Las tiendas en Cuba están desabastecidas, pero las canecas de ron no faltan. “Eso vuela. Nos abastecen cada mes”, asegura un vendedor

En los mercados cubanos puede faltar de todo. Desde papel higiénico y almohadillas sanitarias, hasta aceite, café, pollo o puré de tomate. Incluso, en los últimos tiempos varias han sido las familias que han retornado a la grasa animal, a las servilletas cortadas en forma de cuadrado como papel sanitario, al puré hecho en batidora a partir del tomate en fruta y al chícharo molido para sustituir al café. Sin embargo, nadie ha tenido que adaptarse a la idea de que escasee el ron. En cualquier establecimiento, ya sea en la ciudad o en zonas periféricas, los estantes están poblados de botellas de diversas tonalidades, identificadas, en su mayoría, con suntuosas etiquetas de Havana Club.

“Sí, es cierto. Eso nunca ha faltado aquí”, asegura uno de los dependientes del Cupet El Tángana, en el Vedado. “Por las noches, el contenedor de la esquina se llena de cajas amarillas de Havana Club. Y ni hablar de las canecas, eso vuela. Nos abastecen cada mes”.

No son pocos quienes se cuestionan por qué ante la carencia de tantos productos se sigue priorizando el ron. A veces decepciona caminar por tiendas con estanterías vacías justo hasta que llegas a donde están perfectamente alineadas las canecas de ron.

“Claro que tienen que surtir sistemáticamente, si con la venta de esa bebida el país ingresa un monto considerable. En realidad, el ciudadano de a pie no viene con frecuencia a comprarse un Añejo Especial, un Siete Años, o un Selección de Maestros, pero cuando tiene unos ahorritos y aparece una razón, se toma su Tres Años, o su caneca. Eso es por un lado. Suma también los extranjeros que se las llevan como obsequio a sus países. Sobre todo, los que residen en Estados Unidos; esos compran que es una barbaridad. Aunque casi siempre prefieren adquirirlas directamente en el aeropuerto, porque ya se las sellan y no tienen problemas para transportarlas”, explicó Silvio Almenteros, trabajador de la tienda Panamericana de 26 y 14.

“La cuestión es muy simple de entender”, alega Jorge, habanero de 47 años. “Aquí se vende y se promueve lo que al país le da resultado y le proporciona ganancias. No importa si el pueblo se beneficia o no. Ya que no hemos podido quedar de puntales en el azúcar, ni en el café, al menos el ron y el tabaco nos tienen que salvar la campana”.

Lucía Jerez


 

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