“Sabe cuántas veces escuché la frase: este años se termina. Un millón. Pero sigo sin verlo”, dice un antiguo trabajador del Teatro Amadeo Roldán

El 2 de diciembre de 1928, en la capitalina esquina de Calzada y D, se inauguraba el Teatro Amadeo Roldán, una obra arquitectónica digna de las presentaciones de los más grandes exponentes de la cultura cubana e internacional de aquel momento.

Hoy en día, el Teatro Amadeo Roldán es otras de las tantas edificaciones importantes que el gobierno dejó a merced de los avatares del tiempo.

Pese a los espectaculares conciertos y la buena música clásica que aún retumban en sus paredes, del Teatro Amadeo Roldán se ha hablado mucho por las llamas que lo devoraron. En 1977, un incendio lo dejó en las ruinas. Tal fue la magnitud del siniestro que se tardó 22 años en volver a abrirlo.

En 1999, tras la reapertura, contaba con dos salas: Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, además de ser la sede de la Orquesta Sinfónica Nacional. Sin embargo, quienes guardaban en sus mentes experiencias anteriores nunca quedaron satisfechos con aquella reparación.

“El teatro no volvió a ser lo que era. Trataron de arreglarlo y las paredes no se veían del todo terminadas. La distribución de las salas cambió, la estética y el buen gusto se eliminó para siempre. Era más una obra para salir del paso que el espacio de esplendor que se esperaba”, comenta una anciana, vecina de la calle D.

La última actuación que acogió el Teatro Amadeo Roldán fue la del pianista Chucho Valdés en mayo del 2010. Cuatro años después, el medio independiente 14ymedio apuntaba: “lleva meses cerrado ante el peligro de un derrumbe. Su cartelera ha sido interrumpida y algunas grietas pueden observarse ya en la fachada”.

El pasado jueves, tras un recorrido por el inmueble, Alpidio Alonso, ministro cubano de Cultura, se refería en estos términos al Teatro Amadeo Roldán: “Majestuosos espectáculos, incendio, reapertura y corrosión, resumen la cronología del Teatro Auditorium Amadeo Roldán, de La Habana, una entidad próxima a renacer”. Probablemente ese renacimiento sea el proceso inversionista que se espera finalice para el 2022 y al que se han destinado 20 millones de pesos.

Ángela, custodia del lugar, explica que por ahí han pasado varias brigadas de constructores. “Cada vez que entra una comienzan desde el inicio y hasta ahora han destruido más de lo que se puede ver arreglado. Hacen un trabajo encima del otro y queda chapucero, después vienen a verificarlo y tienen que comenzar desde el inicio. Así llevan ya varios años sin tener claro qué hacer con el teatro”.

En 2016 llegaron unos aires acondicionados para ayudar al sistema de climatización y la “reapertura” constructiva del complejo. “Sabe cuántas veces escuché la frase: este años se termina. Un millón. Pero sigo sin verlo”, declara Julián, antiguo trabajador y vecino del Amadeo. “Todavía tienen las mismas grietas en los techos y el mal olor en los pasillos que existían cuando me fui en el 2000. Pasó de ser un ícono de la cultura a un montón de piedras despintadas y sin utilidad. Da mucha pena verlo así”.

Texto y fotos: Vladia Rosa García

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