Quienes por estos días visitan el Acuario Nacional salen muy insatisfechos: solo se exhiben tortugas marinas y en otras piscinas peces pequeños
El emblemático Acuario Nacional de Cuba se cae a pedazos. Aquella área de ensueños para los infantes se ha convertido en un espacio desolado donde lo único que mantiene viva la ilusión son los espectáculos con delfines y lobos marinos, especies que no se pueden ver fuera del show.
Durante un recorrido por el lugar, lo que debería ser un motivo de distracción y disfrute, se vuelve monótono y hasta aburrido. “No entiendo por qué falta la música infantil, las distracciones como payasos o juegos participativos. Tampoco venden artículos para niños. Es como si estuviera muerto”, comenta Cinthia, madre de una niña de 8 años.
En el Acuario Nacional también escasean la variedad de especies. Las piscinas más grandes, un total de tres en todo el complejo, solo exhiben tortugas marinas y en el resto peces pequeños, la mayoría del mismo tipo distribuidos por los distintos espacios.
Los inicios del Acuario Nacional datan de 1960 cuando surge con el objetivo de realizar investigaciones en el mundo marino y concientizar a la población sobre la importancia de las costas y los mares, según indica el sitio oficial del centro. Sin embargo, el proyecto ha perdido interés y las actividades educativas, que sobresalían como número uno en las visitas, han ido desapareciendo paulatinamente.
“Vine buscando otra cosa”, admite Sandra, natural de Las Tunas y que se encuentra de paseo en la capital con su familia. “Los spots de la televisión se alejan de la realidad a la que uno se enfrenta cuando llega aquí. Han dejado deteriorar la edificación, el techo se desbarata y se cuartean las paredes. De verdad no vale la pena pagar para ver esto. Es una falta de respeto”.
Además de los pocos animales marinos, se observan varias peceras clausuradas o sin agua. “El moho se ha apoderado de muchos tanques, y en otros aún perdura el cartel de identificación con la descripción del animal y no hay nada que ver”, afirma una señora.
Nacho es un niño de 10 años que llegó con la ilusión de ver langostas, peces exóticos, brillantes. A él le gusta la playa y su madre lo llevó desde Cojímar, donde viven, hasta Playa para que pudiera verlos. “Nunca lo había traído porque es muy lejos pero tuve la fuerza y bajo la promesa que me hizo de que iba a portarse bien… pero aquí no hay nada. Me he quedado fría y no sé cómo explicarle que en su país no hay nada de lo que sale en los muñequitos”.
Otro de los reclamos más reiterados de la población es la ausencia de alimentos dentro del acuario. “¿Cómo es posible que un área destinada a los niños no oferte ni refresco?”, protesta un padre. “El problema es que esta zona de Playa es muy cara. No todos podemos sentarnos en un rápido a comprar un pan de más de 1 CUC o comer en los particulares.
La merienda de los pequeños debe ser llevada por los padres para un día de “paseo” porque las tablillas de la cafetería se mantienen vacías durante toda la semana. “Tampoco hay donde sentarse, los baños están en condiciones pésimas y las dependientas de la cafetería no atienden cuando les hablas. En fin, no hay por dónde salvarlo”, asegura Lourdes, abuela de unos pequeños que visitan el Acuario Nacional.
Quienes laboran allí sencillamente no tienen una respuesta para la población. “Ya se comenzaron las reparaciones pero todo demanda de un período largo para ver los beneficios”, explica la encargada del Buró de Información del complejo recreativo.
Entonces, ¿qué nos brinda hoy el Acuario Nacional? Ruinas: así resumen algunos su estado actual.
Texto y fotos: Vladia Rosa García
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