español El País.
En un texto titulado La odisea de los cubanos explotados en la Rusia capitalista, el medio aborda el drama. Un drama que parece no tener solución, y que sin dudas tiene ahora mismo en jaque a la cancillería cubana en Rusia.
Algunos de los entrevistados salieron de Cuba sin la esperanza de volver – al menos no inmediatamente -; otros viajaron de visita; todos se encuentran “varados”. Unos sin rumbos ni esperanza; otros apelando a los ahorros. Unos quieren volver; otros dicen que no regresan.
El cónsul cubano afirma que presta información y asesoramiento a los ciudadanos que se ponen en contacto con la legación diplomática; pero sin techo, sin dinero, y sin comida ¿de qué les sirve esa información?
Los cubanos varados
El País logró el testimonio de los cubanos Óscar Osoria, Yuris Lady, Luis Milán, Madelaine de la Caridad y su hija, Shabely. Todos comparten un apartamento en Moscú.
Conoció los detalles de la salida de Cuba, en enero, de Josué Pérez. Un compatriota le pidió $2000 mil dólares por adelantado y desapareció luego.
“Vine a Rusia a buscar una vida mejor y al final me van a tener que mandar dinero de Cuba”, dijo a El País, Josué.
Yunior Castro y Antonio pagaron 1.500 dólares a un intermediario – cubano también – que les dijo las plazas de trabajo se compran y pueden ir viviendo mes a mes.
“Ahora lo único que buscamos es un sustento”, dice Antonio, hasta hace poco, informático en una fábrica de cerámica blanca de Holguín.
Nilder Cruz, Yunior y Antonio comparten apartamento en Moscú con Nilder Cruz y con el cienfueguero Amet Calderín.
Excepto este último, el resto vino con la esperanza – se la dibujaron cierta – de encontrar trabajo en la construcción.
El negocio, en realidad, existe, pero la legalidad no. Dice El País que el intermediario, “generalmente cubano, proporciona mano de obra barata a contratistas informales rusos, armenios, azerbaiyanos o serbios que nutren de personal a obras por toda la capital”
“Siempre sin contrato, sin seguridad y sin garantía de cobro. Si todo va según lo pactado, el trabajador recibe su salario —que suele rondar el equivalente a unos 300 euros mensuales— de manos del intermediario, que se queda una comisión de lo que ya probablemente es un sueldo mermado”.
Un abogado, Williams Herrera dice que “ese sistema se ha utilizado desde hace mucho con ciudadanos de Asia Central, como Kirguistán, Tayikistán o Uzbekistán”.
“Ahora enrolan a cubanos porque son más vulnerables, no saben ruso, no conocen el sistema y tienen menos redes de apoyo”
La realidad es que con miedo de ser deportados, una vez estafados, tienen miedo presentarse ante las autoridades para hacer las correspondientes denuncias.
“Clara Elsi Felipe, Juan Carlos de la Cruz, Pável Roque, Marco Antonio Herrera y Rafael Casete, llegaron hace unos meses a Rusia buscando un futuro mejor fuera de Cuba”, dice El País. La realidad les ha golpeado la cara, y muy duramente.
Madelaine de la Caridad, enfermera en Cuba, salió con su hija Shabely. Ahora limpia pisos, y hasta compartió apartamento con gente “desconocida” (diez hombres). Ahora vive en un apartamento de tres habitaciones con su amiga Yuris Lady y otras ocho personas. Once en total.
Gana un poco más de 300 euros al mes, por trabajar hasta 12 horas al día.
“Y eso cuando los cobramos…”, dice su compañera Clara Elsi Felipe.
Josué era trabajador gastronómico del turismo en Cuba.
“Lo que nos sucede es una estafa. Tienes una idea, sabes que a la gente la engañan pero piensas que a ti no te va a pasar”, comenta a El País, y dice que “si todo sigue así habrá que buscar la vía para volver a Cuba.”
“Allá no te llenas el estómago, pero no te mueres de hambre, siempre hay un vecino que te da un pan, una taza de arroz; esto es distinto”.
Otras historias.
No muy diferente es la situación de Madelaine Castillo, la de su esposo, Leodón, y sus dos hijos, su madre, Nilda, y su hermano, Pedro.
El drama de esta familia se resume en una frase dicha por Madelaine:
“Es un dolor saber que mañana quizá los niños no tengan para comer”.
Yenifer León dice que su plan “no tenía fisuras”: viajar a Moscú, trabajar unas semanas, comprar mercancía barata y venderla con un margen de beneficio a la vuelta en Cuba.
Vive ahora con Natalie Almansa, Yoandra Agüero y Natalie Fonseca.
Dice El País, que “la idea de León era trabajar durante un par de meses en Moscú y comprar unas cuantas cosas con esos ingresos.”
Era la segunda vez que viajaba a Rusia. En la primera, le fue bien.
“Ahora me habían prometido un trabajo en la recogida de manzanas que luego no fue verdad, qué ilusa”, se lamenta.
Las cuatro viven en un pequeño apartamento moscovita, “infestado de cucarachas que suben por las paredes y las puertas, sin temor a las personas”, dice El País.
“En la casa viven en total seis personas más. Pagan 10.000 rublos (120 euros) por cabeza por dormir en una litera o compartir una de las dos camas. Ahora, sin medios, se lo han rebajado a 5.000.”
“Y aun así vivimos ahogadas por el miedo a no tener cómo pagar”, dice Natalie Almansa.
Amet Miguel Calderín tenía un negocio de comidas en Cienfuegos y había viajado a la capital rusa con todos sus ahorros para comprar cosas para su establecimiento. Tenía que volver este domingo, pero los vuelos están suspendidos y el dinero que tanto tiempo le costó reunir, se agota.
“Esta es una situación extraordinaria y alguien debería darnos una respuesta, pero no es así y estamos aquí tirados, dejados a nuestra suerte”.