Con el ejército en contra y con los gobernadores en contra también, la gestión del presidente de Brasil Jair Bolsonaro frente a la pandemia del COVID-19 está siendo calificada de pésima por los propios brasileños. Pero, ¿es Bolsonaro el peor presidente en estos momentos manejando la crisis que el COVID-19 ha traido a más de un centenar de países en el planeta? Pudiera ser que sí.

Los cubanos dirán que es Diaz-Canel; los ciudadanos norteamericanos le echarán culpas a Donald Trump; y los españoles a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Seguramente los ingleses dirán que el culpable de la situación en el Reino Unido es el Primer Ministro Boris Johnson, quien el pasado 12 de marzo dio su NO al cierre de Inglaterra al tráfico extranjero. Sus críticos dirán que por eso el karma se le vino encima y el COVID-19 lo contagió. Los que sí parece que escaparán de esta crisis son Enmanuel Macron de Francia – quien suprimió los pagos de renta, electricidad, agua y gas a los franceses – y la canciller alemana Ángela Merkel.

Sin embargo, y a pesar de que la situación en España es grave – el país ibérico registró ayer el mayor número de muertes en un día: 769 fallecidos, y los muertos superan ya los 4.800, aunque hay cerca de 9.400 recuperados ( 2.342 de ellos curados ayer) – y que en Italia no es muy distinta, aunque peor – Italia ha reportado 8.215 muertes por la enfermedad, más que en cualquier otro lugar del mundo, con 80,539 casos confirmados de la enfermedad, y según los últimos datos del jueves no parece haber señales de una disminución en las nuevas infecciones – tal parece que Bolsonaro se puede llevar facilmente la medalla de oro en esta imaginaria competencia.

O al menos eso creen ahora mismo millones de brasileños.

Una de las críticas más fuertes va contra el plan “segregacionista” del mandatario brasileño, quien no quiere implantar un cierre total de las actividades en el país y obligar a la gente a quedarse en sus casas, sino que aboga por una cuarentena a los grupos de mayor riesgo.

En esta batalla por la vida – porque sí, el coronavirus está siendo eso: un reto a la vida – el enfrentamiento al Ejército y a los gobernadores, ha provocado que el presidente de Brasil haya perdido el apoyo de sus aliados. Una revalorización de su papel como presidente de Brasil en “asuntos médicos” parece dejar claro que Bolsonaro no es muy ducho y cooperativo en esta materia, – ¿se acuerdan sus problemas cuando la crisis de los incendios en el Amazonas? – aunque en lo personal este redactor tiene sus dudas sobre los modos en que Bolsonaro escucha o deja de escuchar a sus asesores y ministros.

Juicios personales a un lado, un dato es cierto:  Bolsonaro insiste en impulsar la economía y en negarse al confinamiento, y hasta ha dicho que “los brasileños nunca han pescado ni una gripe“.

Eximir de la cuarentena a los cultos religiosos es un dislate total, cuando cifras hablan de que hoy por hoy, un 80% de la población – una población enteramente religiosa – apoya el llamado aislamiento social como método eficaz – como ninguno – en la lucha contra la pandemia.

Para que se tenga una idea de lo que está sucediendo allí: El martes, Bolsonaro dijo en cadena nacional que era contrario a las medidas de aislamiento social y propuso su “maravilloso” plan para grupos considerados de riesgos – único en el planeta Tierra y con nula eficacia documentada – y 26 de los 27 gobernadores del país le dijeron que NO. Estos, a pesar de ser religiosos también, prefirieron apegarse al libreto de los que en verdad conocen del asunto y anunciarion que seguirían las instrucciones de la OMS. Estamos hablando de autoridades de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais, para que se tenga una idea del problema en que se ha metido Bolsonaro.

Usted podrá pensar lo que quiera, pero ser presidente de un país y tener al vicepresidente, a los gobernadores, alcaldes, instituciones médicas y hasta una parte de la cúpula militar de Brasil distanciados de Ud. por su terquedad “sanitaria”, es casi que estar sentado sobre un volcán a punto de entrar en erupción.

El jefe del Gobierno de São Paulo, João Doria, del Partido de la Social Democracia Brasileña, se cuestionó: “¿Es justo abandonar a los mayores a su suerte?”.

“Presidente: como brasileño y Gobernador le pido que tenga serenidad, calma y equilibrio. Más que nunca, necesita conducir y liderar el país”, le pidió su adversario político y Bolsonaro respondió como si se tratase de un troll cibernético, y lo mandó a que se guardara sus comentarios.

Gran parte de esta situación – grave, por cierto – tiene a millones de brasileñor preguntándose cómo es posible que Bolsonaro ni siquiera esté de acuerdo con sus expertos en materia de salud y hasta de su propio vicepresidente.

Brasil registró este jueves 2.433 casos positivos de coronavirus y 57 muertes, y el general Hamilton Mourão se pasó con fichas al decir de las palabras de Bolsonaro.

“Puede que [Bolsonaro] no se haya expresado de la mejor manera; la posición de nuestro Gobierno, de momento, es solo una: el aislamiento y el distanciamiento social”.

En un país donde las volteretas políticas y judiciales sacaron del gobierno a la presidenta Dilma Rousseff, cualquier cosa pudiera suceder de la noche a la mañana. De lo contrario, habrá que esperar hasta el 2022  y sus elecciones, o esperar – se puede, porqué no – que un rayo divino ilumine a Bolsonaro y le haga recapacitar y pensar que un país no se dirige de una manera tan autocrática; porque aunque él no lo crea ya esos tiempos pasaron – al menos en Brasil nadie quiere volver a oir hablar de dictaduras – y gobernar con tanta gente en contra te puede poner de patitas en la calle; especialmente cuando se empiecen a contabilizar los muertos por miles – vean el caso de España e Italia, por ejemplo – y la gente se harte de las torpezas políticas de quien les manda.

Las mismas llamas del Amazonas que él no apagó a tiempo, pudieran ahora quemarle y de mala manera.

por Roberto A.

con información de medios y redes sociales de Brasil

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