Poco a poco el sushi es saboreado por los cubanos. “Eso sí, no hay dudas de que es una alternativa para personas con alto poder adquisitivo”

La apertura del cuentapropismo en Cuba y la presencia de pequeñas empresas privadas en las que el mayor capital y el ingenio vienen del exterior, no solo ha impactado en la economía. La cultura, en general, ha experimentado los cambios también. Se percibe en la nueva pasión de algunos cubanos: comer sushi.

Los negocios gastronómicos constituyen una de las representaciones más palpables del auge del sector por cuenta propia en la isla. En su intento por triunfar ante la competencia del mercado, estos establecimientos han optado por ofertas exóticas que los distingan de la mayoría. La comida japonesa es una de las que se ha puesto de moda, sobre todo en la capital cubana.

El sushi es un plato internacional de la cultura nipona, y aunque en el resto del mundo abundan los restaurantes que se dedican especialmente a ello, a este país que luego de 1959 funciona con un herraje oxidado, todo ha llegado tarde. Lo cierto es que esta receta oriental ha ido insertándose en el paladar de los cubanos y ya son varios los negocios que se especializan en ella.

“Desde que estoy en La Habana no he extrañado el sushi. Hay muchos lugares donde los venden. Claro, todos son privados. No es un platillo típico de la isla, pero hay sitios que los saben hacer muy bien. Podría hablar, por ejemplo, de restaurantes como Fuumiyaky, de Santy Pescador, y, por supuesto, de Sinfonía Roll. Lo mejor de este último es que tiene opción de pedido a domicilio, lo que hace más cómodo el proceso”, cuenta Be Trang, joven vietnamita que lleva algunos años estudiando en la capital.

Para el chef Eduardo Torres, quien hace años encontró su pasión en la cocina oriental, específicamente en la japonesa, la cultura del sushi y de otras de estas especialidades se ha ido adquiriendo aquí con cierta rapidez.

“Tanto a mí como a mis colegas nos era difícil llenar la sala de uno de estos restaurantes. Las personas estaban poco familiarizadas con las recetas y ya que van a gastar el dinero un día, quieren hacerlo en algo que les guste. Era muy difícil que se arriesgaran con sugerencias singulares, que suelen ser costosas. Pero poco a poco se ha ido colando en las preferencias. Eso sí, no hay dudas de que es una alternativa para personas con alto poder adquisitivo”.

Según explica Yunet Reyes, quien fue ayudante de cocina en el restaurante Teppanyaqui, especializado en sushi, el costo es elevado por la carestía de la materia prima en Cuba. “El pescado, la langosta y el salmón son ingredientes escandalosamente caros aquí, donde solo es posible conseguirlos en el mercado negro. Lo mismo sucede con las algas, la salsa soja, la ensalada y los otros condimentos”.

Una ración de sushi puede exceder hasta los 15 CUC. Generalmente viene acompañado de la salsa de soja, del wasabi, que es la pasta picante, y de jengibre. El precio varía en dependencia del relleno, que puede ser desde mariscos hasta elementos insospechados.

“Una de las riquezas que tiene Cuba en este sentido, es que por su clima y su cultura culinaria, ha dado la posibilidad a quienes dominamos esta parte de la cocina oriental, de incursionar en los sabores. Del típico sushi de langosta, atún, salmón, y vegetales, hemos llegado a los de queso Philadelphia con mango, con guayaba, queso feta y hasta Nutella. Igualmente han sido exitosos los de pollo, carne de cerdo, plátano maduro frito y aguacate. En realidad, aprovechamos la variedad de la cocina cubana para crear todo un arcoíris de sabores”, sostiene Nelson Núñez, cocinero.

Pablo Amaro, profesor de Cultura Física, asevera que, si bien el arte culinario japonés ha sido siempre su afición, nunca ha podido consumir sushi, dado su elevado importe. “Es una pena que el Estado no pueda abrir centros especializados en estas recetas que estén al alcance de la población”.

“El 14 de febrero aprovechamos las ofertas de Sinfonía Roll y pedimos una bandeja de 24 rollos de sushi por 17 CUC. Éramos dos parejas y compartimos la ración para todos. Fue la única opción que tuvimos para probarlo, sin que resultara alarmantemente caro”, agrega Roselín Brito, de 21 años.

Yoel Padrón, auxiliar de cocina, añade que en muchos de estos locales, los dueños y trabajadores tienen pendiente convertir al sushi en un plato que tenga mayor índice de consumo con un precio más asequible. “Aun así, no es menos cierto que las condiciones económicas del país no lo ponen nada fácil. Es un esfuerzo inmenso conseguir lo necesario para mantener vivo un negocio de este tipo. Y también constituyen una inversión de tiempo considerable. Ver las porciones exactas, analizar la forma, los colores y el resultado al paladar hacen que el sushi sea una verdadera obra de arte”.

Texto y fotos: Lucía Jerez

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