Los sorbetos Pinocho, de producción nacional, ya no se encuentran en ninguna parte. Y la prensa oficialista tiene claro que el culpable es el bloqueo
La ausencia de confituras en los establecimientos cubanos hace tiempo dejó de asombrar. Incluso los más pequeños entran a las tiendas con la seguridad de que no habrá muchas opciones para saciar el antojo de alguna golosina.
Aun así, varias personas se han extrañado al no ver ningún tipo de sorbeto en los puntos de venta estatales. “Hace bastante que no vienen. De hecho, los últimos que tuvimos y de eso hace meses eran importados, marca Bauducco, pero cuando se agotaron no entraron más”, cuenta Ariel Miyares, dependiente de un punto de venta en la calle San Pedro, del municipio Plaza de la Revolución.
Lo mismo dice Arianna Otero, cajera en otro de estos comercios. “Los de origen nacional se perdieron desde antes. Nadie sabía qué había ocurrido con los famosos sorbetos Pinocho”.
Ante la incertidumbre, medios oficialistas ofrecieron sus “habituales” respuestas. La Agencia Cubana de Noticias publicaba un titular donde se culpaba directamente al bloqueo estadounidense de limitar la producción en la fábrica de sorbetos José Ramón Anglada Toro, en Holguín.
Según la nota informativa, “con unos cuarenta años de funcionamiento, la instalación afronta limitaciones en los procesos productivos, debido precisamente a la falta de equipos y medios indispensables para sus operaciones, lo cual limita la elaboración de sus principales renglones, incluidos, junto al sorbeto, la galleta dulce, el refresco instantáneo y el polvo para natilla y mezcla saborizada a base de harina de maíz”.
Algunos habitantes de la isla, ante los argumentos de la agencia de prensa, discrepan con que Estados Unidos sea la única opción para importar la maquinaria necesaria.
Para Junior Almeida, ingeniero mecánico, debe existir la posibilidad de resolver las unidades a través de otros proveedores. “Es risible que hasta los aparatos de una fábrica de golosinas dependan de las políticas estadounidenses hacia nuestro país. Tal y como aclara el artículo, hacía alrededor de cuatro décadas que se trabaja con el mismo equipamiento. Se debió prever el inminente deterioro y estar preparados para él, sobre todo cuando el centro lidera la elaboración de estos productos”.
Hace alrededor de siete meses, el semanario económico y financiero Opciones anunciaba la aparición de Proxcor, una empresa mixta para el desarrollo de la industria alimentaria “que era el resultado de una alianza entre la corporación cubana Coralsa y el grupo eslovaco Proxenta”.
De acuerdo con la nota “la compañía elaboraría diversos surtidos, entre los que se cuentan galletas dulces regulares y cremadas, sorbetos, caramelos y chupachupas, además de cereales para desayunos”. Sin embargo, nadie ha visto ningún comestible con el sello de Proxcor, y la reciente desaparición de este tipo de insumos demuestra el poco alcance del proyecto hasta ahora.
Arlenis Monzón, joven habanera, sostiene que las roturas y desperfectos se han vuelto el escudo ideal del discurso oficialista, en el que siempre se termina utilizando la excusa del bloqueo. “Hace poco no se veían helados en ningún lugar, y por supuesto, también se habló de infortunios en las maquinarias. Así sucede frecuentemente con la leche en polvo, el detergente, el aceite y todos los elementos que faltan con regularidad en los establecimientos”.
Yeny, madre de una pequeña de cinco años refiere que estas golosinas eran una de las preferidas por su hija. “Suaves, con crema en el medio y un sabor distinto a las galletas. Su costo era de 0.50 CUC. La imagen del animado Pinocho le llamaba mucho la atención y casi siempre los recordaba por el dibujo. En estos tiempos, cuando salíamos a pasear me pregunta por ellos y yo siempre respondía: es que no hay. No sabía la información oficial pero si me consta que no aparecen ni en los centros espirituales”.
“A veces, en las tiendas no había, pero los revendedores, esos que ofertan dulces y caramelos en carritos sí comercializaban sorbetos. El precio era de 15 CUP para los de producción nacional, un poco más caro que el de las tiendas pero cuando tenías el antojo y el dinero; podías darte el gusto”, asegura Delita, de 23 años.
Lucía Jerez
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