Sus puertas se cerraron sin previo aviso. La Moderna Poesía, una de las más renombradas librerías habaneras, no se sabe hoy si algún día volverá a abrir

Por Obispo y Bernaza ya no se siente el olor a tinta y libro nuevo. Tampoco se ve a los lectores tratando de descifrar las portadas impresas a través de las enormes vidrieras. Donde antes se erigía la librería La Moderna Poesía, ahora solo se respira olor a orina, moho y destrucción.

Ubicada donde nace la calle Obispo, a pocos pasos del Floridita y de la plazuela de Albear, en el corazón de La Habana Vieja, La Moderna Poesía no solo constituyó por mucho tiempo una de las más famosas librerías de la capital. Su valor arquitectónico la sitúa como una construcción icónica de esa parte de la ciudad. Era propiedad del acaudalado gallego José López Rodríguez conocido como Pote y dueño de múltiples comercios y lugares de alto rango en la capital, quien antes de morir legó la titularidad del espacio a su hijo José López Serrano.

“Al igual que el edificio López Serrano, llamado también el Empire State de La Habana, La Moderna Poesía es obra de los arquitectos Ricardo Mira y Miguel Rosich”, cuenta Onelio Suárez, arquitecto. “Lo cual no es de extrañar, pues ambas construcciones pertenecían a la misma familia. Como tal la librería existía desde 1890, pero no fue hasta 1936 que se decidió construir este inmueble más moderno, vertiente del estilo Art Decó, que hoy dolorosamente está clausurado, sin esperanzas de volver a abrir”.

Desde hace más de tres años, vecinos, turistas y empleados de establecimientos cercanos han visto el paulatino deterioro de La Moderna Poesía. “Cuando pusieron los maderos por dentro de las puertas y el papel adhesivo en forma de cruz en la cristalería, todos nos miramos como si estuviéramos viendo morir a alguien querido”, expresa Alexis, trabajador de una tienda Artex, situada en la acera del frente.

“Si bien ante otras obras se habla de una reparación, con respecto a esta no se ha dicho nada. Se cerró como si se cerrara un cuarto cualquiera. Los libros fueron metidos en cajas y distribuidos por otros espacios semejantes en las cercanías. Ni siquiera se tomaron el trabajo de abrir otro local y ponerle el mismo nombre para que, al menos, no se perdiera la memoria”, añade.

“No sabes la cantidad de personas que llegan a mí y me preguntan qué pasó, dónde están los ejemplares, o si hay algún proyecto para su reconstrucción. Sin embargo, yo no sé que decir. Creo que nadie lo sabe, al menos no nosotros, los que estamos cerca y los que lo hemos sufrido con mayor intensidad”, admite con pesar Jaqueline, vendedora de souvenirs en un portal de los alrededores.

Para Alejandro, relojero a solo unos pasos de la librería, “lo que se dice por ahí es que era demasiada la humedad y las filtraciones eran constantes. De hecho, ahora deben ser peores, en cualquier momento se va a comenzar a caer a pedazos. Ya desde afuera se ven las líneas de moho”.

“No solo la visitaban los cubanos”, agrega Silvia. “Muchos extranjeros llegaban. Además de contemplar su riqueza constructiva, adquirían libros que en sus países no estaban o que resultaban costosos. Ahora hay gente que ni se detiene a mirarla. El ser humano es así, termina por aceptarlo todo”.

Sobre la situación no se ha pronunciado ningún medio oficialista de la isla, ni ninguno de los programas culturales de la televisión cubana. En abril del pasado año el sitio digital de Radio Ciudad de La Habana le dedicó un artículo a la emblemática librería. “Por sus valores urbanísticos, forma parte del grupo de inmuebles del Centro Histórico, merecedora del máximo grado de protección (…) Con su elegante y sobrio estilo constructivo se mantiene aún sin prestar servicios”, fue todo lo que al respecto alcanzó a decir la publicación.

Texto y fotos: Lucía Jerez

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