La disparidad en las sentencias, según qué delito, hace desconfiar a los cubanos de la justicia. El caso de la niña violada en Santiago aviva la polémica

Hacía mucho tiempo que un suceso no generaba el repudio popular que provocó hace unos días la violación de una niña en Santiago de Cuba. Ver a la muchedumbre enfrentarse a la policía para tomar directamente la justicia por sus manos y linchar al presunto violador, es una experiencia a la que no están acostumbrados los cubanos.

Tal vez si ese mismo crimen hubiese sucedido cinco años antes no hubiera sido tan conocido más allá de esa región oriental. Probablemente, los medios oficialistas jamás se hubiesen referido a un pasaje en el que el pueblo en masa protagonizó un desacato a la autoridad para vengar un delito de ese calibre.

En este caso a Cubadebate no le quedó más remedio que emitir una nota donde se informaba que la víctima estaba fuera de peligro, que ya se había capturado al culpable, y se aprovechaba además para soltar que “ese momento de gran sensibilidad fue aprovechado por elementos para distorsionar lo que estaba sucediendo y mostrarlo al mundo con una connotación política que apuntaba a un descontento o manifestación de los presentes contra el cuerpo de policías”.

Por fortuna y gracias a las redes sociales, que han llegado para cambiar el clima de hermetismo y temor, a pocas horas de lo ocurrido, la noticia se esparció y la indignación corrió más allá de la tierra caliente. Vuelve el tema de si los cubanos confían en la justicia.

“Se botó para la calle la gente de Santiago porque el episodio fue allí, pero si hubiera sido en Matanzas o en La Habana, las personas se hubieran lanzado igual. Los crímenes hacia menores de edad siempre reciben un odio semejante”, explica el habanero Alberto Figueroa.

“Yo no recuerdo cuando fue la última vez que un mar de pueblo desafiaba a la policía de esa forma. Creo que eso no ha tenido precedentes, al menos en mi memoria”, asegura Zoraida García, de 45 años, al referirse al suceso de cubanos tomando la justicia por sus manos.

A pesar de la repulsión total de las personas hacia ese sujeto que violó a una niña con menos de ocho años siendo presuntamente portador de VIH-SIDA, en la reacción de esos pobladores está implícita la necesidad de constatar que se hiciera justicia, y por ende, la desconfianza y la poca credibilidad en los órganos policiales de Cuba.

“Yo no sé en este caso, pero conozco mucha gente que fue asesinada, violada y saqueada, y aún no se han encontrado los culpables. Es por eso que se reacciona así, porque saben que si cae en manos de la policía, tal vez lo tranquen 10 años y luego salga como si nada”, comenta Luis Hernández.

Para Jessica Rivero, el código penal cubano es uno de los más vulnerables que ella haya conocido. “Lo mismo le piden 20 años a alguien por malversar los recursos del Estado o por matar una res y vender su carne; que sancionan solo con 7 o 10 años a quien haya violado o asesinado a una persona, eso es si no sale antes por buen comportamiento”.

Muchas veces la lentitud para encontrar a los culpables y la imprecisión en las sanciones, que no pocos han tildado de injustas, han hecho que el pueblo pierda la fe en el sistema que supuestamente debe encargarse de protegerlo.

Aun cuando desde el año 2000 la Organización Mundial de las Naciones Unidas había intercedido por una moratoria sobre la pena de muerte a nivel mundial, en abril de 2003 fueron fusilados en Cuba tres jóvenes que sin arañarle la piel a nadie intentaron secuestrar la lanchita de Regla con el único objetivo de irse del país.

“Una medida dura, pero imprescindible”, así justificó en comparecencia televisiva Fidel Castro la sentencia de muerte contra estas tres personas. También en aquellas circunstancias y ante la ola de protestas desatada, el entonces gobernante rectificó -en opinión de muchos- lo que hasta ese momento había sido, sin lugar a dudas, la doctrina de la revolución de  1959. “No siempre un gobierno tiene que hacer lo que la gente pide”, dijo Castro.

La policía de Santiago de Cuba tampoco hizo exactamente lo que pedía la multitud. Por el contrario, fueron aprehendidos algunos de los santiagueros que se lanzaron a la calle luego de que los guardias lanzaran pólvora alrededor para desatar el pánico. De hecho, en sus primeras palabras a la prensa luego de ser intervenida, la pequeña, víctima de la violación solo expresó a sus allegados lo mucho que los quería y les pidió que se cuidaran y no salieran a la calle.

El abogado Ismael López considera que no hay cosa más peligrosa que una nación no confíe en su sistema de justicia y que irrespete a las instancias que deberían velar por ella. “Violencia se paga con violencia. El Estado viola leyes y abusa de poder para condenar o exonerar y la población va a responder igualmente, con violencia”.

“Lo que ocurrió en Santiago no fue solo un espectáculo de repudio hacia un hecho lamentable, ahí subyace una protesta hacia la forma en que hasta ahora, las autoridades han manejado estos casos, una expresión total de inconformidad”.

Hace tanto solo tres días, en un artículo para el medio independiente El Estornudo sobre lo acaecido en Santiago de Cuba, el colega Juan Orlando Pérez escribía: “algo podría haberse roto la semana pasada en Santiago de Cuba. No, no el miedo. Ese dura, solo se apagó por un segundo. Lo que se rompió fue la ilusión de que Cuba podría salir de este lío en que se ha metido sin violencia, como si fuera el país que no es”.

Lucía Jerez

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