En Cuba la gente tiene memoria. Se recuerda perfectamente cuando a los que se iban se les llamaba gusanos, escoria; luego fueron la comunidad y ahora hasta se les permite la repatriación
La década de 1980 no fue una etapa de la que estuviera orgulloso el gobierno de Fidel Castro. En pocos momentos históricos el pueblo ha demostrado tanto su descontento con el sistema social de la isla como en aquellos años. Los sucesos de la Embajada del Perú y el posterior éxodo del Mariel demostraron que una buena parte de la población no había apostado a Patria o Muerte. Y los que se fueron comenzaron a ser gusanos y escoria
“Si no fuera por la memoria de los habitantes, que es imposible de borrar, el gobierno hubiese arrancado esa página de la historia. La imagen de miles de cubanos entrando a la fuerza a la embajada del Perú para pedir asilo político e irse de Cuba no es un pasaje grato en la versión color rosa y verde olivo que ha querido pintar el castrismo. Mucho menos lo fue el Mariel, Fidel abrió la compuerta y por poco se le vacía la isla”, cuenta Arnaldo Iñiguez.
Se estima que más de 10 mil cubanos solicitaron asilo en la embajada del Perú y otros 125 mil por el Mariel. Estos y cuantos se marcharon fueron tildados en aquel momento de ratas, escoria, gusanos, flojos, parásitos y podridos. Fue por aquellos años que los actos de repudio se pusieron de moda; no solo iban dirigidos a los que planeaban salir del país, sino a la familia que se quedaba en esta orilla.
“Pin pon fuera, abajo la gusanera”, “Gusano, lechuza, te vendes por pitusa”, “Fuera las ratas”. Aunque han pasado muchos años a Gloria Hidalgo no se le olvidan esos gritos, ni el sonido de los cascarones de huevo rompiéndose en el muro de la ventana. “Mi hijo se había ido para afuera y el acto de repudio fue contra mí. Yo era laboratorista y me botaron del trabajo. Se apareció un grupo liderado por la presidenta del CDR, que ahora vive en Miami con sus hijas, y con otros colegas míos que eran del Partido. No sabría decirte cuántos cartones de huevos rompieron en la puerta y las ventanas. Tuve ganas de morirme”.
Lidia Calzadilla también recuerda la mañana que la pararon en la plazoleta de la escuela y delante de todos sus compañeros la llamaron rata. “Mis padres planeaban irse, porque mis abuelos, que se habían ido en el 70 y pico cuando Fidel les quitó todo, iban a mandar un barco para que nos recogiera, pero al final no pudo ser. Yo dejé el preuniversitario y no me interesó estudiar más nunca, ni pasar por una escuela, ni escuchar el himno en los matutinos, ni ver izada una bandera. Me jodieron la adolescencia, la juventud.”
A Moraima, que era contadora de renombre en un banco financiero de Diez de Octubre, también le hicieron un mitin de repudio. “Mi hermano era gay y como muchos otros, fue obligado a abandonar el país. Ellos también eran la escoria, las cucarachas, los blandujos; aunque ahora haya un Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y a la gente se le olvide el pasado. Él estuvo en las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) pero parece que el régimen no logró “reivindicarlo” ni “mejorar su conducta”, que eran las frases de entonces”.
En los años 80 no solo se fueron quienes querían un futuro lejos de Cuba o no simpatizaban con el sistema. Como si se tratara de un tragante, el gobierno aprovechó el flujo migratorio para sacar del país todo lo que no le convenía, prostitutas, homosexuales, presidiarios y cuanto pudiera significar una conducta diferente.
A Orestes Valdés la vida le dio una galleta sin mano, o al menos eso dice él. “Mira que yo me creí el cuento, y mira que le tiré huevo a la gente, para al final tener que vivir ahora de lo que manden mis nietas de Miami, pero bueno, son errores, vueltas que da la vida. Esa misma “gusanera” que echaron de aquí a patadas es la que hoy mantiene a este país con las remesas, con las recargas y con las visitas”.
Pablo Oliva opina que luego, a la escoria le fueron cambiando el nombre, en dependencia del contexto y de lo que le conviniera al país. “En su momento fueron eso, la lacra, la peste. Luego, se dulcificó un poco el término y comenzaron a llamarle los marielitos. Cuando se iniciaron las conversaciones entre las autoridades cubanas y la comunidad cubanoamericana de Estados Unidos empezaron a referirse a los comunitarios y así sucesivamente hasta hoy, donde no son solo emigrados, también pueden ser, incluso, repatriados en la isla”.
Lucía Jerez
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