Ante los rumores de que se rellenaban con yerba o con cartón, muchos prefieren estar presentes cuando deciden reparar sus colchones
Sin dudas, el pregón “se reparan colchones de muelle” merece entrar en el top 10 de frases populares cubanas. Aunque muchos parecen no oírla, se promociona otro de los oficios que son, por excelencia, casi exclusivo de los cubanos: reparar colchones.
Nadie sabe cómo aparecieron pero los reparadores y fabricantes de colchones criollos llegaron para quedarse. Dados los altos costos para adquirir un buen material para el descanso en una tienda recaudadora de divisa, este oficio se fue consolidando, creciendo y es uno de los de mayor demanda hoy.
De la mano de un maestro curtido en el oficio, el joven Niurvel se desempeña en el oficio como un gran conocedor. “Empecé, como todo el mundo, porque es un negocio que da buen dinero al momento. Nosotros trabajando somos tres, pero en cuestión de 4 horas te montamos uno de calidad”, afirma.
Según nos cuenta, guata, muelles, esponja y demás materiales salen de la fábrica: “Nosotros compramos los forros a una costurera de San Miguel del Padrón. Por cada uno le damos 15 o 20 pesos, dependiendo del tamaño; lo demás lo adquirimos a precios parecidos, con gente por ahí –la mayoría fabricantes estatales-. Cada colchón nuevo lo vendemos en 100 CUC; las reparaciones, en cambio, varían en dependencia del estado en que esté o la cantidad de material que empleemos”.
En la actualidad, muchos prefieren estar presentes a la hora de reparar los colchones. Los rumores de que se rellenaban con yerba o cartón; se robaban los materiales que conseguía el que pagaba o se cambiaban por otros de mala calidad, han hecho que los negocios privados opten por “trabajar frente al cliente”.
Las personas sencillamente no quieren un colchón que no vean cómo se hace, aunque les des diez años de garantía. “Aunque hay quien no se detiene en esto, otros clientes se sientan y te corrigen incluso algún mal proceder”, refiere Lituan, quien repara colchones en el municipio Cerro.
Desgraciadamente, las estafas con materiales de baja calidad van más allá de los rumores. Anh Thu, vietnamita radicada en Cuba, sufrió uno de estos episodios cuando buscaba amueblar el segundo cuarto de su casa. “Afuera de Carlos lll encontramos a un joven que nos ofrecía uno muchísimo más barato, así que decidimos aceptar. El hombre llegó a casa de noche con el colchón, pero no nos dio garantías ni papeles, por lo que le pagué solo la mitad del dinero hasta que tuviera esa documentación lista”, recuerda.
Aconsejada por una amiga cubana, Anh Thu decidió deshacer el negocio “porque tenía partes de cartón. El tipo vino, se llevó el colchón, pero el dinero no lo he vuelto a ver. Aunque fui a la policía, incluso con una foto de su carnet de identidad, no han podido localizarlo”.
Episodios como este por ahora son excepcionales. “Por lo general, uno trata de trabajar con la mayor calidad pues la recomendación del cliente es la mejor de las publicidades; ellos mismos te recomiendan, ahorrándote el estar bajo el sol pregonando, que es muy cansado”, añade Ulises, quien repara colchones.
Este último, fabricante también, acepta ejemplares viejos como forma de pago: “La calidad que tengan siempre es muy importante, yo lo valoro y descuento esa cantidad del precio total del nuevo. De ese viejo se puede reciclar la guata y las esponjas; el forro pocas veces se reutiliza pues cuando se levanta un mueble esto es lo primero que se deteriora”.
Y es que, sin dudas, el buen descanso no tiene precio. “Cambiarlo por uno de los criollos es la mejor opción, pues no tienen nada que envidiarle a los otros y son muchísimo más asequibles; el bolsillo cubano estándar no descansará nunca sobre un Konfort, porque te cuesta un ojo de la cara”, refiere Nancy a nuestro medio.
Cerca de las seis de la tarde vuelven a casa: las manos cansadas de estirar el hilo, meter incesantemente la aguja aquí y allá, rellenar cada espacio. Mañana saldrá otra vez la cuadrilla, resistiendo el sol, para repetir hasta el cansancio el pregón. Allí, donde sean detenidos, sacarán al paciente al medio de la calle y comenzarán a operar para garantizar el descanso de otros. Son, sin duda, verdaderos reparadores de sueños.
Texto y fotos: María Carla Prieto